ASÍ ÉRAMOS

Pedro J. Ramírez, año 93: Zalacain y medio litro de Rioja

Lunes, 13 de Diciembre de 2021

FILESA, IBERCORP, Juan Guerra, los GAL... Durante más de una década Pedro J. Ramírez fue el más indigesto periodista para con el poder. Rescatamos su entrevista para Sobremesa, con ciertos toques gourmet. Javier Caballero

Abril del año 93. Mario Conde acababa de pactar la ampliación de capital de Banesto con la banca Morgan (ya sabemos qué pasó después), Marino Barbero (aquel juez tortuga del Tribunal Supremo) instruye la causa de FILESA, en la que supuestamente esta empresa financió irregularmente campañas del PSOE y Els Segadors se constituye como himno oficial de una Cataluña con pocas ganas de independencia tras los JJOO. En este clima, un riojano contumaz y altanero, de tirantes repelentes y tonsura incipiente, lleva siendo cuatro años el azote del Gobierno socialista. Se le ve en fiestas y saraos del brazo de una diseñadora naif e inclasificable y se convierte en el tipo más admirado y odiado de España por eso tan molesto de la buena praxis caiga quien caiga. Y así vende periódicos como churros desde un concepto yanqui y con toques amarillistas en el que el diseño y la investigación –lo que venía a ser tirar de la manta y levantar las alfombras, bucear en sumideros y cloacas–  se dan la mano. Desde que creara El Mundo con los restos del naufragio de Diario 16 (23 de octubre de 1989), Pedro J. Ramírez aventa escandaleras que ponen patas arriba la opinión pública española y conmueven los cimientos de la democracia. "Quieren practicar una limpieza étnica en la prensa", le comentaba a nuestro viejo compañero Lorenzo Díaz, que así tituló la pieza. El encuentro sabroso aconteció en el viejo restaurante Zalacain, templo de tantas confidencias y enchaquetados que esconden sobres y secretos. 

 

[Img #20080]"Estuve en Norteamérica en el año 73-74, que es el año del Watergate. Y solo con 20 años metiendo las narices en los despachos de los grandes del periodismo americano. Me repatingaba y venga a tragarme telediarios. Y cuando llegaba Walter Kronkite en la CBS me entraba el orgasmo. (...) Aquello era un maravilloso restaurante a la carta donde había un buen género y productos detestables. Ahora mismo aquí, en Zalacaín, podría señalar platos que no me gustan nada, pero también algunos maravillosos, No soy cominero a la hora de la noche", explicaba. Este cara a cara discurre como un duelo entre dos esgrimistas afilados, punzantes, perspicaces y taimados. Ramírez, en otra metáfora gastronómica, se refiere a los viejos maestros del periodismo a aquello que "hacían el caldo gordo a la dictadura" y cuenta como varios ministros socialistas corren de madrugada al VIPS para leer la portada de El Mundo... no vaya a ser que algo les salpique. 

 

–¿Y Pedro Jota fue un niño bitongo, lleno de melindres para las cosas de la mesa, y poco bebedor de mayor?, –interpelaba Díaz-.

 

[Img #20079]La Rioja marca mucho y heredé de mi tierra la buena afición al vino. Me precio de tener buen vino en casa. Bebo mucho vino tinto, pero solo vino. Medio litro, pero nada de copa larga. Y el otro día veía a todas las grandes glorias del periodismo en la Asociación de la Prensa, como Pedro Escartín y otros, y me decía: Éstos han llegado a esa edad venerable por la mala vida que se han dado –respondía el director de El Mundo. 

 

–¿Pero no crees que en la profesión periodística es muy mal visto no beber?

 

Las vacas sagradas son más proclives al bebercio porque parece que es un signo exótico de bohemia, pero si me echas mano a mí, te llevas un decepción: no fumo, bebo solo vino y como bien porque la gente que hace todos los días los periódicos tiene que estar muy despejadita. El beber está muy bien si tienes que parir todos los días una columna ingeniosa, pero si tienes que hacer un periódico está fatal. La imagen del plumilla borrachín es más de los tiempos de Larra y de las asonadas del siglo XIX. Me gustaría ver a esos columnistas que empinan el codo dirigiendo un periódico. 

 

El Opus Dei, su devoción por Clinton, sus devaneos y desencuentros con el PP de Aznar, las vacas sagradas de Polanco y Cebrián que le tienen entre ceja y ceja, su indisimulado deseo de haber dirigido El País... Díaz conduce la entrevista por deliciosos derroteros, fotografía de un tiempo en el que se podía fumar en la redacción, las anotaciones de números de teléfono tenían lamparones de restos de ensalada, y donde algunos grandes reporteros echaban mano de una petaca de whisky cuando las musas o los confidentes te dejaban seco.  

 

 

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