Baco en la City

Beberse Londres

Miércoles, 18 de Diciembre de 2013

La capital británica está llena de estímulos para los sentidos y las inquietudes culturales. Por eso el vino, que encaja bien en ese cruce de atractivos, tiene en la ciudad un protagonismo inusual para un país tradicionalmente no productor. Londres es, sin duda, capital para el vino. Raquel Pardo

Que Londres es un nido de tendencias en las que el resto de Europa se fija no es nada nuevo. Y que el interés del londinense por el vino es mayor del que conoce aquí cualquier españolito de a pie menor de 40 años, tampoco. A la ciudad del Big Ben miran bodegas y distribuidores con interés, porque, pese a ser un mercado ya maduro y con poco crecimiento, es un espejo en el que mirarse. No es raro encontrarse con bodegueros que comentan lo estupendo que sería para el vino patrio si en España se consumiera como allí.

 

En la urbe británica lo tienen fácil. El vino está presente en bares, tiendas, restaurantes, grandes almacenes, terrazas, wine barsVale, la cerveza es la bebida favorita de los ingleses, pero el vino le pisa los talones. No hay que olvidar que, como afirma uno de los mayores expertos vinícolas británicos, el Master of  Wine Tim Atkin, “Londres marca la tendencia en el resto del Reino Unido”.

 

Vino en la ciudad
Tal es su interés por esta bebida, que desde noviembre es posible elaborar vino en la primera bodega urbana de la ciudad, London Cru. Situada en una antigua destilería de ginebra en Earl’s Court, South Kensington, es un proyecto que dirigen, desde su apertura el pasado noviembre de 2013, el experto australiano Gavin Monery y el aspirante a Master of Wine Mark Andrew. London Cru se provee de toneladas de uvas italianas y francesas (este primer año, unas 22, afirman en un comunicado), que en 36 horas como máximo llegan en camiones refrigerados hasta el centro de Londres, y con las que se elaboran “vinos top en un entorno urbano”. Monery comenta que “tenemos la libertad de crear los estilos que queramos sin las reglas que se aplican en tantas regiones vinícolas”. Este año saldrá la primera de sus cosechas (el vino inaugural, un chardonnay, se lanzará en primavera), compuesta de, se espera, un total de 15.000 botellas que se venderán a unas 15 libras (unos 18 euros) en la propia bodega, online y a través de algunos bares y restaurantes de Londres. Los visitantes pueden también hacer vino personalizado para llevar y beber en casa, visitar las instalaciones para ver cómo se elabora, catar o asistir a cursos.

 

Pero London Cru no es el único espacio donde se desata la pasión por el vino. En Londres los habitantes (y visitantes) viven y disfrutan la calle (incluso pese a las constantes lluvias y días nublados) y se percibe un creciente interés foodie: por ejemplo, en mercados como Borough Market, cuyos puestos de quesos, ostras o verduras y los locales de alrededor están repletos de gente y las mesas llenas. Y eso que consumir vino en la ciudad no es un capricho barato: es difícil encontrar locales apetecibles donde el precio baje de las tres o cuatro libras (entre 3,6 y 4,8 euros).

 

Paraísos de enófilos
No muy lejos del magnífico Borough Market está Vinopolis, otro templo dedicado al elixir de Baco, en el que se pueden degustar botellas de todo tipo gracias a dispensadores automáticos, que funcionan introduciendo una tarjeta cargada con dinero, y en los que es posible encontrar los vinos separados por sensaciones: redondos y potentes, maduros y afrutados… una comunicación sencilla que atrae a los consumidores jóvenes, esos que constituyen un obstáculo para incentivar el consumo en España.

 

Las vinotecas y la leyenda “wine” en los carteles de las tiendas de alimentación son una constante en el centro de Londres. Los londinenses van a toda prisa, el ritmo es incesante y acelerado, y el vino es, quizás, uno de sus refugios para el sosiego. El comprador puede optar por grandes espacios, como el gigante Laithwaite’s, con lugares de cata y degustación que permiten conocer el vino antes de comprarlo, o tiendas más modestas en barrios céntricos, como Amathus, con dos sucursales, una en la llamada City o centro financiero, y otra en el Soho, más acogedora, donde se puede asistir a cursos sobre vino y destilados, aparte de hacer las compras para consumir en casa. Esta última es una costumbre que, según Atkin, practica el 63% de los adultos en Reino Unido, en parte debido a las tasas, que convierten lo que vemos en nuestras estanterías como un vino de precio razonable en un artículo de lujo en las inglesas.

 

Otro de los establecimientos que no hay que perderse es Berry Bros & Rudd, en St. James Street, en el céntrico distrito de Mayfair. Incluso sin ser un ferviente bebedor de vino, esta encantadora tienda es una atracción en sí misma aunque solo sea por las historias que encierra. Abierta por primera vez en 1698 por una viuda con nombre de espía, Bourne, en sus cavas se reunió secretamente Napoleón durante su exilio. Son proveedores de la Casa Real Británica desde el reinado de Jorge III (1760-1811) y conserva el nombre de las familias propietarias, negociantes de vinos y destilados y creadores, entre otros, del whisky Cutty Sark.

