María Ángeles Martín de la Rosa, cofundadora de Montebaco

Órdago femenino en la Ribera del Duero

Jueves, 21 de Abril de 2022

Etiquetada en...

Buena conversadora y, por lo que nos cuenta, es una peleona con confianza en sí misma y actitud a la que hoy Montebaco debe buena parte de su trayectoria ascendente. Mª Ángeles Martín de la Rosa fue cofundadora de la bodega junto a su marido, Manuel Esteban, a comienzos de los años 80. Mara Sánchez. Imágenes: Aurora Blanco

Una mujer que tomó las riendas del proyecto con fuerza, convencimiento y determinación en un momento, finales del siglo XX, en el que el vino era un dominio masculino.

 

Adquieren la finca en el 82. Las primeras plantaciones se fechan cinco años después, y su primer vino sale con la añada 94. En diciembre de 1998 fallece su marido y ella, lejos de achantarse, se pone al frente. En ese momento contaba con dos socios y hasta 2005 la bodega no es exclusivamente familiar, unos años que Mª Ángeles recuerda como un calvario, aunque lanzó un órdago y ganó la partida. La jugada iba a suponer un punto de inflexión tanto en su historia empresarial (“te recuerdo de qué año estamos hablando y cómo era entonces el vino”, apunta) como en la de la firma. Es ahora su hijo Manuel Esteban quien lidera el proyecto –su escudero durante esta conversación–, con quien interactúa en todo momento para corroborar algunas cosas que nos cuenta.

 

Es más, presenciamos algunos simpáticos momentos, como cuando la madre se percata que vamos a catar aquel primer Montebaco 94. “¿Tenemos 94? Lo desconocía, ¿dónde ha estado metido? Tiene que haber estado bien conservado porque las alteraciones de temperatura al vino le van fatal ¡¡y son muchos años!! A ver si nos sorprende para bien”. En definitiva, una mujer natural, afable, que se muestra relajada y que “¡no pensaba que iba a hablar tanto!”, desliza. La contención es cosa de su hijo, quien mide más las palabras. Resultan un tándem que se complementa a la perfección. Pero será él quien aporte datos actuales aparte de adelantarnos que el gran blanco de Montebaco llegará, pero no será albillo la uva protagonista, al igual que en algún momento los depósitos de hormigón entrarán en la casa.

 

¿Cómo tomáis la decisión de adquirir la finca que hoy ocupa Montebaco?

 

Fue mi padre quien se enteró de que vendían la finca Monte Alto, emblemática en la zona, porque fue finca modelo y cualquier proyecto o novedad se probaba allí… Contaba con 1400 hectáreas y en el momento de la venta había agricultura y una ganadería con hierro propio, lo que comenzamos asumiendo. Pero volviendo a la pregunta, fue idea de papá (primera vez que recurre a Manuel a lo largo de esta charla), a mi marido le gustaba mucho el campo y creo que es algo que había querido siempre. Vista la oportunidad, pudimos vender bien otra finca que teníamos en Ampudia y con la ayuda del banco (¡a unos altísimos intereses!) nos la quedamos.

 

Pero al poco tiempo os hacéis bodegueros, ¿cómo se produce esa conversión?

 

La ganadería estaba destinada a la venta de carne, si bien mi marido vio rápido que ese negocio no era rentable. Paco Ojeda, el torero, nos compró la ganadería y el hierro. No la tuvimos más de 3 o 4 años, pues adquirimos la primera parte de la finca en el año 81 y un año después la segunda. A partir de ahí, creímos que era el sitio ideal para viñas, porque además en Valbuena de Duero todavía nadie había aprovechado las buenas condiciones de la zona (clima y altura) para hacerlo. Y en el 86 plantamos las primeras cepas –creo que fuimos de los primeros en hacerlo en la zona– con injertos, conseguimos nuestros propios tempranillos con clones viejos de Valbuena y de Pedrosa de Duero. En aquel momento uno de los que nos asesoró fue Jesús Anadón, de Vega Sicilia, con quien mi marido tenía amistad.

 

Con una filosofía clara, elaborar solo crianzas...

 

Eso es, pero te condiciona mucho la producción porque no puedes crecer de repente ni hacer un millón de botellas. Empezamos con unas 40 000 y en nuestros inicios Pascual Herrera, amigo mío, nos ayudó con la elaboración. Poco después, en el año 97 ya se incorporó César Muñoz, que venía de hacer prácticas en Vega Sicilia con Mariano García.

 

Luego, en el año 99 asumes las riendas y las decisiones…

 

No me quedaba otra porque mis hijos pequeños estaban estudiando fuera y la mayor ya ejercía como médica. Pero además creía en el proyecto y en mi fuerza y capacidad para sacarlo adelante. Y también me gustaba. A partir de aquí, la bodega iba creciendo y había que aumentar la producción, al tiempo que había plantaciones en bravío pendientes de injertar. Es el momento en que llegan las foráneas, unas tres hectáreas de merlot y otras tantas de cabernet sauvignon… Aunque éstas las hemos suprimido, porque nuestras condiciones complicaban mucho su maduración. En esa zona ahora hemos puesto un poquito de garnacha y malbec, aparte de más tempranillo. Y seguiremos plantando otras variedades.

 

Por el momento, vuestro blanco es un joven de Rueda…

 

Fue una cuestión de oportunidad comercial. Tenemos una red extensa y clientes fieles, sobre todo fuera, que nos pedían un blanco de España. Pero creemos que nuestro blanco no es un vino ligero sino algo más concentrado, más complejo, con un poco de sauvignon blanc como valor añadido. Por ahora es un buen acompañante para nuestros tintos hasta que llegue el blanco de la finca.

 

Volvamos un momento a la bodega porque teníais dos socios que a partir del año 2000 no te lo pusieron muy fácil...

 

Aspiraban a aburrirme, su objetivo era que me retirase. Entonces en el mundo del vino tampoco había tantas mujeres y tenías que tener mucho valor y aguante. A día de hoy nada tiene que ver… tal vez las que están ahora no son conscientes del cambio acontecido, pero yo sí. Las cosas han mejorado, aunque todavía queda por hacer. Aquellos socios capitalistas no sabían de esto y cuando me quedé viuda y con dos niños estudiando fuera entendieron que no estaría interesada en continuar. Especulación errónea. Con el añadido de que solo tenían parte en la bodega: el campo y el viñedo era nuestro. Desde 2005 solo estamos la familia, pero hasta que llegó ese momento estuvieron cinco años haciéndome la vida imposible… ¡No veas lo que resistí!

 

¿Cómo conseguiste aguantar?

 

La negociación fue dura porque querían un beneficio que no estaba dispuesta a darles y en ello me empeñé. Estuvimos tres años y llegó un momento que lancé un órdago, porque la situación ya era insostenible: les hice una oferta y les amenacé con que si no lo aceptaban presentaba la disolución de la sociedad. Reconozco, como jugadora de mus que soy, que el órdago era importante porque no tenía suficientes cartas, pero salió bien. Además, en aquel momento la bodega solo me debía a mí, como proveedora, por lo que disolver la sociedad conllevaría que ellos no cobraran. Les compré las acciones y resuelto… Pero estoy segura de que con mi marido no lo habrían hecho así. A mí me presionaron pensando que era más vulnerable al ser mujer y con niños.

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.