Corazones isleños

La Palma, la isla con alma

Lunes, 23 de Agosto de 2021

Este reportaje se realizó antes de que el volcán de Cumbre Vieja cambiara las vidas y lugares de esta mágica isla del archipiélago canario. Ante la locura mediática desatada, un paseo de la mano de sus gentes para volver a la belleza y singulardad de sus paisajes es una manera hermosa de demostrar nuestra solidaridad buscando y animando a ese reencuentro próximo con el viajero. Mayte Lapresta. Imágenes: Arcadio Shelk

Se trata de un lugar especial. Subtropical y de acento meloso sin cruzar hacia las américas. De cumbres intensas y suaves temperaturas. Una isla en medio del atlántico, vecina de la popular Tenerife, pero desconocida para muchos.

 

Verde, muy verde, constituida en un altísimo porcentaje por espacio natural protegido. Sin playas de arena dorada, el placer se concentra en el sendero y en la pausa, el reposo y el camino. He aquí algunas de las miradas, las palabras y los hechos de sus gentes, aquéllas que habitan, respiran y cuidan La Palma.

 

Victoria y el vino

 

 

[Img #19675]Fue el convencimiento de que su padre hacía lo que había que hacer el que llevó a Victoria Torres en 2010 a tomar la decisión de mantener el legado vinícola en su quinta generación. “Mi familia ha conservado esta actividad de manera continuada y eso es algo muy escaso en las islas”, asegura con su risueña actitud. Acogida bajo la denominación de origen La Palma, la pequeña bodega de Victoria es una joya difícil de explicar. “Mi conocimiento no viene de la universidad, es el que recibo de mi padre que a su vez recibe de su padre, que aporta una sensibilidad distinta. Lo interesante de este tipo de empresas heredadas es que es un verdadero ensayo y mejora continua a base de observación y cuidado”.

 

Hablamos de suelo, de clima, de reto y de esfuerzo. La orografía tan marcada y presente en cada rincón permite trasladar a los vinos la particularidad de la isla, con viñas desde los 300 metros hasta los 1400. Una locura. En este vértice sur donde Victoria habita, las tierras volcánicas de reciente creación dotan todavía de más peculiaridad a sus vinos. Emocionante, como ella lo define. Es una lección magistral de adaptación al territorio. En una isla donde el alisio trae las humedades del Atlántico y crea una lluvia horizontal constante, la diferencia no solo está entre cumbre y nivel del mar sino entre clima de vertiente este y oeste e incluso en cantidad de materia orgánica entre norte y sur. “He reunido unas seis hectáreas de pie franco en zonas tan difíciles e impracticables que te llevan de un parque natural a un volcán”, cuenta con sempiterna sonrisa mientras accede con agilidad a una barrica para servir alguna de sus joyas. Trabaja con variedades locales, mayoritariamente con dos, listán blanco y negramoll y, por supuesto, malvasía. “La adaptación de la listán blanco ha sido tal que existen distintos clones en cada terruño: en la zona de más viento la baya y la hoja tiene más grosor y la planta crece más rastrera, y en otras zonas por el contrario se desarrolla con un porte erguido”. Todo un mundo. Ceniza suelta o bancales, barrancos, viento defendido con muretes de piedra, dos meses de vendimia parcela por parcela, el mar siempre presente con su salinidad, apenas unas centenas de botellas… Sinceramente, una viticultura heroica donde la recompensa no es económica.

 

Eduardo y el servicio al cliente

 

