Bienvenidos al espectáculo

Llevo tiempo predicando la palabra winelover en Sobremesa. Este catecismo, siguiendo la analogía religiosa, es muy diverso, sincrético, pero siempre encaminado a la consecución de vinos –y su posterior disfrute– que respeten el terroir y/o posean alguna originalidad y/o tradición pertinente. Santiago Rivas
Esto se traduce en vinos que realizan crianzas alternativas (hormigón, ánforas o similares), búsqueda de variedades autóctonas cuando no singulares, raras o casi extintas, protección de la frescura, cuidado minucioso y sostenible del viñedo, etc. Entre otras filosofías.
Luego hay que añadir la subtrama winelover de los vinos blancos que amplía este abanico a experimentar con el velo de flor o la elaboración ancestral en espumosos. También son muy valorados los largos contactos con la madera o fermentaciones con sus pieles… Incluso algún viñador ejecutará todo junto y quedará hasta bien. A grandes rasgos, lo resultante de todas estas técnicas dará con ejemplos de wineloverismo.
Este vademécum parecía reservado a pequeños productores para satisfacción de clientes ávidos de experiencias nuevas y curiosas, además de deseosos de beber buenos vinos. Porque, no olvidemos que este evangelio está encaminado a que en tu copa te encuentres un vino de la máxima calidad y complejidad. Que conserve y exprese la mejor cara del viñedo del que provenga.
Pero vamos, que este microcosmos parecía circunscrito a un número muy limitado de bodegas (de no gran tamaño por volumen) y de aficionados. Más aún en el contexto del consumo comatoso patrio.
Esto es lo que básicamente vengo divulgando, atestiguando, los dos años que llevo en Sobremesa.
Como también he advertido que todo lo que no sea espectáculo está condenado a morir, debéis saber que el espectáculo solo conduce a sí mismo, pero si no lo eres ni te veremos.
El wineloverismo es una ramificación de la sociedad del espectáculo, un nicho. Es parte de un discurso egocéntrico, vanidoso e ideológico, lifestyle, del consumo de vino muy en relación con las exposiciones públicas que conlleva nuestro masivo uso de las redes sociales, esto es, espectáculo narcotizante.
Formándose guetos de coolwines al que todo el universo se puede asomar. Ahí las grandes empresas, por muy españolas que sean y, por lo tanto, algo miopes en lo mediático, lo han cogido tarde, pero van entendiendo de qué va este nuevo testamento. Lo digo porque ahora, en este momento que tienes Sobremesa en tus manos, han aparecido bodegas, que cuentan sus volúmenes por millones de litros, con vinos winelover.
Vais a ver marcas especializadas en los canales de distribución más generalistas, lanzando blancos a un precio de 100 euros, parcelarios, viñedos singulares, socairismo, vinos naranjas, crianzas en cemento y variedades raras o, directamente, sacando de paseo añadas antiguas.
Resulta muy positivo que los grandes actores de esta industria se vayan sumando a nuestra secta.
Llegáis algo impuntuales, pero bienvenidos.
Bienvenidos al espectáculo.
Empezamos a estar todos.
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.