Sabrosos y confortables
Blancos con barrica para las veladas de otoño

Eso de que los blancos son para el verano es un mito que conviene desterrar. Cualquier momento es bueno para descorchar un buen blanco, y ahora que llega el otoño, los que incorporan crianza en barrica son perfectos. Raquel Pardo. Imagen: Stefan Johnson (Unsplash)
Mullidos, con volumen y el punto justo de calidez, los blancos con barrica son una apuesta segura para disfrutar cuando va llegando el fresco. Si bien el vino blanco, bien frío, sienta de maravilla en pleno verano, junto a la playa o durante una cena con amigos en la casa de la sierra, la llegada del otoño hace que apetezcan vinos más confortables, y una buena opción son estos blancos con crianza.
¿Qué aporta la barrica a un vino blanco?
Los grandes vinos blancos del mundo, aquellos que buscan ser longevos y aguantar más allá del segundo año, apuestan por la crianza en barrica como una herramienta para asegurarles una larga vida. Mientras los blancos jóvenes ofrecen aromas y sabores primarios, de fruta, de flores o algunos especiados, los blancos con barrica avanzan hacia la complejidad. Es, simplificando un poco, como si fueran los hermanos mayores de los blancos jóvenes.
En España se elaboran blancos con crianza en casi todos los rincones y, aunque el nuestro es un país de tintos, el blanco gana adeptos, precisamente, porque crece la diversidad y, también, la maestría a la hora de elaborar grandes vinos de uvas blancas y con crianza en barrica, condición casi imprescindible para poder tomar esos vinos pasados unos años y no encontrarse con un bonito cadáver líquido.
La barrica aporta a los vinos blancos complejidad, mayor amplitud de aromas y sabores y una mayor sensación de volumen y grasa en la boca: son vinos con más textura, por lo general, más intensos, largos… la madera provee de una lenta oxigenación que resulta beneficiosa para el vino, y este va ganando estructura, diversidad de aromas y una sensación táctil en la boca de más peso. Eso sí, el riesgo es que los elaboradores (y esto también ocurre bastante a menudo) se pasen con el tiempo de crianza o el tipo de madera y sea esta la que lleve la voz cantante una vez el vino está embotellado. Por eso, algunos productores optan por soluciones intermedias, dependiendo de las zonas, y elaboran vinos blancos que combinan distintos tipos de crianza: en barricas, depósitos, tinajas… y es en el ensamblaje final donde logran el equilibrio deseado.
Porque, de lo que se trata al final, es de eso: equilibrio.
Grandes vinos blancos con barrica
Uno de los vinos blancos con crianza en barrica más célebre en el mundo es el que se elabora en Chablis, nombre de un pueblo de Borgoña donde los productores trabajan con chardonnay, la uva blanca francesa por excelencia. Si bien Chablis es también conocida por sus vinos sin barrica, lo cierto es que en la zona se apuesta por la longevidad (como en todas las regiones de grandes vinos) y se buscan crianzas largas aunque sean en depósito y sobre lías. Pero los blancos con barrica de Chablis son aromáticos, seductores, frutales y con una sabrosa textura en la boca.
Alemania también tiene grandes blancos donde la barrica tiene un papel fundamental a la hora de aportar grandeza al vino en términos de complejidad y seducción. La región de Mosela y sus vinos de riesling secos son un buen ejemplo de vinos que combinan a la perfección frescura y complejidad, ese ansiado equilibrio que no siempre es fácil de conseguir.
En zonas como Champagne también se usa la crianza en barrica para aumentar la complejidad de algunas cuvées, y Napa Valley, en California, también tiene algunos chardonnays con barrica interesantes para descubrir; otras zonas, como Nueva Zelanda (y aquí, la zona de Marlborough o la de Auckand) son conocidas por sus untuosos y voluminosos blancos de chardonnay, además de por sus exóticos blancos de sauvignon blanc.
En España, Rioja es una de las referencias en cuanto a blancos con crianza en barrica (sí, también lo es en tintos, pero hoy, no tocan). Valiéndose de variedades propias como la viura, la garnacha blanca o la malvasía, se pueden encontrar vinos de mezcla o elaborados con una sola de estas uvas que incorporan notas tostadas y avainilladas propias de la barrica junto a toques frutales, minerales, especiados…
Pero Rioja no es la única región donde encontrar excelentes blancos con barrica, ya que se pueden encontrar vinos muy atractivos y singulares por toda España, de norte a sur, incluyendo, cómo no, las Canarias y las Baleares.
Aquí van algunos ejemplos de interesantes vinos patrios que, claro, incorporan crianza en barrica, ya sea usada, nueva, para todo el vino o solo para una proporción, todos ellos, diferentes interpretaciones del territorio y las variedades que allí se cultivan.
