UN PARAJE SINGULAR
Bosque de Matasnos o el fresco encanto de la Ribera Alta del Duero
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Altitud, diversidad de suelos y terroir. A estas intocables premisas se consagran los vinos de Bosque de Matasnos, un proyecto ya maduro que revela la porción de Ribera con más frescura. Javier Vicente Caballero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Un paraje único dentro de la Ribera del Duero. Un enclave realmente especial, sostenible y singular. Unas cepas de altiplanicie, que maduran con parsimonia. Como si de una muralla o empalizada natural se tratase, los viñedos burgaleses, tan orientales, son guarecidos por un bosque de pinos, encinas, robles y sabinas centenarias que confieren unas características muy específicas a las cepas y una delicadeza a la hora de su gestión. "Estamos a 950 metros de altitud y el Duero deja de ser, digamos, un río de vino hacia los 1000 metros. A partir de ahí no es viable producir uva. Los fríos de primavera y de otoño arruinan la producción. El bosque nos protege de esas heladas, de esos vientos gélidos estacionales. Además llevamos la sostenibilidad a gala, practicando una viticultura ecológica, aunque no seamos un vino ecológico, que podríamos", aclara Jaime Postigo, fundador, enólogo y alma de este proyecto que lleva por nombre Bosque de Matasnos. Nos lo relata en las instalaciones del sello bodeguero en Moradillo de Roa (Burgos), donde fermentan y duermen las creaciones de esta familia madrileña apasionada del vino, de su narrativa, de su cariz social y de su vertiente gastronómica. "El vino es un elemento de comunicación. En cuanto se abre una botella y nos ponemos a comentar sus detalles, su vida", añade Postigo, quien estudió Enología y Viticultura, así como sumillería, por pura pasión. Le escoltan Javier Carriches como ingeniero técnico agrícola responsable del viñedo y Candela Salinas en el departamento de calidad y producción.
Este apellido con origen en Cantimpalo (Segovia), que atesora un pasado en la industria agrícola y alimentaria de las chacinas, se enroló en cosechas y añadas allá por 2005. Al principio adquirieron apenas cuatro hectáreas de viñedos (hoy dominan 56), radicadas en Peñaranda de Duero, unos terrenos que hasta 1960 fueron puro y vasto bosque. La familia que vendió los terrenos a los Postigo decidió menguar la extensión boscosa para plantar cereal. Para despejar la madera talada se trajeron pollinos y animales de carga que acababan derrengados, exhaustos cuando no fenecidos, de ahí el calificativo de mata-asnos, que se ha convertido en memorable naming.
Anecdotario histórico aparte, los Postigo tratan de que sus vinos hablen sin interferencias del origen, del suelo, de la zona, que el campos se exprese sin intromisiones. En septiembre, plena cosecha, la amplitud térmica se torna anchísima, con diferencias de 20 grados entre el día y la noche, lo que desemboca en esa finura de sus vinos. Asimismo, Matasnos goza de los cuatro tipos de suelo característicos de la Ribera: arenas, arcillas, aluviones y calizas, geología ya sea alcalina, ácida o con mayor materia orgánica que perfila y otorga temperamentos diversos. Haciendo recuento, son 12 has de tempranillo viejo plantado en la franja entre 1920 y 1960, otras 25 has de tempranillo (más moderno), tres de merlot, seis de syrah, malbec, viognier, verdejo y chardonnay, respectivamente, amén de una pequeña parcela destinada a la emblemática albillo mayor.
La exigencia fue máxima desde los comienzos. Las dos primeras cosechas no vieron la luz porque no daban la talla, a tenor del listón dispuesto por sus gestores. "Tampoco pretendemos hoy una gran producción. Y desechamos más de la mitad de los racimos. Solo nos quedamos con los que alcanzan los mejores niveles de fructosa y polifenoles. Hacemos dos cintas de selección para que entre la uva entera", detalla Postigo. La bodega aún no está aledaña a los viñedos, pero esa migración estilo châteaux ya está en marcha. Mientras tanto, un desenfadado txoko sirve a los Postigo para agasajar a sus visitas, realizar catas y maridajes (ya sean productos del cerdo ibérico, quesos, cortes vacunos o caza), y conversar sobre historia universal, el devenir de las religiones o sobre el misterio de nuestra propia existencia. Para ello, descorchamos Petit Blanco de Matasnos (dentro de la IGP Vinos de la Tierra de Castilla y León), un goloso coupage de viognier, verdejo, chardonnay y albillo mayor, y del que solo se producen apenas 20 000 botellas. Mucha fruta negra madura asoma en el Bosque de Matasnos Etiqueta Blanca 2019 , con su 94% tempranillo, y unas pizcas de merlot y malbec, con la madera bien presente ( robles franceses y del Cáucaso) y los taninos aún por pulir. Los otros hermanos de la casa, el untuoso y glicérico Blanco de Matasnos, o las ediciones limitadas (muy bien ponderadas por las guías) de ese Bosque de Matasnos de etiqueta negra como la noche y compuesto por 95% tempranillo y un 5% de merlot. Desde el txoko, ágora de tantas humeantes pláticas y guisos de debate, se aventura la fauna que pulula fuera, como centinelas que vigilaran la tranquila vida de los viñedos. Zorros, rapaces, aves nocturnas, ovejas que desbrozan y ramonean, perdices, corzos, o jabalíes suponen otro puntal de estos parajes, donde se cultivan trufas y se cuida de colmenas de las amenazadas y vitales abejas.