¿Suerte o conocimiento?

Cata por Parejas de Vila Viniteca, cuestión de azar… o no

Viernes, 17 de Enero de 2014

Barcelona acoge la 7ª edición de uno de los concursos de cata más esperados del año, abierto a profesionales y aficionados. Raquel Pardo

Santi, 34 años, ejecutivo financiero en una compañía que gestiona fondos de inversión, está acostumbrado a predecir, a anticipar, escenarios económicos. En sus ratos libres, una de sus obsesiones es el vino, que bebe a diario y del que conoce a fondo algunas de sus regiones más representativas, como Rioja o Burdeos (especialmente, dice, riojas antiguos, que le encantan). Sería capaz de adivinar, catando a ciegas, si tiene delante un Viña Ardanza del 85 o un Tondonia blanco del 73. Es, se puede decir, un friki del vino. Y como muchos otros enganchados, este año participa en la cada vez más esperada Cata por Parejas, que organiza el distribuidor Quim Vila en Barcelona y Madrid, alternativamente.

 

Para Santi, que cuenta con un estilo muy particular y nada ortodoxo los vinos que se bebe en su perfil de Facebook, donde se multiplica para convertirse en Colectivo Decantado, es su primera vez en el concurso. El año pasado, cuenta, se enteró de que existía esta cata, en la que participan parejas de catadores para aspirar a un premio máximo de 30.000 euros y un viaje a una región vinícola, y este año se ha sentado frente al ordenador para ser uno de los 240 inscritos (120 parejas) en la edición barcelonesa, que se celebrará el próximo 30 de marzo. Las inscripciones para esta séptima edición se han completado en tiempo récord, 16 horas desde que, el 6 de enero a las 12.00 de la noche, se abrió la convocatoria. Nada nuevo, cuenta el organizador, Quim Vila, en una cata que está adquiriendo “renombre y dimensión internacional” año tras año, y que además de las inscripciones, abre una larga lista de espera.

 

La pasión por el vino, esencial
Pese a que la Cata por Parejas es un encuentro serio, Santi, y su pareja de cata, Jaime, otro wine hunter que se emociona con los vinos raros o difíciles de encontrar, no se lo toman en serio. Planean ya su viaje a Barcelona en busca de experiencias… y vino, claro. Allí se encontrarán con gente como ellos, frikis del vino que dedican su ocio a aprender, a catar y a intercambiar opiniones a través de las redes. La idea de Vila, cuenta, era que esta cata “fuera el concurso más apasionante para los amantes del vino, tanto si eran profesionales como aficionados” y, a juzgar por la creciente expectación que despierta en cada edición, el distribuidor catalán puede sentirse contento. Por esta cata pasan sumilleres, enólogos, restauradores y gente como Santi, apasionados del vino que desbordan conocimientos.

 

¿Cuestión de suerte?
Pese al nivel de los concursantes, Santi considera que hay cierta fase del concurso en que no depende solo de la pareja y sus conocimientos, sino de la suerte. Este hombre obsesionado con la aleatoriedad se ve, claro, con posibilidades de ganar: “En este concurso no hay “messis”. Todos somos futbolistas de primera división, pero somos el central del Elche”, comenta, e incide en que para ganar es mejor “tener un conocimiento extensivo que intensivo”, pues entre los vinos que se caten, a ciegas, puede aparecer uno de cualquier parte del mundo, cualquiera que la organización del concurso y el propio Vila consideren oportuno. En la primera fase se catan los primeros siete vinos, y de las 120 parejas solo 10 pasan el corte. Los diez con mejores resultados. Por eso Quim Vila resalta: “Puede ser que algunos grandes especialistas no pasan a la final, pero los que consiguen las mejores puntuaciones no es por azar”. Si para Santi los dados tienen un peso relevante, Vila considera que “la suerte influye pero no es el factor determinante. Incluso acertando un vino al 100%, si el resto de las catas no son muy buenas, no se accede a la final”. Recalca que los finalistas “son muy, muy buenos”.

 

Pero no es el nivel de los concursantes, algunos de ellos catadores reconocidos (entre los participantes “históricos” se cuenta Luis Gutiérrez, un apasionado del vino que ha terminado siendo el catador de vinos españoles, chilenos y argentinos del gurú vinícola Robert Parker), lo que preocupa a Santi, sino “las ganas de hacer pis” durante la cata. Sí, no se rían, un imprevisto así puede acabar con la concentración de cualquiera.
Porque al final, participar en la cata de Vila es, como pretende el distribuidor, emocionante. Y como comentan muchos de los candidatos, concursar ya compensa el precio de la inscripción (100 euros por pareja) por los vinos que se pueden probar. Y si no se gana, no pasa nada, aunque Santi, echando mano de su obsesión, se muestra optimista: “Desde luego, tengo más posibilidades de ganar que el que no está apuntado, eso seguro”.

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