Escapada

Arribes del Duero: oasis fronterizo pleno de vinos singulares

Lunes, 21 de Noviembre de 2022

Una lengua fluvial que se precipita de norte a sur 120 kilómetros; unos viñadores heroicos que tratan de levantar una tierra despoblada y hermosa; los Arribes del Duero delatan una realidad agreste pero esperanzadora, plena de historia, gastronomía y vinos singulares. Javier Vicente Caballero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto

[Img #21150]Entre cañones fluviales y con la brisa del aleteo de buitres leonados y alimoches discurre la plácida vida junto a los viñedos de los Arribes del Duero. Un enclave fronterizo marcado por esa cicatriz líquida y hermosa que rasga vetas de pizarras y que separa dos países cercanos y antagónicos a la vez. Los separa con paredes y cañones de granito que se miran en el espejo de un serenísimo Duero. Alejados del mundanal ruido, parapetados en los confines de las provincias de Zamora y Salamanca, los Arribes (“las” Arribes en la vertiente charra) aglutinan una nutrida oferta de historia, naturaleza, arquitectura, gastronomía y enoturismo. “Bienvenidos al lejano Oeste”, nos saludan con cierto sarcasmo ante el proverbial aislamiento (y desconocimiento) de estos confines interesantísimos y con una Ruta del Vino en la que figuran 67 socios y nueve bodegas. Entre todos ellos tratan de poner en valor esta zona que, entre vaciamientos, despoblaciones y trueques en los cultivos ha perdido el 90% de su extensión de cepas: de 3000 hectáreas a solo 300 en apenas una década. Cual galos de Vercingétorix, estos irreductibles arribanzos, que fueron históricos vetones, muestran hoy con orgullo su singularidad y sus horizontes, duros y esperanzadores. También la recuperación de sus variedades autóctonas. Realizar con sigilo el crucero medioambiental que sale de Mirando do Douro ayuda a comprender la realidad abrupta y tortuosa de este enclave en los confines, antes de enfilar nuestra proa hacia la villa de Fermoselle.

 

Bodegas judías

 

[Img #21156]Judía por los cuatros costados, tuvo Fermoselle más de 1800 bodegas domésticas hasta el siglo XIV, donde muchas de ellas contaban con siete peldaños hasta el pozo por aquello del número mágico de la Torá. La localidad ejerce de despensa de la comarca del Sayago, siendo Conjunto Histórico Artístico y Reserva de la Biosfera. En bodegas Pastrana nos dan cuenta de origen tan pétreo y hebreo. “Esta bodega data de 1760 y se construyó, como muchas otras, con material del castillo, sillares de la antigua muralla y la judería. Los judíos eran los encargados aquí de comerciar con el vino. Aquí está la calle llamada del Montón de Tierra, empedrada, en desnivel, donde se encontraban muchas bodegas”, comenta Juan Alfonso Carvajo, su enólogo. Pastrana fue rehabilitada como bodega en el corazón de Fermoselle en 2009 y cuenta con nueve hectáreas de viñedo propio, todo en vaso, y con 80 años de edad. Sus uvas, juan garcía, rufete y tempranillo como tintas; doña blanca y verdejo como blancas. A pocas serpenteantes calles nos topamos con Thyye Jensen, un danés que es el actual y sorpresivamente presidente de la DO Arribes del Duero. “Trabajaba en una empresa de energía que explora gas y petróleo en el mar de Dinamarca. Me aburría muchísimo. Y como me encantaba el vino me puse a buscar dónde comprar viñedo. Visité Francia, Ribeira Sacra, Toro, la Sierra de Salamanca… Al final acabé aquí porque el precio era realmente barato”, comenta. Después de aquel trato, Jensen cuenta con ocho hectáreas y saca al año 30 000 botellas con su bodega Frontio. “Soy el loco danés. Mi estilo es ligerito, suavecito”, explica. La juan garcía despliega fragancias de violetas, tierra mojada, animalidad… Tiene una acidez estupenda en boca y resulta muy mediterránea, indisimulada. Entre sus hitos, Follaco 2020 (“follaco” alude al gentilicio de los fermosellanos en viejo idioma mirandés) elaborado con tempranillo, juan garcía, rufete y bruñal, un naranja bautizado Puesta en Txus, Bicholú 2020 (pura juan garcía) y un rosado de lo más divertido.

