Tinto de verano
O sangría, o calimocho, o rebujito, o lo que toque. Esta época del año se me llena de peticiones al respecto de qué vinos son mejores para elaborar estos brebajes, combinados o como los queráis denominar. Santiago Rivas
Más allá de la labor divulgativa curiosa y entretenida, lo que se busca con el planteamiento de estas temáticas, ya os lo digo yo, es involucrar a un supuesto experto en vino (o sea, yo), acostumbrado a los mejores caldos del mundo, a teorizar sobre qué referencias pueden ir mejor con estas mezclas a base de vino que no tienen mayor pretensión que la de pasar el rato. Como “Cocodrilo Dundee” en Nueva York. El recurso cómico del pez fuera del agua.
Puede parecer una broma inocente, y lo suele ser, pero subyace, de nuevo, el prejuicio ancestral que sufre el mundo del vino en este país. Yo nunca he visto, leído o escuchado que a Juan Mari Arzak, Ferrán Adriá o René Redzepi les pregunten por cuales son las mejores gominolas del Carrefour.
Tampoco he visto, leído o escuchado que a Carlos Maribona o a José Carlos Capel les pidan comentar cuáles son las mejores galletas de chocolate a la venta en Mercadona. A la gastronomía sólida se la respeta más allá de alguna parodia con la sofisticación de algunas propuestas.
A todo el mundo le gusta comer, tiene que comer, y el personal no tiene mayor dificultad en diferenciar un jamón bueno de uno normal, o un pescado a la brasa del restaurante Elkano de un palito de pescado Findus.
Yo nunca he visto, leído o escuchado que a Juan Mari Arzak, Ferrán Adriá o René Redzepi les pregunten por cuales son las mejores gominolas del Carrefour.
Pero con el vino, siempre de consumo opcional, no es así. Muchos que deciden los contenidos de los medios de comunicación piensan, de una manera consciente y otras inconsciente, que la mejor manera de llegar al público no es desde los referentes de excelencia o tendencia, que va, es mejor ponerte a analizar una sangría de supermercado; en definitiva, infantilizar la divulgación vinera por, básicamente, dos motivos:
- El primero es que piensan que no os da para absorber conceptos relativos al vino. El rebujito lo entendéis porque no se os pide ninguna intelectualidad a cambio, pero el fresqueo no. Estas cosas tan complicadas, nigrománticas, solo nos interesan a cuatro. Se puede dedicar un espacio a la carne más sofisticada del mundo o al enésimo restaurante Michelin de menú clónico (de otros restaurantes Michelin) pero al vino no, del vino mejor hablar del que se pueda comprar en un Aldi y no pase de 10 euros, que si no, es muy caro y, total, la gente normal no sabe diferenciar uno de otro. La gente tiene otras preocupaciones.
- El segundo: la propia persona que te encarga el contenido no tiene gran interés en el vino. Piensa, aunque no lo sepa, que medio nos lo inventamos todo y, por tanto, vivimos de enredar al personal, de inventarnos la mitad, por lo que disfruta metiéndonos en tesituras potencialmente vergonzantes. Es una especie de sadismo puede que involuntario, pero sadismo al fin y al cabo.
Y es lo que hay, y así seguirá todo. Luego, que si se consume poco, que si dónde está la cultura de vino en este país y de que hay que ver que no ponemos en valor el campo, la uva o al agricultor español.
Si poco nos pasa.
Afortunadamente, aunque esta idea no es nada estacional, solo suele aflorar en época estival, reverberaciones debidas, quizá, al calor. Quitando alguna que otra gilipollez navideña, ya el resto del año nos dejan, más o menos, elegir los temas. Pero vamos, el verano es un horror.
Imagen: Helena Yankovska // Unsplash
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