VUELTA AL ORIGEN
Vins Familia Ferrer: raíz y apoteosis de romanticismo
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En clave de tributo, homenaje y de retorno a las raíces hay que enmarcar los cavas y vinos tranquilos de la Familia Ferrer, soberbio esqueje de Freixenet que trabaja con denuedo y mimo en el Alt Penedès. Javier Caballero
"Lo que estáis bebiendo es historia, el resultado de décadas de elaboración y la unión de dos familias: los Ferrer y los Sala". Y frente a nosotros en un cata orquestada en el templo Zalacain (Madrid), los fabulosos y románticos cavas de Vins Familia Ferrer, así como unos soberbios vinos tranquilos que hablan de terroir, paisaje y mimo extremo. Quien explica el relato, el presente y los horizontes de esta casa del Penedês es José María Ferrer, quinta generación de la saga, CEO del sello catalán y que tuvo la sensata audacia en 2008 de asir el timón de este proyecto singular. Sin cumplir los tres lustros, ya cuentan con 21 hectáreas siguiendo las directrices de la agricultura ecológica, con otras 15 en conversión si de cavas hablamos. También mandan los parámetros de la viticultura regenerativa, que persigue recuperar suelos y amplificar la influencia de la biodiversidad en la calidad final de los vinos. “Volver al origen implica entender lo que nos ha traído hasta aquí y cómo tenemos que seguir. Nuestro propósito es conseguir que los vinos y cavas de la familia Ferrer expresen este origen, el de las viñas de altura de Mediona (Alt Penedès) y su especial microclima", añade Ferrer.
El proyecto arrancó en 2018, pero enraiza siglos atrás. En 1616 llegó el primer Ferrer a La Freixeneda y dos siglos después los Sala arrancan la producción de vinos con su propia marca. Hay que esperar a la Gran Guerra para que los ya hermanados por lazos de sangre Ferrer Sala se lancen a elaborar cava, espoleados por la carestía de champagne que provocó la contienda. "La guerra paró la producción en Francia. Y lo nuestro fue un boom. Pasamos de vino tranquilo a hacer espumoso y dar el gran salto con la marca por todos conocida, el mayor productor de cava del mundo, que es Freixenet, que fue confundada por la gran matriarca Dolors Sala", detalla Ferrer. En 2008, como esqueje de Freixenet, nace Vins Familia Ferrer, que supone un regreso al punto de partida, al romanticismo, a la independencia, a la autoría. De resultas, los emblemáticos cavas de Can Sala. Allí se alumbró el nacimiento de las primeras botellas de Freixenet en 1914 y ahora esta antigua bodega se ha recuperado para la producción de los exclusivos Cavas de Paraje Calificado Can Sala. Un tributo que ya ha tenido reconocimientos ilustres. Hace dos años, y en escrupulosa cata a ciegas que testó más de 1000 referencias, Can Sala 2008 fue elegido por la revista especializada The Drinks Business como mejor vino espumoso del planeta. Con anatomía de xare·lo y parellada, siempre 100% de finca y brut nature, hoy es un cava barroco, clasicón, cremoso y ahumado, con una burbuja crujiente y una larguísima guarda de una década –el mínimo es 120 meses de crianza en rima– donde su frescura tensa la boca y alarga el viaje sensorial. Bravísimo, joven pero insolentemente maduro. Todo es tan romántico y en clave de homenaje que se respeta la tradición de antaño: la recogida de las uvas se realiza de forma manual y se utiliza la prensa de madera originaria de la bodega, que data de finales del XIX y que fue la primera en ser homologada por la Champagne.
Can Sala condensa la esencia de Mediona y reivindica la identidad del terroir. Montaña, bosque, viñedos... Aparte de Can Sala, el otro hijo de este tributo lleva por nombre Vinyes de Can Sala. Con una crianza mínima de 72 meses, las producciones están limitadas a las 10 000-15 000 botellas, siempre en función de la calidad de la cosecha. Como summum, todas las añadas que han salido a la venta se han reeditado en la colección Can Sala Añadas Históricas (de 2004 a 2008), que solo se producen bajo pedido y permitan auditar cómo el paso del tiempo, la evolución, delatan los cambios en la naturaleza y la climatología.
En paralelo a estas joyas burbujeantes, en la finca La Freixeneda se consagra la familia Ferrer a los vinos tranquilos. Todas las referencias se alumbran bajo el paraguas de la DO Catalunya y también se enmarcan en clave de homenaje al patriarca Josep Ferrer. Su vinificación habla de denuedo y detalle con la pinot noir, la garnacha tinta y de cierto proceso de deshidratación-pasificación de la cabernet sauvignon para robarle toda su fragancia y sabor. La crianza en bodega es de un mínimo de cuatro años en barrica de roble no tostado. Un detalle más: se coronan todos sus vinos tranquilos con tapón de cristal para procurar una evolución lenta y sosegada. Josep Ferrer 2015, Costers del Anima 2019, Gloria Noguer 2019 son sus tintos; Cau dels Penitents 2018 y Macabeo Granit 2019 (ambos 100% macabeo) y Camí del Sagrament 2018 (100% xare·lo), sus blancos.
Asimismo, Vins Familia Ferrer desarrolla otro proyecto más en el Priorat. Dominan una finca de 13 hectáreas en el Bellmunt del Priorat, con viñedos ecológicos de garnacha tinta, blanca y cariñena. Su vino estandarte lo bautizaron Prior Terrae. Estupendo el 2017, de solo 3 000 botellas, un paso de 12 meses por roble francés de grano fino. La gama la completan El Vol de l'Aguila 2019 (garnacha tinta y cariñena) y su hermano homónimo de garnacha blanca.