 

En las estanterías de Berry Bros, aparte de marcas de vinos internacionales, se pueden encontrar hasta 70 referencias de vinos y espirituosos embotellados para la casa por sus respectivos productores (incluidos algunos españoles), cuyo nombre aparece en la etiqueta. Entre su personal se cuentan hasta ocho Masters of Wine, y además de vender bebidas, realizan catas temáticas que hacen las delicias de cualquier vinófilo. Hoy día, sus almacenes en Hampshire albergan más de ocho millones de botellas de stock propio y de clientes privados, que contratan sus cavas con temperatura controlada.

 

El maravilloso mundo de la gran superficie
Además de mercados callejeros donde encontrar vino y acompañarlo de platos internacionales, como el propio Borough Market o los alrededores de Portobello, el mercado vintage más conocido de Londres, lleno de locales cool con vinos por copas, el vino es una atracción de compra en los grandes almacenes. Sin ser un elemento rompedor para el consumidor español hay espacios como el de Fortnum & Mason, que bien merecen una visita rápida, o incluso, para amantes de ofertas, promociones y packs especiales, el gigante Marks & Spencer es una opción recomendable. Nada tan estimulante como las vinotecas, pero un consuelo para apurados.

 

Sherry bars & cava bars, esa gran esperanza blanca
El consumo per cápita del Reino Unido, unos 26 litros anuales según datos de la Wine & Spirit Trade Association 2013, no está ni mucho menos entre los primeros del mundo (cuyos lugares ocupan Francia e Italia), pero en Londres, esa ciudad trendy, el vino se sigue viendo allá donde uno camina y los wine bars no es que sean una tendencia, sino una realidad. Otra cosa son los locales especializados en tipos concretos de vino, un camino que, para Atkin, “aún está comenzando a ser” una preferencia real.

 

Antes de pasearse por un sherry bar, se puede abrir boca en un encantador local llamado Gordon’s. Es, supuestamente, el bar más viejo de Londres, abierto en 1890 y, de no ser porque los camareros y el público son de lo más modernito (además, como en otros muchos establecimientos de la ciudad, hay españoles con delantal para atender las mesas), es un rincón por el que el tiempo parece no haber pasado: la pátina imborrable de la historia se deja ver en los techos bajísimos llenos de polvo, las rejas de hierro separando lo que parecen antiguas bodegas de guarda, o las velas cuya cera va dejando rastro en viejas botellas que sirven de candelabro… El local tiene su atractivo, y no en vano aparece retratado en el preciosista libro The most beautiful cellars in the world. Aquí, aparte de vinos por copas, lo más típico es tomar oportos, jereces y madeiras directamente servidos desde pequeños barriles, que bodegas como Barbadillo elaboran a medida para ellos.
 

Abel Lusa, riojano de Ezcaray, emprendedor (esa palabra tan de moda que se pronuncia como una tirita para tapar el sangrado de la crisis) y afincado hace dos décadas en Londres, sí cree firmemente en el futuro de los sherry bars. En 1995, con poco más de 20 años, abrió un exitosísimo restaurante en Old Brompton Road (Chelsea, la zona pija de la ciudad) llamado Cambio de Tercio, con cocina española y decoración cañí. Este, su primer local en la capital británica, le dio nombre y facturación suficiente para seguir inaugurando espacios gastronómicos con acento español, y hoy día ya son cinco los que llevan sus características letras T&C: la familia ha aumentado con Tendido Cero, Tendido Cuatro, C. Tonic Bar (este local de Gin&Tonics es su novedad más reciente) y el más atrevido, el sherry bar Capote y Toros, cuya carta de jereces incluye entre diez y once referencias de cada uno de estos vinos: fino, manzanilla, palo cortado, amontillado, oloroso y algunas menos de oloroso dulce y px, además de vinos españoles en formato mágnum y botellas de medio litro. Todo un despliegue de estímulos para el mayor consumidor de jereces del mundo, el inglés, que se adereza además con una carta en la que todos los platos incluyen un vino de Jerez en la receta. Los toros y el flamenco inundan el lugar, donde se puede escuchar el rasgar de una guitarra en las horas de mayor afluencia de público.

 

Capote y Toros no es el único sherry bar de la ciudad, en la que ya hay locales con nombres como Barrafina, Cigala, Fino o Pepito, este último abierto por el británico Richard Bigg, fundador del restaurante español Camino, en King’s Cross, y que se ha atrevido con el bar Copa de Cava (¿adivinan qué vinos se sirven tras su barra?), en Black Friars Lane, cerca del Támesis. De hecho, el cava es una bebida pujante en el país, puesto que algo más de un tercio de los nueve millones de cajas de espumoso que entran en el Reino Unido es español.

 

Naturales, por favor
Otra de las tendencias, también presente en otros países europeos, es la de bares de vinos naturales, biodinámicos y ecológicos. Buena muestra es el llamado “Green Man & French Horn”, en West End (junto a Trafalgar Square) un local para auténticos geeks del vino con debilidad por la gamay, uva del Loira famosa por ser la materia prima del beaujolais, y abierto por los propietarios del cercano Terroirs, un pequeño pero exitoso wine bar donde encontrar, sobre todo, vinos españoles, italianos y franceses. Sus propietarios tienen otros dos establecimientos, Brawn, en Columbia Road, también centrado en vinos naturales, y Soif (Battersea Rise), con una carta más ecléctica. 

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