
RENOVACIÓN
Nou celler de Perelada: bienvenidos a la bodega emocional
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Alejada de grandilocuencias o alardes, la nueva bodega de Perelada es un hito arquitectónico que aúna operatividad, integración paisajística y el más sosegado enoturismo en el corazón del Empordá. Javier Caballero. Imágenes: Archivo.
La sutileza, la contención, la belleza integrada y de discurso profundo no han sido moneda de pago en los últimos tiempos si de arquitectura vinícola referimos. Muchas bodegas han recurrido a un lenguaje de espacios y volúmenes aledaños al colosalismo en una escalada de arabescos, de afectación vacua en busca de apabullar al visitante e incluso poner las cosas difíciles al viñador y al trabajador que dan el callo en unas instalaciones abigarradas y presuntuosas. Nada de esto acontece en el nou celler de Perelada, en la localidad gerundense del mismo nombre. La nueva bodega se enmarca y pondera una nueva era de finura y delicadeza, de operatividad dentro de unos códigos artíticos que entrelazan el humanismo con el trabajo franco y limpio, el enoturismo de excelencia y la simbiosis natural con un paisaje que es atalaya y es calma. Asegura la saga Suqué, dueños y amabilísimo señores de estos dominios aparte de otros menesteres mercantiles (automoción, restauración, artes escéncias, museografía), que esta construcción "hace realidad el sueño de tres generaciones, además de ser la sede del compromiso de elaborar vinos excelentes en nuestras fincas y asimismo potenciar la DO Empordà".
Tras tres años de obras y una inversión de más 40 millones de euros, ha cristalizado el sueño de una familia. Para este viaje han encontrado la alianza perfecta en RCR Arquitectes (Olot, Tarragona), acreedores en 2017 del prestigioso Premio Pritzker y que han perfilado este espacio desde la integración, la belleza, la armonía y el flujo de trabajo con mínimo impacto medioambiental. "Cuando nos embarcamos en este proyecto, lo que nos cautivó fue el enclave, su energía y ese plano elevado, ese mirador hacia el paisaje lejano. Para nosotros, que de alguna manera entendemos la arquitectura como una respuesta a un lugar, a un programa o un plan, en este caso a una bodega, concebimos espacios honestos que hagan sentir a las personas que lo habitan. Nosotros veníamos de hacer una bodega pequeña en Palamós hace ya unos cuantos años. Esta bodega no quiere ser un edificio, sino un paisaje. Ahí se unieron todos los factores", explica a pie de obra Rafael Aranda, modulador de este hito junto a sus compañeros arquitectos Carme Pigem y Ramon Vilalta. La pureza de su trabajo, basada en el respeto por el paisaje preexistente y en priorizar la vertiente emocional y experiencial del espacio resultante, confluye en un celler absolutamente atemporal de rasgos únicos.
La nueva bodega descorre su velo tras veinte años desde las primeras conversaciones entre la familia Suqué Mateu y RCR. La primera premisa era integrar el proyecto en el marco del edificio histórico "La Granja" donde hubo establos y animales, proyectado en 1941 por Adolf Florensa –gran impulsor de la reforma del casco antiguo de Barcelona que se inició en los años 20 del siglo pasado. El diseño arquitectónico refuerza el carácter del lugar poniendo en armonía el paisaje con el edificio existente, cuna de la historia de Perelada. “Desde la óptica arquitectónica, siempre imaginamos una bodega de belleza atemporal que maridase la herencia de muchos siglos de historia con la vanguardia vinícola. Y que lo hiciera pensando en que nuestros visitantes pudiesen vivir una experiencia única”, explicaba el propio Javier Suqué.
Acentuando la singularidad del terreno y su peralte, el nuevo volumen se halla semienterrado aprovechando el desnivel. Manteniendo una apariencia discreta, sin artificios ni fachada (fue difícil convencer a la familia Suqué de esta decisión de no contar con pórtico, pero al final dieron luz verde y hoy están entusiasmados), la nueva bodega de Perelada perfila una serenidad abanicada por la tramuntana y el garbí. "Tenemos aquí el jardín con plantas aromáticas, el 1923 que es lugar de tapeo, platos desenfadados y terraza, para maridar con vinos, la lámina de agua sobre la cubierta... Hemos elaborado un vino tributo al estudio de Arquitectura que lleva por nombre RCR, como ellos. Viene de nuestros viñedos en Finca Espolla, y se trata de un monovarietal de garnacha tinta, muy intenso, con tanicidad muy conseguida, largo y con estructura. Solo se puede comprar aquí", asevera Delfí Sanahuja, enólogo del Grup Perelada, mientras paseamos bajo un cielo de nubes algodonosas y abrimos boca con un macabeo Granit 2019.
Los "nuevos" vinos
Con su nueva dermis reluciente y un interior casi místico, Perelada incorpora un espacio singular para los vinos más especiales. Esta zona que se conoce como el Templo –un lugar casi de ciencia ficción, más de un realizador de fuste ya ha preguntado por la posibilidad de rodar allí– da lugar a la creación de los vinos identitarios (como los icónicos Finca Garbet de los impresionantes viñedos en terrazas asomadas al mar en Colera, o la colección insignia Gran Claustro), reservas especiales y los denominados Ex Ex (Experiencias Excepcionales), que son el resultado de los programas de investigación de la bodega. El Templo es dispone de depósitos de fermentación de hormigón, fudres de roble y barricas de 300 litros para crianzas especiales.