[Img #19677]Llevan toda la vida atendiendo en el Bar Parada. Cien años recién cumplidos y siempre en manos de la misma familia. La carretera actual de las cumbres no existía, ni el "túnel del tiempo" como lo conocen los locales (llamado así por el dramático cambio de clima al atravesarlo), y de Santa Cruz a la otra vertiente -a Los Llanos- había que usar esta carretera sinuosa de mil y una curvas y en cada una, un paisaje verde al mar. A mitad de camino siempre había un merecido descanso, y ahí estaban ellos, ofreciendo buen café o un barraquito dulce e intenso. “Mi padre empezó a los 14 años y cuando volví de estudiar en Tenerife me ofreció quedarme con el bar y lo he mantenido igual que estaba”, cuenta Eduardo Pérez, actual propietario. Ahora la especialidad son los almendrados que se hacen con la almendra molida, añadiendo azúcar, huevo, canela y limón… y al horno. Crujientes y deliciosos. Un buen complemento energético para los senderistas que se deciden por la ruta de los volcanes, una de las más duras que recorre 23 kilómetros de conos volcánicos. El último, el Teneguía, el más reciente, que entró en erupción en 1971 y “pudimos ver en directo en el telediario” nos recuerdan. En la Playa Nueva de Fuencaliente los caminantes buscan un baño reponedor, con su intenso negro de arena fina brillando bajo el paso de cada ola. Aquí y allá, charcas de agua cristalina que contrastan con la roca volcánica de vegetación ausente. Y muy cerca las salinas, excavadas en basalto negro y salvadas de la erupción por “un milagro de la virgen”, como agradecen sus propietarios mientras manipulan la delicada y finísima flor de sal que se forma en la superficie de sus piscinas.

 

Silvia, descubrir la isla sin perderte

 

Es guía turística desde la pequeña empresa Isla Bonita Tours. Y deja claro que su tierra tiene mucho que ofrecer por lo que, a pesar de la pandemia, sigue al pie del volcán. “Yo soy del oeste donde el sol luce a menudo y los atardeceres enamoran”, aclara Silvia mientras avanza implacable entre helechos gigantes y laureles prehistóricos. El bosque de laurisilva, con algo de mezcla con castaño de indias, muestra un corte clarísimo en la vegetación de la vertiente este, justo antes del pino canario que ocupa las altitudes superiores. Insondable, húmedo, frondoso hasta lo inimaginable, los alisios se fijan entre sus hojas para quedarse allí prendidos durante todo el día. Y sigues subiendo y de repente el sol aparece de nuevo para mostrar desde las alturas el inmenso mar de nubes que rodea la impresionante caldera de Taburiente, Parque Nacional y paraíso de una belleza impresionante. Bordearla de mirador a mirador, respirar, dejarte llevar por una sensación de absoluta relajación… el mundo queda mucho más abajo. Pero hay que regresar, aunque hay tiempo para ascender al Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla, a 2400 metros sobre el nivel del mar. Los tajinastes están en flor, rosas y blancos, de un tamaño apabullante. Arriba, los cuervos ladrones y juguetones buscando algo de comida en la bolsa de un turista despistado. Al fondo, los impresionantes observatorios con sus telescopios brillantes como espejos infinitos. Cuando el sol se pone y la noche hace acto de presencia, miles de estrellas saludan, y en ese instante entiendes por qué medio mundo decide poner su lente en el cielo limpio e inmenso de La Palma.

 

Pedro y Enrique, alimento y reposo

 

[Img #19674]La carretera baja desde las cumbres hacia la zona más turística, donde los alisios no llegan y el cielo siempre está despejado. Suenan las campanas de la iglesia de Los Llanos de Aridane y Pedro Hernández abre las puertas de El Duende del Fuego, una de las propuestas gastronómicas más personales y empáticas de la isla. Volcado en el kilómetro cero como filosofía y con una aplicación purista, el chef ha creado una cocina basada en la tolerancia alimentaria y la adaptación de todos sus platos a las posibles alergias. Inusitado y con el sabor bien mantenido. Los mejores pescados de las costas, cochino muy suave, vacuno palmero, queso de cabra, papa antigua, tunos, almendras, higos…, una lista de pequeños productores cercanos para una propuesta culinaria inédita.

