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Ruta del Vino de Ribeiro, por la tierra del ultraminifundio

Lunes, 23 de Mayo de 2022

La más antigua de las DD.OO. gallegas se ha puesto manos a la obra para aprovechar y dar a conocer su infinidad de recursos y atraer al enoturista. “Nos sentimos como un niño con tantos juguetes que no sabe con cuál jugar”, apunta el presidente de la Ruta del Vino, Juan Casares. Ana B. Gabaldón. Imágenes: archivo

La actividad enoturística en Ribeiro está por debajo de sus posibilidades. El turista que pone rumbo a Galicia suele decantarse por los viñedos con vistas al Atlántico de las Rías Baixas o los Cañones del Sil de la Ribeira Sacra. “Hay barcos que ofrecen rutas por el río. Disfrutas de vistas a las bodegas, pero todavía no hacen paradas para que puedas visitarlas”, explica Juan Casares, presidente de la Ruta del Vino de Ribeiro y de la Denominación de Origen, mientras mira al Miño desde la terraza del Hotel Balneario Laias Caldaria. De momento, de las 97 bodegas de la D.O., solo 17  están inscritas en la Ruta del Vino. Pero algo se mueve.

 

[Img #20620]Situada a 45 km del mar, en el borde noroccidental de la provincia de Ourense y articulada por los valles que forman el Miño y sus afluentes Avia y Arnoia, en la comarca del Ribeiro las colinas frenan la influencia atlántica y favorecen un clima mediterráneo. Los grandes contrastes térmicos y un amplio abanico de variedades con siglos de adaptación son factores que hacen de esta tierra cuna de vinos equilibrados de forma natural. Por ello, siglos atrás, cuando aún no existía la tecnología, los vinos de Ribeiro eran capaces de viajar miles de kilómetros sin deteriorarse. Un privilegio que cimentó su pasado glorioso. En los siglos XV y XVI el ribeiro vivía su primera época dorada, y triunfaba en países como Francia, Portugal, Italia y, sobre todo, Gran Bretaña.

 

Hoy, toda la D.O. comercializa 10 millones de botellas, un volumen similar al de un gran bodega manchega. Estamos en la tierra del minifundismo. “Podríamos llamarlo ‘ultraminifundismo’ -matiza Alberto Úbeda, gerente de la bodega Cuñas Davia-. “La supervivencia viene por la rentabilidad, y aquí la rentabilidad solo llega, por razones obvias, por la vía de la calidad, no por el volumen. Todos juntos tenemos que remar en la misma dirección y posicionar bien la marca Ribeiro”. En sus ocho hectáreas, Alberto contabiliza 80 parcelas, cultivadas con las uvas blancas treixadura, albariño, godello, caíño blanco, loureiro y lado; y las tintas mencía, brancellao, caíño y sousón. Variedades denominadas ‘castes’: autóctonas y preferentes; en contraposición a las variedades ‘autorizadas’ que se introdujeron después de la filoxera por su alta productividad, como la palomino y la garnacha tintorera.

 

Solo en Ribeiro existen los ‘colleiteiro

 

[Img #20619]Cuñas Davia es un ejemplo de ‘colleiteiro’, figura que el reglamento de la D.O. Ribeiro recoge, de forma exclusiva, para designar a las bodegas que elaboran menos de 60 000 litros al año, y solo a partir de viñedo propio: no pueden comprar uva. Estamos en el valle del Avia. La bodega toma el nombre de Cuñas: un pueblo-colonia fundado en la Edad Media por la Iglesia para la producción vinícola; en concreto se fundó en el s. XII bajo la influencia del Monasterio de San Clodio. La bodega todavía conserva el lagar de esa época, de mampostería y sillería; uno de los más antiguos que se pueda visitar.  Ahora, este municipio es Cenlle.

 

“Esta propiedad era mi padre. No le daba para vivir, pero la mantenía y reservaba las vacaciones para venir a vendimiar. Él nunca vendió ni una uva. Es la costumbre aquí, esa filosofía de poner en valor lo nuestro”, señala Alberto. Él es ingeniero industrial, pero dejó su profesión para convertir esta bodega en un proyecto viable. Partió de 1,5 hectáreas de viñas, y ya tiene ocho . “He ido comprando pequeñas viñas colindantes abandonadas para unirlas a las mías. Mi intención es crear un château”.

