A fondo

Pago de los Capellanes, terciopelo en el Duero

Martes, 12 de Octubre de 2021

Etiquetada en...

Viticultor desde la cuna, llega a la entrevista acompañado por su hija Estefanía, última generación de una familia con larga historia agrícola detrás. Luis Vida. Imágenes: Aurora Blanco

“Ibamos al campo desde que empezábamos a andar y ha­cíamos las labores que podíamos según nuestra edad. Después de la escuela había que ir al majuelo a quitar hierbas o a sarmentar. Hasta que ya, cuando me fui ha­ciendo mayor, fui cogiendo las riendas”.

 

Pago de Capellanes

 

Pago de los Capellanes nació como bodega en 1996 de un primer majuelo que Doroteo, mi padre, había heredado del suyo y que habíamos ido ampliando con algunas vi­ñas viejas y nuevas plantaciones desde principios de los años 80. En esa misma añada 1996 sacamos al mercado el joven roble, el crianza y el reserva, que se han man­tenido después en todas las cosechas, salvo alguna con problemas de heladas, como 2007. Después, hemos ido creciendo por etapas, siguiendo el desarrollo comercial de los vinos y sin prisa. Ahora tenemos unas 200 hectáreas de viñedo entre Pedrosa, Gumiel de Mercado, Mambrilla de Castrejón y la Horra.

Vino Ribera del Duero: Terciopelo

¿Cuando decidís crear vuestros vinos de parce­la, al margen de la serie regular roble-crianza-reserva?

 

Al principio, elaborábamos todo junto, pero el encar­gado que estaba en el campo había identificado algunas parcelas diferentes, que estudiamos. Los resultados nos gustaron tanto que decidimos trabajarlas aparte, con la suerte de que nos dieron un nivel de producto tremendo. El primer vino de parcela fue El Picón en 1998, de una finca que acaba en punta, de ahí el nombre. Después, en 2003, llegó El Nogal y este año y para celebrar nuestro 25º aniversario hemos hecho un vino conmemorativo, Doro­teo, que lleva el nombre de mi padre, con quien trabajé ese primer majuelo que fue el origen de nuestro camino como bodega y que hemos vinificado por separado. Es un tinto de crianza muy larga que queríamos hacer sin ningún tipo de obligación ni compromiso, con tiempo, para recordar nuestros orígenes, celebrar y compartir.

 

¿Cuál es el secreto de esta Ribera burgalesa que cada vez está más de moda?

 

Es quizá la zona donde se ha arrancado menos y mejor se ha conservado el viñedo viejo. Los suelos son más compactos y arcillosos que en otros lugares donde hay más arenas y caliza. Eso llega a la uva a través de la raíz  y le da un potencial especial. Ahora que se habla tanto de zonificación, sería interesante remarcar el terroir de Pedrosa, donde la viña da un fruto fantástico. El suelo es arcilloso-calcáreo, pero muy diverso porque dentro de una misma parcela puedes encontrar dos o tres perfiles diferentes. Y desde hace unos años estamos ampliando a la zona de Fuentenebro, al sur y a más de 1000 metros de altitud, que tiene unos suelos arcillosos de tierras rojas muy ricos en mineral. Estamos ahora mismo trabajando en un vino que aún está en los fudres.

 

Pago de los Capellanes nació en un momento en el que estaban de moda los vinos muy concen­trados y maderizados, pero se distinguió por un estilo más jugoso y frutal. ¿Fue algo deliberado?

 

El punto está en el campo y después es la mano del hom­bre la que tiene que darle la forma. Son muy importan­tes la manera de elaborar y de criar el vino porque la tempranillo en la Ribera del Duero da de por sí fuerza, concentración y potencia. Nosotros quisimos hacer un vino un poco más suave, más elegante, más amable al paladar; que no fuese agresivo ni áspero, sino darle un poco de terciopelo. Los vinos de parcela, como El Nogal o El Picón, tienen otro potencial, pero aún así siguen teniendo esa característica de amabilidad.

 

¿Cómo podríamos, entonces, definir el “método Capellanes”?

 

Es un proceso largo que empieza en la vendimia y que sigue con la crianza y el tiempo en botella. Lo primero es el trabajo en la viña, dejando los kilos justos en la cepa. Después, en la elaboración, cuidar las temperatu­ras y otros detalles. Una particularidad es que usamos solo roble francés porque pensamos que es el que mejor acompaña a nuestros vinos. El grano de la barrica es más poroso que el del americano y nos gusta porque le da esa suavidad que estamos buscando, esa elegancia. Nuestra filosofía es ser honestos en todo momento y en todos los pasos que damos en la tierra, en la viña, en la bodega y con la gente que trabaja con nosotros, como el enólogo Julio Reyes, que ha estado desde el principio, o el asesor Pepe Hidalgo. Éste es el espíritu de la familia, la filosofía que aprendí de mi padre, un hombre muy honesto y tra­bajador. Todos hacemos de todo. Y a veces nos peleamos, pero siempre estamos de acuerdo en lo esencial.

 

¿Cuándo nace la aventura gallega?

 

Desde el principio teníamos la ilusión de hacer un gran blanco bajo nuestra filosofía: especial, longevo, de una uva noble y en una zona que fuese única, que tuviese autenti­cidad y no se pudiese replicar en otro sitio. Y optamos por la uva godello, que es una variedad escasa, delicada, muy noble, y por la zona de Valdeorras de donde es originaria. Nos interesaron su clima continental y caluroso en verano, pero con la humedad del Atlántico, y los suelos de pizarra y granito. Hemos conseguido unas parcelas pequeñas en la zona de Seadur, una pequeña aldea en la parte alta de las colinas que pertenece al ayuntamiento de Larouco, y poco a poco hemos ido comprando y recuperando viñas viejas y bancales perdidos hasta hacernos con unas 20 hectáreas. Es un trabajo arduo, pero lo estamos haciendo con mucha ilusión y los tres vinos que hacemos están teniendo muy buena acogida. Llevan la marca “Luar do Sil”, que en gallego significa “el reflejo de la luna en el río Sil”. Queríamos un nombre en el idioma local para indicar que todo se hace allí: la viticultura, la elaboración…

 

Hablando de etiquetas, creo recordar que tuvis­teis problemas con el término “pago”, cuando se intento reservar solo para los vinos de pago que nacieron a finales de los años 90.

 

Aquello fue muy duro ya que por entonces ya estábamos en el mercado, exportando, y la marca estaba ahí. De la noche a la mañana, nos dijeron que no podíamos utilizar la palabra “pago”. Entonces nos unimos varias bodegas que la usábamos y lo peleamos. Al final, todo se resolvió añadiendo: “Marca registrada antes del 7 de julio de 2005” en las etiquetas.

 

Hasta habéis probado suerte en el cine. ¿No te­néis un documental premiado en Francia?

 

Sí, en el festival Oenovideo en 2014. Se llama "un año en el Pago de los Capellanes". Lo hizo mi hijo Javier Rodero como una pequeña pieza audiovisual para las visitas que vienen a la bodega. Él entendió que la gente viene solo un día y que la complejidad del ciclo anual de la vid en el campo era algo que tenían que conocer, y quiso plasmarlo dejando de lado la parte de elaboración y dividiéndolo por estaciones, con el Duero como hilo conductor. Se puede visionar en nuestra web, pero es mejor que vengan a verlo con nosotros a la bodega, que es muy bonita de visitar y la gente sale encantada. Nuestro trabajo es hacer vinos que hagan felices a los demás.

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.