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¿Ha llegado el gran momento del frizzante?

Ligero, fresco, despreocupado, crujiente... El frizzante ya tiene sus réplicas en España, un vino italiano del que el país transalpino se muestra orgulloso y que aquí puede servir de puerta de entrada a los vinos más serios. Javier Caballero
Esa doble “z” de su nombre, tan italiano, remite a frescura, a chispa, a momentos divertidos y relajados. Pero por mucho que la fonética transalpina resulte estimulante el vino frizzante aún no ocupa un lugar, digamos, honroso, en el escalafón de los winelovers. Pero tiempo al tiempo... Los italianos, tan sabios ellos en esto de vender sus marcas, primero desembarcaron con lambruscos, spumanti y moscatos. Componían la avanzadilla, el lento goteo mercantil. En estos últimos tiempos ha sobrevenido el aluvión de frizzantes, y muchas bodegas españolas se han dado cuenta de su entretenido y ligero potencial.
Definamos previamente: frizzante es un vino con contenido de CO2 de entre 1,1 y 2.0 atmósferas, natural o gasificado, con un porcentaje de alcohol entre los 5 y los 14 grados y de ácido carbónico hasta 20; se le puede añadir jugo de frutas, en el descorche se desprenden sus burbujas (de ahí su nombre, frizzante quiere decir burbujeante) pero no aparece espuma en la apertura, no se le agrega licor de expedición y suelen coronarse con tapón de rosca o chapa, pero también morrión y muselet al estilo cava. No desdeñemos el origen de estos derivados vínicos (en España para llamarse vino ha de tener al menos 9 grados). Para muchas zonas de Italia el frizzante entronca con su atavismo más rural, con su terruño más verdadero y por el que sacan pecho, en un intento por capturar ese momento crucial prefermentativo donde el mosto está aún dulce, jugo crujiente, carbónico y delicioso, y al que solo falta un escalón para convertirse en vino.
“Los más hábiles industrialmente hablando han sido los grandes productores de Lambrusco que han llenado los supermercados con una potente industria detrás. Existe el lambrusco bueno y el excepcional, pero ha llegado el industria masiva y en España ha petado. Digamos que al consumidor de frizzante el vino no le gusta demasiado. Pero sí le gusta un producto con menos grado, con más azúcar y carbónico. Y ese mosto que está medio fermentando es como un refresco de vino, o sea, vino para los que no le gusta el vino. Y es un paso muy positivo porque mucha gente ve en el frizzante la puerta de entrada a otros vinos y otras experiencias”, analiza el catador, reportero, enólogo y consumado wine lover Luis Vida, al que podemos disfrutar en las páginas de Sobremesa con sus reportajes en profundidad y que da el callo en La Caníbal, un bar de vinos y cervezas de autor en Lavapiés, Madrid. No tan entusiasta se muestra Santiago Rivas. Lenguaraz e insobornable, el alma mater del Colectivo Decantado cree que “hay más posibilidades de llegar a los vinos serios a través del agua con gas que con el frizzante, que yo lo relaciono con refresco que no es vino. Que la gente beba lo que le dé la gana y tome lo que quiera; sea sangría, refresco de cola, calimocho... A mí como consumo recreativo que hagan lo que quieran, pero no lo podemos llamar winelover”.
Que sean desenfadados y despreocupados no significa que no se mime su elaboración y su identidad. Hay frizzantes patrios estimables. Como los que despachan la bodega vallisoletana Yllera (verdejo es su variedad), el Estrella 2014 de bodegas Murviedro (Requena, Valencia, con cuerpo de bobal, tempranillo y moscatel), o el Frizz Albariño de Codorniú, parcialmente desalcoholizado y con la uva gallega por anatomía. Mucha fruta tropical y de hueso, recuerdo a cítricos y flores blancas en su mayoría, golosos sin empalago... “Los frizzantes españoles están muy trabajados en bodega, con entre 5 y 7 grados de alcohol. Cubren un hueco de mercado que ya estaba (el de los vinos de aguja), pero ahora con mayor preparación, con botellas más bonitas, más diseño. La evolución lógica del consumidor de frizzante sería enlazar con el pét-nat, que no refermenta, sino que termina de fermentar en botella”, apostilla el experto Luis Vida.