 

“El enoturismo es un punto básico para la viabilidad del proyecto”, defiende. Y apoya su argumento con el ejemplo del Valle de Napa (California), “donde el 80% de vinos de alta gama se vende en las propias bodegas”. La oferta enoturística de Cuñas Davia incluye visita a bodega y viñedos, y un restaurante que mezcla la piedra original del edificio con madera y detalles “boho chic”, donde disfrutar de la cocina creativa y de estilo internacional del chef Judicael Romero. Menús de dos, tres o seis platos pensados para combinar con la gama de vinos de la bodega. Aquí van un par de ejemplos: un saam coreano relleno de panceta y mejillón con el blanco Cuñas Davia Barrica 2020 (80% treixadura y 20% albariño); o un fantástico steak tartar con ternera gallega servido sobre tuétano tostado, acompañado de bolitas de wasabi y salsa de ostras, con el tinto Cuñas Davia 2020, un ensamblaje de brancellao, caíño, sousón y mencía criado en barricas, muy expresivo en nariz, especiado, fresco y muy agradable de beber.

 

También en Cenlle se encuentra la apuesta enoturística de Viña Costeira, la gran cooperativa del Ribeiro. Se trata del Pazo de Toubes, una bodega rehabilitada del siglo XVIII, donde pasear entre viñas centenarias, disfrutar de un picnic entre viñedos, asistir a catas guiadas, o realizar una ruta en bici o en barco por el Miño. Su restaurante se alza en lo alto de la colina, en un edificio nuevo integrado en el entorno, y ofrece una cocina entre tradicional y moderna, basada en productos de cercanía. En Pazo de Toubes se celebra, además, uno de los eventos más especiales del verano: la Noche de las Perseidas, velada de observación astronómica que incluye cata guiada y cena-maridaje.

 

San Clodio y el camino de los arrieros

 

[Img #20622]En Leiro, a 7 km de Cenlle, se erige el que fue motor de la expansión de la viña y la producción vinícola en la zona durante la Edad Media: el monasterio de San Clodio. Recordemos que, tras los romanos, las invasiones germánicas supusieron un gran retroceso en la viticultura. El cultivo de la vid resurgió gracias a la labor de la Iglesia.


Declarado Monumento Histórico Artístico Nacional, San Clodio alberga hoy un hotel monacal, y dos claustros y una iglesia gótica que bien merecen una visita. Aquí termina el Camino de los arrieros, una propuesta de senderismo que pasa por enclaves históricos y bodegas. “La idea es hacer un sendero circular”, explica Juan Casares. Los arrieros eran quienes transportaban el vino en mulas desde San Clodio al puerto de Marín (Pontevedra) para exportarlo a otros países, o hacia Santiago de Compostela para ser comercializado por los monjes.

 

Del tinto al blanco y… subiendo los tintos

 

El 90% de la producción de la D.O. Ribeiro es de vino blanco, pero hace menos de un siglo en Ribeiro se hacía más tinto que blanco; eso sí, era un tinto mediocre elaborado con garnacha tintorera que se comercializaba en taza. Nada que ver con los tintos actuales de variedades autóctonas.

 

[Img #20626]¿Qué factores ocasionaron el cambio? “Hasta mediados del siglo XX no había bodegas que comprasen uvas, cada uno elaboraba su cosecha. Los productores tampoco salían a vender porque la gente venía a Ribeiro a comprar. Después de la II Guerra Mundial se produce una importante caída en la demanda. Y a este contexto internacional adverso se suma el hecho de que los almacenistas, que hasta entonces venían a comprar vino, comienzan a comprar uva y a elaborar”, nos cuenta Alberto Úbeda. Desde los años 50, Ribeiro comienza a perder viñas y viticultores. “Entonces, para buscar la rentabilidad, se cayó en el error de apostar por variedades más productivas como la palomino, una uva que ‘sobreproduce’ y da vinos planitos; y así se pierde el carácter autóctono”.

 

“En los 90, Ribeiro toca fondo, una época que además coincide con el auge de la D.O. Rías Baixas. Por fortuna, en esa década hay pioneros como Emilio Rojo que comienzan a elaborar vinos de calidad con las variedades autóctonas, con la blanca treixadura a la cabeza”. Así Ribeiro inicia el camino ascendente al vino de calidad. Y, aunque hoy cimenta su fama en los vinos blancos, Alberto augura un excelente futuro para los tintos de esta región: “Nuestros tintos de Ribeiro no son tan ácidos como los de Rías Baixas. En Ribeiro son frescos pero agradables de beber, menos duros y más equilibrados. “Ahora vendo más tintos en Madrid que blancos, y no son vinos baratos”.

