Enóloga de Marqués de Murrieta
Marqués de Murrieta y María Vargas, historia de amor por la excelencia
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Marqués de Murrieta se precia de ser la bodega más antigua de Rioja: un verdadero château fundado en 1852 en Ygay, cerca de Logroño, en el límite sur de la Rioja Alta. María Vargas, su actual directora técnica, había estudiado el máster de Enología tras completar la carrera de Ingeniería Agrónoma, pero no tenía muy claro por donde quería tirar. Luis Vida. Imágenes: Aurora Blanco
Como paisana de Haro, le interesaba el mundo del vino y sentía admiración por el mito Murrieta, así que consiguió un trabajo en prácticas en la vendimia de 1995, tras lo que le ofrecieron incorporarse al equipo “de forma lenta y progresiva”. “Los primeros años fueron muy felices. Tuve la suerte de conocer Murrieta poco a poco, sin grandes responsabilidades. Para mí era como estar en un parque de aventuras. Fue una oportunidad para hacer muchas cosas y darme cuenta de que quedaban muchas más por hacer”, señala María.
Tu carrera es una de esas historias de alguien que empieza desde abajo y va escalando en la empresa ¿Cómo se llega a ser la directora técnica desde aquellas primeras vendimias que viviste como estudiante?
Después de la de 1995 en prácticas volví a vendimiar en 1996, ya con contrato. Y en el año 2000 me llamó a su despacho el actual propietario, Vicente Cebrián, para darme una noticia mala y una buena. “La mala primero”, le pedí: era que el director técnico nos dejaba. “La buena es que la nueva directora eres tú”. Yo no me sentía aún preparada, así que le propuse probar un año. Entrar en la primera bodega de Rioja es pasar a formar parte de una historia que ya existía antes de que tú llegaras, y la tienes que entender e interiorizar, hacerla crecer y dejarla en las mejores manos, el día que te toque, para que quien venga tenga la misma oportunidad. Y aquí estamos, tiempo después, con cien puntos Parker o la consideración de mejor vino del mundo en 2021 para Wine Spectator.
Esta reflexión me lleva a una pregunta casi filosófica: ¿Qué es Marqués de Murrieta?
Al final, somos una empresa agrícola. Por mucho que tengamos una bodega espectacular, nuestra historia está basada en la finca y en sus cepas. Saber criar vinos es nuestra particularidad, una identidad que nunca puede pasar de moda. ¿A qué producto natural le puedes poner un tapón y probarlo dentro de 50 años? En el 2002 la casa cumplía 150 años, yo era aún muy jovencita e hicimos una cata con Parker en EEUU a la que llevamos un vino nuestro por década. Era mi etapa de formación y ahí entendí muchas cosas. Hay demasiadas prisas en el mundo del vino. Donde se ve una bodega, una marca, una identidad, una filosofía, es cuando crías un vino capaz de crecer eternamente en el curso del tiempo. Es algo muy difícil de hacer y que se reconozca, y esto es Marqués de Murrieta. Tenemos que tener muy claro lo que somos y darle valor: saber que tienes un pasado que te marca el presente, y que este presente va a ser la base del futuro.
Siempre se ha hablado de la acidez distintiva de vuestros vinos. ¿Es esa la clave de su longevidad?
La acidez te va a garantizar el crecimiento del vino a lo largo del tiempo y te aporta ese desarrollo gustativo que te hace disfrutar. Un vino debe tener un inicio de boca, un centro, un final, estar absolutamente equilibrado en todas sus fases y la acidez es la pieza clave, el parámetro más importante cuando hablamos de elegancia, de finura, de sutileza… Es el factor con el que decidimos la vendimia y podemos sacrificar otras cosas para conservarla. Tenemos una gran finca de 300 hectáreas y jugamos también con las variedades: la tempranillo es una uva maravillosa -aunque la acidez no sea su fuerte-, pero le hemos quitado algo de protagonismo para darle más importancia a la graciano y a la mazuelo, que ponen frescor y complejidad y que nos garantizan que la crianza irá de acuerdo con nuestra filosofía.
¿Y cómo encaja la acidez gallega en este esquema?
Los actuales propietarios proceden de Galicia. Fue donde empezaron a hacer vino y desde donde compraron la bodega de la Rioja. El Pazo Barrantes, que abarca 13 hectáreas en ocho pagos diferenciados, es una finca relativamente grande para una zona en la que domina en el minifundio. Nosotros pensamos que la albariño es la mejor uva blanca española, aunque tenemos aún mucho desconocimiento. Fíjate que los últimos dos años hemos estado sin comercializar ni una sola botella porque sabíamos que lo que elaborábamos estaba bien, pero que éramos capaces de hacerlo aún mejor. ¿Y qué es lo que sabemos hacer nosotros? Pues dar a los vinos tiempo y crianza. Es brillante cómo envejecen los blancos de albariño, pero nos falta experiencia. Es una variedad tan personal que se hace difícil trabajar con ella: autoritaria, casi dictatorial, no se deja mandar y marca su camino con látigo. Hay que escucharla. Pero creo que ahora hemos comprendido sus puntos fuertes y los débiles y la hemos adaptado a la tipología de vino que en Murrieta queremos hacer. Le damos tiempo para que se haga, le pedimos que nos indique los pasos que seguir y ahora tiene esa tranquilidad y esa proyección de ir creciendo. Ahora mismo acabamos de sacar el de la añada 2019, que ha pasado dos años en botella antes de salir al mercado.
Hace pocos años, no se llevaban los vinos “finos” de largas guardas, aunque ahora parece que las tendencias han vuelto hacia el clasicismo y hacia esos blancos añejos en los que os quedasteis casi solos…
Hemos defendido blancos como ese Castillo Ygay 1986 que se llevó los 100 puntos, cuando se decía abiertamente que la viura no tenía calidad suficiente como para hacer con ella blancos importantes a nivel internacional. También hemos mantenido y defendido los tintos de gran reserva cuando ya no tenían reconocimiento. Y los dos mitos han caído. En el mundo del vino, las reglas predefinidas son muy peligrosas. Hemos intentado ser fieles al mercado en el que estamos, pero el vino es un trabajo diario y llevamos décadas, ¡siglos!, trabajando con una filosofía de equilibrio entre tradición y modernidad, de hacerlo todo con el máximo cuidado, teniendo claro que el vino es un producto natural y hasta donde puedes actuar. ¿Cómo podemos mejorar era cada cosa que hacemos? Queremos llenar los vinos de alma y eso no entra en el mundo de las modas.
¿Qué hace falta para llegar a ser un Gran Reserva Castillo Ygay? ¿Cuál es el proceso?
Hace falta tener clarísimo el objetivo, muy buenos ingredientes y experiencia. Nuestros vinos nacen en el viñedo sabiendo lo que van a ser, o al menos, intentándolo. Las viñas de Dalmau, Capellanía o Castillo Ygay están perfectamente delimitadas y elegidas por algo. Desde que entra la uva, cada uno va a tener una elaboración distinta, diferentes barricas… Porque Castillo Ygay no solo es un gran vino, sino que tiene que tener elegancia, sutileza, capacidad de desarrollo y envejecimiento y algo muy importante: ha de atesorar nervio, tensión. El vino tiene que tener vida y eso no es algo que se compre, sino que se tiene o no se tiene. No es fácil llegar a ser un castillo Ygay, pero 170 años son muchos años y te dan una base que te permite llegar ahí y sobre la que se va a apoyar el futuro. Jugar en la liga de la excelencia es un reto muy importante.