A fondo: Chivite
Chivite, el vino rosado y más allá
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El mayor de los cuatro hermanos de la 11ª generación de una larga dinastía de viticultores de Cintruénigo, Navarra, estudió Empresariales, pero se encontró pronto con que estaba predestinado a coger el testigo de la bodega familiar que en 2022 llega a los 375 años de historia. Luis Vida. Imágenes: Aurora Blanco
Era de los pocos en el pueblo que hablaba idiomas, así que su padre le presentó a algunos de los principales clientes internacionales. Eran mayormente suizos, pero también había algún nórdico o algún francés. "Yo no iba a ser comercial, pero me lie con la exportación y no hice otra cosa que dar vueltas por el mundo. Casi te diría que creé la red de Chivite en el extranjero. Era el brazo derecho del jefe, mi padre, así que luego he ido pasando por todos los departamentos, mientras fueron viniendo mis hermanos y cada uno fue cogiendo su parcela”, abre su discurso Julián.
Se dice que en tu familia era una tradición abrir alguna botella de un gran vino francés en las navidades o las fiestas importantes. ¿Eso te ha formado el gusto?
Mi padre y mi hermano habían estudiado en Burdeos y yo pasé un año allí, así que nuestra educación ha tirado mucho por ese lado bordelés. De hecho, yo sigo comprando botellas y tengo una coleccioncita maja. Pero no te creas que de niños nos bebíamos esos vinos; mi padre nos ponía a cada uno una copa para que quedase bonita la foto.
Los Chivite habéis sido pioneros de muchas cosas: hicisteis uno de los primeros chardonnays españoles con ambiciones y también uno de los prototipos fundacionales del moscatel dulce moderno, ambos bajo la marca Colección 125 ¿De dónde vino esta inspiración?
Una de las mejores cosas que hizo mi hermano en la bodega fue fichar a su profesor, Denis Dubordieu, que estuvo con nosotros desde 2003 hasta que falleció en 2016. Fue uno de los padres de la enología moderna, uno de sus gurús; un fenómeno que asesoró a châteaux como Cheval Blanc o Yquem y que fue director general del Instituto de Ciencias de la Vid y el Vino (ISVV) de Burdeos. Los dos vinos que citas se los debemos a él, aunque hoy es César Muñoz– un pilar muy importante de la empresa que lleva con nosotros más de 12 años– quien heredó los protocolos de Denis. El chardonnay se lo llevaba a la Borgoña y, para enredar, lo sacaba sin etiqueta y, cuando le preguntaban si era del cru de al lado o del otro, él les contestaba que no, que era de Chivite y de Navarra. En cuanto al 125 Vendimia Tardía, es un vino complicado de hacer, que requiere cuatro o cinco pases de vendimia. Denis tenía su propio château en Sauternes-Barsac y bastantes de los racimos, como allí, se recogen con la “podredumbre noble”, aunque no en todas las cosechas. El primer mosto que le vi hacer era marrón oscuro, casi negro. ¡Fue uno de los mayores sustos que me he llevado en la vida! Aunque luego dio un vino dorado y cristalino, fantástico, al que deberíamos saber buscar más momentos de consumo.
Seguramente, el vino más popular de Chivite ha sido el rosado Gran Feudo, que ahora da nombre a una de vuestras dos bodegas. La otra es J. Chivite Family Estates. ¿Qué define la división entre ellas?
Son dos empresas diferentes y dos unidades absolutamente independientes la una de la otra. Todo lo que embotellamos como J. Chivite Family Estates viene de nuestra Finca Legardeta, pero los vinos de Gran Feudo se siguen elaborando en la bodega antigua donde nació el rosado. Antes se valoraba a los vinos de este color como de segunda categoría y el Gran Feudo los dignificó. Fue el primero que iba en botella Rhin alargada y nos decían que había caído de pie, porque fue todo un hito, un vino histórico que definió y aún define el perfil del rosado español, elegante y afrutado. Hicimos campañas rompedoras y fue un vino transgresor que estaba en las mesas de los restaurantes más grandes, pero también en los de gama media y en buenos hipermercados. Alrededor de su esplendor se vendió también mucho tinto con la misma marca, sobre todo en la exportación, pero ahora sufre por el color, como otros vinos tradicionales, porque están de moda otras tonalidades, aunque hay muchos clientes que siguen fieles a él.
¿Hemos sabido comunicar y vender bien los rosados, u otros nos han tomado la delantera?
A mi entender, el boom de los rosados pálidos lo crearon las grandes casas de Champagne, que abrieron un nicho de mercado en los espumosos y compraron los châteaux en la Provenza que ayudaron a relanzar los vinos tranquilos. Ya sabemos que Champagne marca modas y estilos. A lo mejor, el método tradicional de sangrado que tenemos en Navarra es algo que tenemos que revisar; el tema está encima de la mesa. Nosotros predicamos con el ejemplo y trabajamos las dos líneas: en 2014 ya lanzamos Las Fincas, que fue el primero o el segundo de los rosados pálidos españoles, y ya antes ya estaba también el Colección 125 Rosado, también de poco color.
¿Por qué Legardeta es tan especial?
Es una propiedad de 130 hectáreas que está situada entre Pamplona y Logroño, a unos cuatro kilómetros de Estella, y es todo un espectáculo. El clima es una confluencia del continental con el atlántico, por ella pasa el río Ega, tiene una altitud de unos 450 o 500 metros y comprende parcelas distintas, con orientaciones al sol e inclinaciones diferentes que son perfectas para tres o cuatro variedades de uva, que se dan a las mil maravillas: la chardonnay para el Colección 125, que ahora hacemos aquí, así como la tempranillo de la misma serie que etiquetamos como “Vino de Guarda”, una garnacha que nos está dando unos resultados fantásticos o una syrah muy sorprendente, con un perfil a lo Ródano. Los vinos son muy atlánticos y están alejados de la idea que puedes tener en la cabeza de los vinos de Navarra. Tienen mucha acidez, a la vez que son amables y con algo vital, que es una gran capacidad de envejecimiento. Es una gran finca y un día se decidió que todas nuestras gamas altas vinieran de ahí.
¿Fue un acierto replantar las garnachas en los años 80 y 90 con otras variedades españolas y francesas, o hemos metido la pata?
Seguramente, fue algo que se hizo mal. Hay estudios que afirman que la garnacha es originaria de Navarra pero, por un tema u otro, primero se empezó a arrancar y a replantar con tempranillo, quizá por esa riojitis que hemos tenido, y luego llegó la moda francesa. Hace ya tiempo que nos hemos dado cuenta que una tempranillo o una garnacha de baja producción dan aquí mejor resultado que una merlot o una cabernet sauvignon, que no es que sean malas; lo que pasa es que con ellos nos faltan argumentos para defender nuestra patria chica en el mundo. Nuestros primeros Colección 125 tintos podrían llevar un 10% de cabernet, pero desde la cosecha de 2009 son todos varietales de tempranillo al 100% y estamos muy orgullosos de ello. Tanto el Vino de Guarda 2017, que sacaremos pronto, como el 2019, son espectaculares. Chivite ha tenido grandes vinos a lo largo de su historia, pero los mejores los estamos haciendo en este momento en el que estamos situando los cuatro colores del vino aún más arriba.