 

Hay que buscar la sombra en las calles empinadas de Tazacorte, siempre con unos grados más de temperatura (19 grados de media durante todo el año). Una localidad que consiguió la independencia de España durante tres días allá por los años 20, curiosidad de la que se muestran orgullosos. En sus calles se esconde uno de los hoteles más encantadores de las islas, un paraíso de antigüedades y una verdadera reserva botánica anclada en una de las muchas plataneras de La Palma, La Hacienda de Abajo. Croan las ranas y los lagartos se esconden entre las piedras. Enrique Larroque, el propietario, nos cuenta cómo esta casona del siglo XVII se rehabilitó buscando salvaguardar el patrimonio cultural. “Seguimos todas las pautas arquitectónicas de Canarias con materiales artesanales y reutilización de elementos antiguos, y nos esforzamos por mejorar nuestro patrimonio artístico (más de 1300 obras de arte). Además, hubo una importante recuperación del jardín de aclimatación de especies exóticas que hoy disfrutan los huéspedes desde su apertura en el 2012”. Un verdadero museo que acoge además una cocina de alto nivel bajo la batuta del chef José Alberto Díaz.

 

Los Quevedo y los Cabrera, de ron y puros

 

La familia Quevedo es la responsable de uno de los mejores rones europeos desde 1936 pero la destilería Aldea no llega hasta 1969 a la isla. Se elabora como antaño, bajo estilo francés, con el jugo o garapo de caña de azúcar de producción local (unas 200 toneladas anuales) envejecido en viejas barricas. “No queremos crecer, sino mantener la calidad”, aseguran. Paciencia también es lo que les sobra a las pocas empresas que mantienen la producción de puros en la isla. No hay prisa. Un puro palmero se hace con calma y se fuma con tranquilidad. Lo tienen claro los Cabrera que nos abren las puertas de su bello taller con almacén de secado en Breña Alta y nos muestran con detalle todo el proceso de elaboración. Las hojas son tratadas con una delicadeza reverencial para torcerse entre sus manos expertas. “El mejor tabaco del mundo se importa y se trata en nuestra casa para que, cuando sea fumado, se convierta en algo especial”, explican mientras sus dedos, ligeros y perfeccionistas, terminan con impecable ejecución un puro perfecto.

 

Joshua, la belleza de un trago tranquilo

 

[Img #19673]La capital, Santa Cruz de La Palma, es alegre, con sus casas coloniales y su mercado de la Recova. Muy cerca, en el teatro chico, hay una pequeña terraza, La Tasquita del Puente, donde captas el pulso de la capital tomando un ron con miel, puro en mano, bajo una enorme enredadera. Joshua, propietario, camarero y lo que haga falta, se muestra amable y comprometido con la belleza de su tierra. Mientas sirve unas cervezas artesanas Isla Verde, no puede resistir la tentación de recomendar una bajada al pequeño pueblo de Perís de Candelaria, en el noroeste. Magnífica sugerencia que incita a cruzar de nuevo la isla, ahora por la tortuosa carretera del norte hasta bajar a esa población irreal. Posiblemente un lugar único en el mundo. El acceso obliga a un largo paseo por un escarpado camino de tierra que baja hasta el océano. Alguien cocina en un hornillo y una mujer canturrea mientras cuelga la colada. Un gato observa a los pocos turistas, intrusos incómodos, que no son capaces de creer lo que sus ojos les muestran. El mar golpea con fuerza y es casi imposible escuchar otra cosa. Allí pasan el verano decenas de familias, prácticamente incomunicadas. Al fondo, las barcas. Arriba y abajo pequeñas casas blancas con lo justo para vivir. Hay agua y luz, más que suficiente para ser feliz. El sol se cuela por la abertura de esa caverna en la roca creando una silueta que dibuja con nitidez la forma de la isla. Una isla que te toca el corazón y sacude las bases de la vida urbana, rápida, basada en la inmediatez. Un pescador recoge sus capturas y se perfila en un contraste pictórico en el horizonte. Reina la calma, que comparte, curiosamente, casi todas las letras con Palma y alma.

 

*Este reportaje se realizó poco antes de que Cumbre Vieja cambiara las vidas y lugares de esta mágica isla de archipiélago canario. Pero las bellezas, lugares y rincones siguen y seguirán conformando un lugar tan especial como único al que volver una y otra vez.

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