La bodega combina un gran componente artesanal en el cuidado y selección de la uva con la incorporación de distintos avances tecnológicos y mejoras funcionales. Con el anhelo y objetivo de elaborar mejores vinos que aspiran a ser iconos del potencial del Empordà en el mundo, el proceso de producción prioriza aspectos como la sostenibilidad, la calidad, el equilibrio o la diferenciación. Por un lado, la producción por gravedad originado por el desnivel de diez metros permite reducir al mínimo la intervención mecánica. Por otro, el innovador sistema Oresteo de Intranox permite el remontado sin bombas ni mangueras, gestionando el CO2 generado en la fermentación del vino. "La creación de la nueva bodega se razona y orbita sobre cuatro ejes fundamentales: el primero, hacer mejores vinos, en una apuesta por el territorio; el segundo, destacar el aspecto arquitectónico encargando el proyecto a gente joven y de la zona; el tercero, la sostenibilidad innegociable y por último el enoturismo para hacer una visita más emocional que masiva", recuerda Sanahuja.
Enoturismo poliédrico
La nueva bodega se integra en Peralada, un pequeño pueblo de algo más de 2000 habitantes situado en el corazón del Empordà que aloja un castillo del siglo XIV, un monasterio con una iglesia y un claustro góticos que posee una importante colección artística, un museo, un hotel de cinco estrellas, un wine spa, un golf y varios restaurantes (con el aval de los chefs Paco Pérez en la L'Olivera, y Javier Martínez, discípulo del desaparecido y admirado Xavier Sagristà, en Castell de Perelada, con Sol Repsol y estrella Michelin). Además, es el escenario de un acontecimiento operístico y de danza de referencia en Europa, el Festival Internacional Castell de Peralada fundado por Carmen Mateu en 1987, y se encuentra a pocos kilómetros de puntos tan relevantes como el Parque Natural del Cap de Creus o el Teatre-Museu Dalí de Figueres.
Las visitas a la nueva bodega se han concebido en la línea del enoturismo experiencial. Con un lento y silencioso descenso a las profundidades de la tierra, buscando una experiencia introspectiva donde la interacción es sutil y profunda. El recorrido alambicado por la bodega propone una experiencia inmersiva en las cinco fincas de Perelada y en el proyecto de arquitectura y sostenibilidad de RCR Arquitectes. El itinerario prosigue a través de pasarelas situadas a tres metros de altura para no interferir en las dinámicas de los equipos de enología. La luz cenital envuelve en un halo mágico este espacio para la excelencia, la creatividad y la experimentación enológica.
Emocionalmente verde
La remozada bodega, fue en 2021 reconocida como la primera bodega europea en obtener la calificación LEED® Gold –la mayor certificación mundial de edificación sostenible, concedida por el U.S. Green Building Council (USGBC)–, que acredita los altos estándares de sostenibilidad y eficiencia que sus instalaciones cumplen en su construcción, funcionamiento y mantenimiento. Entre los pilares del proyecto se hallan el empleo de la geotermia, el consumo eficiente de agua y electricidad, la elección de materiales y procesos sostenibles, el aislamiento térmico y el predominio de la iluminación natural.
Los fundamentos de la bodega con cimentación a gran profundidad permiten la interacción con capas geotérmicas. El edificio dispone de 538 pilotes a una profundidad de entre 8 y 20 metros, 331 de los cuales se utilizan como intercambiadores térmicos con el terreno con el fin de reducir los consumos de calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria —minimizando el consumo energético con un ahorro de cerca del 37%
Desde una visión integral del ciclo del agua, se reduce tanto dentro del edificio —con la combinación de grifos eficientes y agua pluvial— como fuera —al utilizar un sistema de riego eficiente y aprovechar el agua de lluvia para la jardinería—. Además, el depósito de acumulación de agua pluvial de 700 m3 y la red de drenaje que facilita la infiltración del agua hacia el subsuelo dentro de la propia parcela favorecen el ciclo natural del agua y reducen la saturación del alcantarillado y las depuradoras. El edificio emplea una iluminación de muy bajo consumo y favorece la entrada y el aprovechamiento de la luz natural a través de la cubierta y mediante un sistema de gestión avanzada. Asimismo, el 100% del consumo eléctrico corresponde a energía renovable certificada. Lo recuerda el arquitecto Rafael Aranda: "Teníamos claro que esto es una industria, pero que había que dotarla de alma , que tenga la mayor esencia posible unida con un hilo de honestidad a la falta de ostentación y al buen funcionamiento de todas sus partes".
En clave de materiales, la bodega también ha incorporado criterios ambientales, con la que se da preferencia a los reciclados y de extracción y producción local con el propósito de reducir la huella ecológica del edificio. Asimismo, toda la madera utilizada tiene el certificado forestal FSC® Forest Stewardship Council (sello de referencia mundial de garantía de madera certificada de calidad). Y en el horizonte, el centenario de 2023, en el que la bodega será sede fundamental de unos fastos que engarzarán grandes vinos con arquitectura sublime y discreta. "Habra un vino conmemorativo... entre otras muchas cosas", recuerda Javier Suqué mientras damos cuenta de un estupendo carro de quesos en el Castell de Perelada Restaurant (una estrella Michelin), y que a buen seguro también acogerá brindis y parabienes por los 100 años de la casa gerundense.