 

El tostado do Ribeiro, una dulce rareza enológica

 

[Img #20621]Teníamos una gran curiosidad por probar los vinos tostados, poco conocidos fuera de Galicia. En Adegas Celme nos abren las puertas de un pequeño local cubierto, donde se gestan estos vinos naturalmente dulces. Los racimos ya se han recogido, pero en sus hileras de alambres permanecieron colgados, pasificándose, desde septiembre a marzo. Un proceso arduo y artesanal, que exige un continuo control sanitario y de calidad de cada racimo. “Antes se elaboraba tostado en todas las casas. Lo vendemos sobre todo a particulares; principalmente a gente de Galicia, porque les recuerda a su infancia”, observa Jorge, fundador -junto a su pareja, Dori- de Adegas Celme. “Se necesita mucha uva para producir tostado. Con 1000 racimos, que son unos 1200 kg, hemos elaborado esta primera cosecha de tostado: unas 600 botellas de 37,5 cl”. Una delicia delicada y sedosa, con notas a fruta pasificada y miel, que comercializa a algo más de 50 € la botella.


La casa-bodega de los jóvenes ingenieros Jorge y Dori se encuentra en Astariz, parroquia de Castrelo de Miño. Una finca de dos hectáreas que alberga viñas autóctonas y ecológicas. “No utilizar químicos permite que nuestra hija juegue con tranquilidad en los viñedos”. Esta pareja decidió en 2016 dar un giro a su profesión y convertir su pasión por el vino en su proyecto vital. Así nace Adegas Celme, otra bodega de colleiteiro, que ofrece al visitante un paseo entre las viñas en un bello paraje de valles y colinas para conocer la viticultura ecológica y propuestas de maridaje con sus vinos y vermús.

 

Yacimientos de la cultura castreña

 

[Img #20623]De un tesoro enológico pasamos a otro, en este caso arqueológico: los castros. Galicia cuenta con más de 5000 poblados celtas amurallados que se desarrollaron desde el siglo VI a.C. hasta el VI d.C. Uno de los más grandes y mejor conservados es el de San Cibrao de Las, al que se accede a través del Parque Arqueológico de la Cultura Castreña, en San Amaro. El poblado se halla en una colina, construido en granito y con una perfecta planificación, dividido en 24 calles y avenidas. Conserva 1,5 km de muralla y vestigios de 25 casas, aunque el guía nos explica que en el castro existen más de 250 viviendas. ¡Cuánto tesoro aún soterrado!

 

Ribadavia: el corazón de la comarca

 

Pasear por la judería de Ribadavia, declarada Monumento Nacional, es una delicia, con sus calles empedradas y casas que conservan las insignias hebreas. En el centro del pueblo, el guía nos detiene frente a la casa que encierra un heroico pedazo de historia: el de las 'Schindler' gallegas: las hermanas Touza escondieron allí a cientos de judíos, salvándolos del Holocausto.

 


Por supuesto, pensamos en una escapada a las termas de Prexigueiro. El 90% de la oferta termal de Ourense, provincia termal por excelencia, está en Ribeiro; y desde que Ourense está conectado a Madrid por el AVE, llegas en apenas tres horas. ¡Vaya planazo! De camino, el vino está presente en cada rincón. En la parroquia de San Redondo, nos detenemos en el Museo del Vino de Galicia, que fue un priorato construido en el siglo XVIII para la producción vitícola por orden del monasterio de San Martín Pinario de Santiago de Compostela. A la entrada nos detenemos para admirar desde lo alto la torre barroca de San Andrés de Camporedondo. Dentro del Museo, descendemos a las naves excavadas en la roca que albergan antiguos lagares y prensas. La visita es gratuita; incluso la visita guiada, si reservas.



Lindante al museo, se encuentra el complejo enoturístico Casal de Armán, con un precioso jardín en lo alto del valle del Avia, rodeado de viñedos. Incluye la bodega (que nace en los años 90 y está regentada por los hermanos González Vázquez), un hotel rural en una casa del siglo XVIII construida en piedra, y el restaurante Sábrego (un sol Repsol) donde deleitarse con la cocina del chef Marco Varela en compañía de los vinos de la bodega, como Casal de Armán 2018 (treixadura, godello y albariño), ejemplo de la magnífica evolución de los blancos de Ribeiro; o el espectacular treixadura de finca Armán Finca Os Loureiros. Uno se marcha entendiendo el fuerte lazo que une a esta gente con su tierra, tan rica en patrimonio, paisajes, historia, vino y gastronomía. Solo le falta un pequeño empuje para que se convierta en destino preferente de los turistas más avezados.

 

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