Con mucho mimo
Desde que me jubilé, no hace mucho de aquello, cada viernes tiemblo pensando en la que se me viene encima cuando la jefa regresa de la compra y me cuenta, escama a escama, palmo a palmo, cómo estaba el género. Terror en el hipermercado, pienso. Cualquier día me comenta que hemos apadrinado a un buey de mar o a un rape, mientras me describe los gestos del pescadero y sus comentarios, con un innecesario lujo de detalles. Sir Cámara
Los del embutido y la carne también tienen lo suyo. Gracias a las redes, más o menos sociales, el rigor científico y las curiosidades se mezclan hasta descubrir en el ganado vacuno zonas erógenas en su quinto espacio intercostal izquierdo, para evitar reflejos de sufrimiento antes y durante el sacrificio; eso que los expertos denominan su salto a la gloria de los fogones y las parrillas,
Así está el mundo, al menos el que nos rodea a diario. Si pones la radio, la tele o cualquier otro soporte audiovisual, si abres el ordenata o la ventana de la cocina, siempre se oye lo mismo: conversaciones con los alimentos y otros placeres nutricionales como protagonistas y un léxico posesivo que indica que quien habla sabe algo de aquello.
-Batimos nuestros huevos, estiramos nuestra masa y horneamos el conjunto, pero, eso sí, con mucho mimo… El mimo es el aporte culinario más utilizado desde que los guisos son elaboraciones y lo que se come, en ocasiones, es un espectáculo.
Otros, otras, que hoy cocina cualquiera, recurren para justificar sus emplatados a la memoria sentimental que, se supone, dota de garantías, méritos, elegancia y calidad artística y nutricional a sus platos por el simple hecho de ser recetas de su abuela que algunos, incluso, atribuyen a su bisabuela. Recetas de hace casi cien años y sin referencias gráficas, recetas que han corrido de boca en oído para ser puestas en escena por quien no oye, sólo escucha, y de la cocina sólo sabe que es eso que está en la casa y no tiene colchón.
En definitiva y a lo que iba. Mi abuela, cosecha de 1902, nos alimentó para llegar hasta aquí comidos pero sin tirar cohetes. Es más, cuando me casé pedí a la abuela un consejo:
-Abuela, ¿cuánto tienen que estar en el horno dos paletillas de cordero lechal?
-Veinte minutos, dijo, y se quedó tan pancha. Aunque su respuesta despertó la risa, nunca el reproche, en esta casa se sigue cocinando con cariño y con la abuela en la memoria. Y, por supuesto, con mucho mimo. Ya saben… Batimos nuestros huevos, estiramos nuestra masa y horneamos, etc, etc, etc…
Una receta hecha con mucho mimo a la que he bautizado como Huevos Marcel Marceau.
Pues eso.
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