Santiago Rivas

Statu Quo

Lunes, 02 de Enero de 2023

Normalmente a Sobremesa vengo a exponer teorías, conceptos o sugerir recomendaciones, pero esta vez solo transporto dudas. Santiago Rivas

Dudas generadas por las posibles consecuencias que genera el consumo iniciado, espectacular, este que compra, y bebe, vinos según la imagen que quiere proyectar de sí mismo, lo que vengo concisamente a denominar wineloverismo. Este tipo de praxis, concretándolo exageradamente, se podría basar en que hay vinos que nos hacen quedar bien y otros que nos hacen quedar mal.

 

Las referencias elegidas no obedecen a un discurso vacío, ni a un estúpido coaching (perdonad la redundancia); todos los vinos de culto que yo conozco presentan una base real: están muy buenos. Otro tema es que su foco sea exagerado o existan otras referencias que debieran recibir también parte de esa atención y, por lo que sea, no la reciben. Lo voy a decir de otra manera: las referencias que gustan al iniciado no son producto del lenguaje publicitario, ni un caso de alucinación colectiva. Si fueran una aparición mariana podríamos tocar a la Virgen o, al menos, grabarla con el móvil.

 

Si esto ha quedado claro puedo continuar, si no vuelve al principio del texto. La duda me surge en lo que ocurre si hay un cambio en el productor que modifique la calidad del producto al que se rinde pleitesía. Y el dilema lo tengo en ambas direcciones.

 

Si una bodega es de culto ¿puede perder su condición?

 

Por ahora no parece que sea así; este fenómeno es reciente (me refiero a las explosiones miméticas de tendencia de consumo generadas por las redes sociales).

 

En los casos en los que ha habido cambios en la identidad del elaborador, no parece que se haya traducido en un menoscabo reputacional de la marca. Clos Rougeard pasó de ser el proyecto de dos hermanos "tatuados" al terroir a la propiedad de una empresa de lo más poderosa y estigmatizable, pero sus vinos siguen siendo objeto de deseo, y, por tanto, de especulación internacional. En España, Emilio Rojo ha pasado a ser la joya de la corona de las bodegas de Pago de Carraovejas y tampoco observo que se haya incoado un auto de fe.

 

Por tanto, de modificarse en algo la percepción de los iniciados en estos vinos, no pasa por el contexto si no por la calidad del líquido y, en ambos casos, no parece que eso esté en peligro. En principio, los winelovers están más al vino de lo que podría parecer

 

¿Seguro?

 

Esto querría decir, acudiendo a la siempre luminosa vía negativa, que en el caso contrario también funcionaria: si una bodega nos tiene acostumbrados a vinos de un nivel poco llamativo y, por la razón que sea, empieza a dar un salto de calidad en sus creaciones, debería llamar la atención de ese consumidor iniciado. Al probarlos, sus prejuicios serían cosa del pasado, por lo que sería posible una escalada desde la categoría de vino denostado a adorado.

 

[Img #21406]

 

Yo solo conozco un suceso de está índole, y el de la bodega navarra Viña Zorzal. Si hace alguna década era una estructura grande, con capacidad para hacer un millón de botellas de referencias poco valoradas, ahora, reduciendo drásticamente su producción, elevando su nivel y cuidando su presentación, han conseguido la admiración y seguimiento del bebedor.

 

Pero claro, no sirve del todo este ejemplo, dado que los años menos brillantes de esta bodega no son contemporáneos a la aparición del consumo estético conectado.

 

Por tanto, no llegamos a disponer del precedente que constate que, para salir del pozo del ninguneo winelover, baste solo con mejorar el contenido. Sin duda, sin esa mejora sí que no hay caso, pero puede que se tengan que dar mas circunstancias.

 

Resumiendo: no soy capaz de dar con un ejemplo de bodega de culto que ya no lo sea ni lo contrario.

 

Estemos atentos, comentemos y bebamos.

 

Vaya época para estar vivos, sobremesers.

 

 

 

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