 

Poco... Pero a la vez todo

 

[Img #21153]Otros que se la jugaron por amor a estas tierras y al vino que de ellas extraen fueron José Manuel Benítez y Liliana Fernández. Ingenieros de montes ambos, esta pareja sentimental de nuevos viñadores se halla detrás de El Hato y el Garabato, una firma que ya anda de boca en boca entre los winelovers y los fans de ir a contracorriente. “El nombre de la bodega remite a un pasaje del Quijote, donde Sancho fía todo a un hatillo y a un palo, que resulta poco, pero a la vez lo es todo. Los Arribes son una rareza, tradicionalmente aislada por ubicación. Esto es pobre, con producciones ridículas de cualquier cosa que plantes. La extensión de viñas siempre ha sido pequeña, consumo propio. Otra cosa eran las cooperativas de [Img #21158]Fermoselle o de Valdealávila, que además siempre han buscado volumen. Somos tierra de viñas mezcladas e históricos claretes, mucho trueque y poco comercio”, desgrana Benítez mientras paseamos por sus viñedos en Villar del Buey, un terreno arcilloso y de canto rodado a 800 m de altitud. Probamos in situ un soberbio blanco, su Eclético 2020, monovarietal de puesta en cruz, sin maderas ni pieles y de fermentación espontánea. En boca, sabor salino, ecos de albariza, frescura y poco grado. Ya andan trasteando con el sabio inquieto Raúl Pérez, amigo de la pareja, en nuevos proyectos. En el lar del matrimonio, una casona sayaguesa del bisabuelo en Formariz, se acomodan los tanques de inox. Y en el pajar descorchan su amable Cotexia, su Naranja Ecléctico (con palomino), su mordaz Sin Blanca, su Rosado La Xefa y su parcelario De Buena Jera (algo de juan garcía, rufete, bastardillo, 14 meses de barrica usada…). No son vinos de paisaje. Son vinos de elaboración, paciencia, fe y denuedo.

 

Espantabrujas

 

[Img #21155]En algunos tejados de Villarino de los Aires (Salamanca) disponen damajuanas en los tejados para espantar a las brujas. Desde muchos de ellos se puede avistar La Rachita, la casa hotel donde viven hoy los trabajadores de la central hidroeléctrica, que robó muchos currantes al viñedo. En derredor, cultivos de manzanilla y cornicabra. También algunos verdes de vid moteando los cerros. En la vieja cooperativa de Campo San Roque se ubica la bodega Viña Romana, donde José Luis Flores elabora solo referencias tintas. Saca pecho de Botón Real, que vende a China con un precio que supera los 200 euros y que es 100% bruñal. “Hablar de la bruñal es fácil: no hay que estropearla. Elaboras tradicionalmente y ella te lo da todo. Fruta, cuerpo, tanicidad, grado, largura… En viña es dura, con un perfil muy mediterráneo”, asevera Flores. A pocos kilómetros, en Aldeadávila, se ubica la bodega Arribes del Duero. Su responsable, Ernesto Egido, se lamenta de algunos de los males que aún acucian a estos parajes. “A menos de 80 céntimos el kg de uva no se puede, es inviable atraer a los jóvenes para que recuperen esta tierra. Al final la gente acabó plantando otras cosas. Afortunadamente la cosa va cambiando. Nosotros hemos sacado este año 50 000 litros de un bruñal buenísimo. Tenemos que potenciar la juan garcía y también la variedad bastardillo chico”, apostilla Egido, presidente de la cooperativa local, en la que “somos 50 socios, pero que metan kilos de uva, solo 20”. Su Secreto del Vetón, un buen bruñal de viñas viejas.

 

Paisaje conmovedor

 

[Img #21152]Muchos de los encantos de esta franja sur de los Arribes también vienen marcados por La Raya, la frontera del Duero a decir de nuestros vecinos lusos. Imposible no subir al Mirador del Fraile y no perder el resuello ante el espectáculo de la ingeniería civil más colosal, donde el hombre ahorma el cauce del río con un estilo arquitectónico contaminado de ideología. En San Felices de los Gallegos encontrará el viajero el Lagar del Mudo, del siglo XVIII, un Castillo intacto y sabrá por qué la variedad zorzal es religión, como pasa en Ahigal de los Aceiteros. Allí, con su vino de garaje por bandera, Enrique Robles y Mari Carmen Márquez elaboran su Quinta Las Velas, “un vino de pizarra, de las laderas de la depresión del río. Una hectárea de bruñal es un capricho, donde cada racimo no llega ni a 100 gramos de peso. Vendimiamos a mano en cajas de 10 kilos. Este pueblo es una cooperativa sin papeles donde nos ayudan las señoras en la mesa de selección”, cuenta con gracejo Robles a la sombra de la más al sur de las bodegas de las Arribes. Su Bruñal 19 saca una acidez perfecta, con nervio justo y boca espléndida. Con él se acompaña una ensalada fresquísima de cítricos, y los premiados Quesos de Hinojosa. Se viene a la mente una alianza perfecta con un bacalao a la tranca con AOVE de Fermoselle, si bien el embrujo dramático del Duero ejerce como el mejor maridaje posible en estas tierras bellamente aisladas, aisladamente bellas.

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.