Blancos con barrica para disfrutar este otoño
Villota Blanco
Este vino de Laguardia, tras el cual está la familia Pérez Villota, cofundadores de Viñedos del Contino y de quienes se desligaron en 2013 para apostar por su propio proyecto fundamentado en uvas de su propiedad y poca intervención es una referencia reciente que, sin embargo, está llamada a convertirse en un clásico. Procede de una sola parcela y se elabora únicamente con viura, que empieza fermentando en depósito y pasa a barrica de roble francés nueva, donde se cría durante seis meses. La estancia en botella le sienta de maravilla, haciendo de él un vino complejo, muy seductor, de esos que van abriéndose en la copa e invitan a darle un trago más.
Sol de Señorans
Si bien Pazo de Señorans es conocida por apostar por la albariño de guarda pero sin que esta toque la madera con su ya mítico Pazo de Señorans Selección de Añada, cuentan en su haber con un vino que es el más desconocido de la casa: Sol de Señorans, un blanco con seis meses de crianza donde la barrica engrandece de forma sutil al vino, otra jugada maestra de la bodega que fundó Marisol Bueno junto a su marido, Javier Mareque, y que marcó un hito en la consideración de los blancos españoles. Ahora se puede encontrar, de forma casi excepcional, la añada 2012, y la gama de los Señorans con barrica se amplió hace dos años con Tras los Muros, un proyecto impulsado por Berta García, nuera de Marisol Bueno, que interpreta la albariño con un elegante acento francés.
O Luar do Sil Vides de Córgomo
Sin salir de Galicia, también la godello es una uva que está dando gratas sorpresas en cuanto a blancos con barrica. Este, parte del proyecto gallego de la familia Rodero Villa (Pago de los Capellanes) es una reivindicación de las laderas pizarrosas de Córgomo y se elabora combinando con acierto la fermentación de los mostos en acero, huevo de hormigón, fudres de roble francés y barricas grandes de acacia, y prolongando la crianza en estos recipientes durante ocho meses. Es un blanco potente, para esos días de otoño donde ya hay que llevar chaquetita pero se sigue disfrutando de la brisa en la cara. Con volumen y elegante, lo suyo es tener la paciencia de guardarlo y no tomarlo justo cuando sale a la venta, porque la recompensa que da en cuanto a complejidad y textura merece la espera.
Sobajanera Macharnudo
En el Marco de Jerez también se apuesta por los vinos blancos con crianza en barrica que no entran en la categoría de generosos. Este es del pago sanluqueño de Macharnudo, de la viña La Choza que trabajan los hermanos Blanco, propietarios y mayetos de Callejuela. Es un vino de palomino sin encabezar (sin añadir alcohol vínico, una práctica habitual en el Marco) y procede de una sola bota donde el vino estuvo, desarrollando velo de flor, durante 24 meses, exuberante, muy seco, delicado y fino. Para una merendola al atardecer y una buena charla.
Ignios Marmajuelo
El viticultor de La Guancha (Tenerife) Borja Pérez es una suerte de sastre que confecciona unos vinos de patrones definidos y costuras perfectas e imperceptibles, porque es ahí, en los detalles, donde reside la verdadera elegancia. Pérez sabe lo que es ser elegante a la hora de elaborar y no pierde nunca ese norte, y este marmajuelo, uno de sus blancos, quizá, más desconocido, lo cual, si bien puede ser una injusticia, en el fondo es una ventaja para los que sí lo conocen, porque las pocas botellas que elabora suelen volar allá donde se venden. Este blanco lleva una crianza en barrica de roble sobre sus lías siete meses, lo que le da una medida estructura que acompaña como una buena pareja de baile a la expresión frutal y aromática de la uva. De nuevo, la elegancia marca el ritmo y el otoño, el momento perfecto para descorcharse una botella que, si no es reciente y lleva un tiempo bien conservada, dará un magnífico placer.
La Mujer Caballo Naranja
Levante también es zona de blancos elegantes y con señorío y este vino de la localidad valenciana de Fontanars dels Alforins que elabora el trío de productores Fil·loxera y Cía lo demuestra sobradamente. Elaborado con una mayoría de la desconocida y autóctona valencí, a la que se añade una parte de moscatel romano, tiene una crianza mixta que combina el acero y el roble francés, donde reposa aproximadamente un tercio del vino. Eso hace que no se pierda la expresión de frutas blancas maduras y la encantadora delicadeza de la valencí, a la que da alegría aromática y frutal la moscatel. Un vino para descubrir frente al mar, al que le sienta bien una cena con acento mediterráneo.
Imagen de Stefan Johnson en Unsplash