El vino más actual
Salón de Bodegas del Siglo XXI, apunte de modernidad

Se celebra en Madrid la primera feria centrada en vinos de bodegas creadas en este siglo con una alta participación de expositores y público. Raquel Pardo
Desde su apertura a media mañana del lunes 25 de noviembre, el Salón de Bodegas del Siglo XXI ya había despertado expectación, y un nutrido grupo de profesionales de hostelería, restauración y algún aficionado al vino con tiempo libre poblaba las mesas expositoras. Un total de 31 bodegas, la mayor parte fundadas hace menos de 13 años, y todas con vinos nuevos aparecidos a partir de 2001, mostraban por primera vez juntas lo que podría considerarse un apunte de las últimas tendencias del sector.
Pequeñas bodegas, grandes vinos
La mayor parte de los vinos del Salón están elaborados por bodegas de pequeña dimensión y recientemente creadas. Casas como Domaines Lupier (DO Navarra), cuyas garnachas viejas seducen a críticos y bebedores gracias a la finura y elegancia con que la pareja Elisa Úcar- Enrique Basarte ha sabido elaborarlas en dos versiones, La Dama y El Terroir; los toresanos Casa Maguila, con unos tintos con nombres de bolero (Angelitos Negros, Cachito Mío) y un dominio de la finura que hace presagiar un camino seguro hacia la consolidación; su “vecinos” de Quínola, que también han apostado por hacer un vino de alta gama que exprese terreno y uva, no exento de finura y elegancia, o los vinos perfilados por Rosa Zarza en Pago de Cubas, de Valdefinjas, un Incrédulo y un Asterisco cuyos precios (menos de doce euros el primero y menos de diez el segundo) redondea un proyecto de tintos amables, atractivos y modernos para disfrutar el momento.
En Valladolid aparecen también productores de pequeño tamaño con un bagaje pesado a sus espaldas, como Tomás Postigo, quien, tras su paso por la conocidísima Pago de Carraovejas se ha embarcado en una aventura propia de la que han salido un tinto frutal, elegante y fresco con DO Ribera del Duero y un blanco de verdejo (DO Rueda), fermentado en barrica, que demuestra la posibilidad de expresión de esta uva tras su paso por madera. Además, Postigo es la primera bodega española neutra en carbono, otro síntoma más de modernidad, esa tendencia a conservar el entorno y concienciarse con el cuidado a la naturaleza de las bodegas nacionales.
Crápula Wines es también una idea gestada por Gabriel Martínez, quien ha pateado ferias desde sus puestos comerciales en Baigorri (DOC Rioja) y Casa de la Ermita (DO Jumilla). El murciano se ha liado la manta a la cabeza y ha confeccionado una serie de vinos con la monastrell como protagonista, bien elaborados y con la expresión mediterránea que se espera de la variedad.
Junto a ellos, bodegas novedosas como Batán de Salas de Beroz, fundada por el presidente de la DO Somontano, Mariano Beroz, y donde participan sus hijos; la “rebelde” Canopy (DO Méntrida y Vinos de la Tierra de Castilla y León), fruto de la creatividad de Alberto y Belarmino Fernández dos restauradores amantes del vino que no dudan en exprimir las posibilidades de la garnacha toledana en sus tintos Congo o La Viña Escondida, o la abulense de Kaos; el proyecto personal de Juan Celaya en Txacoli de Getaria Upaingoa, y Naparralde, con sucursal también en Navarra; los vinos asequibles de Carlos San Pedro (autor de vinos como Pujanza Norte o Añadas Frías, en Rioja) en su bodega Diosares; la ampurdanesa Terra Remota (DO Empordà), fundada por los franceses Marc y Emma Bournazeau, creadores de vinos potentes y originales, como los que elabora el grupo Uvas Felices en distintas denominaciones de origen, con nombres como La Mujer Cañón, El Hombre Bala o Rumbo al Norte, todos ellos de garnacha y firmados por Comando G, o los vinos de Cara Nord (bodega fundada por los bodegueros Tomás Cusiné y Xavier Cepero y el distribuidor estadounidense Eric Solomon), en las denominaciones catalanas de la Conca de Barberá y Montsant, llenos de mineralidad, frescura y expresión de terreno.
Grandes bodegas, nuevas ideas
El siglo XXI ha traído también nuevos vinos y bodegas amparadas por la trayectoria de grandes grupos o capitales, que han emprendido en muchos casos un rumbo rompedor con su tradición y embarcado a responder a las demandas de los nuevos mercados. Arrayán, bodega “boutique” de Toledo (con DO Méntrida) fundada por el que fue presidente de Acciona, José María Entrecanales, y hoy sabiamente manejada por su viuda, María Marsans, presentó sus vinos ya consolidados, con Estela de Arrayán como buque insignia, y una brillante garnacha procedente de Cebreros con la que su enóloga, Maite Sánchez (de quien también se puede decir que es del siglo XXI, por su juventud y formación) anda “trasteando” para dar un paso más hacia los tintos elegantes y frutales que esta variedad puede ofrecer.
Bodegas como González Byass mostraron los vinos que se elaboran en sus bodegas más recientes, la toledana Finca Constancia y la gaditana Finca Moncloa (Vino de la Tierra de Cádiz), en la que se está recuperando con éxito la variedad tintilla de Rota para elaborar vinos tranquilos y un dulce monovarietal que hay que probar al menos una vez en la vida. Pazo Baion, propiedad del gigante Condes de Albarei (quien elabora más de dos millones de botellas en Rias Baixas) dio a probar sus albariños, frescos y frutales, perfilados por el enólogo asesor José Hidalgo; la bodega sostenible de Gramona, Celler Batlle, estuvo presente con sus blancos de chardonnay, sauvignon blanc y xarel·lo y su tinto de syrah, además de un siempre solvente cava Argent. También, bodegas consagradas como Dinastía Vivanco se apuntaron al Salón con los nuevos vinos de su Colección Vivanco, donde el enólogo de la familia, Rafael, da rienda suelta a su idea de vitivinicultura.
Bodegas “multidenominación” que destacan por su inquietud, como Avanteselecta, Gil Family Estates, Vintae o Miravinos tampoco faltaron a esta primera cita, que promete, a juzgar por el aforo que pobló las mesas mañana y tarde, no ser la última.