Regreso a puerto

Amontillado Viña AB Estrella de los Mares, el vino navegante

Miércoles, 11 de Agosto de 2021

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González Byass embarcó hace diez meses su Amontillado Viña AB Estrella de los Mares en el Juan Sebastián Elcano, en un viaje conmemorativo para celebrar 500 años de la primera vuelta al mundo. Miguel Z. Sevilla

Su nombre, Estrella de los Mares, hace referencia a la guía de los marinos desde el cielo. Dos medias botas de este Amontillado Viña AB de González Byass se embarcaron en agosto de 2020 en el Juan Sebastián Elcano para hacer el “viaje redondo”, una navegación de ida y vuelta en la que el vino va adquiriendo distintos matices a los que tendría envejeciendo en tierra firme. No es la primera vez que la bodega realiza una experiencia así, ya que en 2018 el buque escuela español acogió en su tripulación dos medias botas de su XC Palo Cortado de Ida y Vuelta, rememorando una tradición casi perdida, la de los vinos de ida y vuelta que se embarcaban para ganar en complejidad y, de paso, triplicar su precio al final del viaje, por aquello de ser vinos vividos y aventureros.

 

[Img #19641]El Amontillado Estrella de los Mares llegó en junio a Jerez de la Frontera y fue recibido por el presidente de González Byass, Mauricio González-Gordon, y el comandante del Buque Escuela, Santiago de Colsa, que firmaron el Manifiesto de Entrega, que certifica que el vino ha completado el 93º crucero de instrucción del buque. El enólogo de González Byass, Antonio Flores, mostró las diferencias entre el Viña AB “de tierra firme” y el Estrella de los Mares en una cata comparativa.

 

El viaje comenzó en Cádiz en agosto de 2020 y conmemoraba la navegación alrededor del mundo de la expedición de Magallanes y Elcano, hace 500 años. Entonces también se embarcó vino de Jerez por un valor de quinientos noventa mil reales, según el libro de bastimentos conservado en el Archivo de Indias. En esta ocasión ha sido la Armada Española la que ha acogido al vino en un viaje alrededor del mundo, un episodio en el que el Estrella de los Mares se ha sometido a cambios de temperatura y presión, al vaivén de las olas y a una microoxigenación más intensa de la que ocurre en tierra, lo que provoca una evolución más rápida, una extracción mayor de los componentes de la madera que lo envuelve.

 

El vino se transforma en un líquido complejo, salino, de intenso color, fruto de un viaje que ha llevado a este amontillado por lugares como Montevideo (Uruguay), Punta Arenas (Chile), El Callao (Perú), Guayaquil (Ecuador), Acapulco (México), Honolulú y Guam (EE. UU.), Cebú y Manila (Filipinas), Tidore, Macasar y Yakarta (Indonesia), Goa (India) o Salalah (Omán). El siguiente paso es embotellarlo y sacarlo al mercado por un valor superior a su hermano terrestre, del mismo modo que, antiguamente, los vinos que hacían estos viajes de ida y vuelta llegaban a quintuplicar su precio al desembarcar, y rindiendo homenaje a esos 500 años de la primera vuelta al mundo en un barco de vela.

 

 

 

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