Visión moderna y apasionada

Muere Javier Zaccagnini, el melómano del Duero

Lunes, 09 de Enero de 2023 Actualizada Martes, 10 de Enero de 2023 a las 13:39:57 horas

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El bodeguero de origen andaluz falleció ayer tras una grave enfermedad a los 69 años y habiendo encarrilado su proyecto más personal, Sei Solo, junto a su hijo Michael. Raquel Pardo

Ingeniero industrial, nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz) y educado en el seno de una familia donde no había costumbre de beber vino. Con estos mimbres, poco se podía adivinar sobre la trayectoria vinícola de Javier Zaccagnini en la Ribera del Duero, región en la que se ha convertido en un nombre para la historia de la Denominación. Tristemente, Zaccagnini falleció ayer, domingo, a los 69 años, dejando tras de sí una brillante carrera en el mundo del vino, que llegó a convertirse en su pasión, compartida en entusiasmo con la música, otra de sus perdiciones.

 

La pérdida de Zaccagnini ha dejado una triste huella en el mundo del vino, en el que se le apreciaba y donde se le consideraba uno de los personajes más relevantes del ribera más actual. “Se ha ido feliz por haber puesto en marcha su proyecto personal (Sei Solo) junto a su hijo Michael y estaba haciendo lo que más le gustaba”, comenta el enólogo Mariano García, amigo personal y socio en Aalto, bodega que fundaron juntos en 1999, aunque Zaccagnini se desligó de ella en 2018. “Era un hombre paciente, amable, inteligente, siempre con ideas, con una personalidad muy suya, muy “javierana”; siempre ha tenido mucho carisma y, cuando nos planteamos Aalto, pensé que no era mal compañero de viaje”, recuerda el enólogo vallisoletano.

 

[Img #21445]Y es que Javier Zaccagnini era un tipo inquieto, creativo, que empezó a interesarse por el mundo del vino casi por casualidad, ya que en su casa, comentaba en una entrevista para el Consejo Regulador de Ribera del Duero, no había costumbre de beber vino, pese a ser descendiente de bodegueros andaluces de la casa A.A. Sancho. Había estudiado ingeniería industrial y cursado un máster en dirección de empresas, pero el intenso trabajo ejecutivo terminó por hacerle poner en una balanza la vida personal y la profesional, y el vino se cruzó en su camino. El fundador de Vinoselección, Massimo Galimberti, recuerda cómo Zaccagnini entró profesionalmente en el vino de manos del club, desde el que pasaría a ocupar un puesto como director en el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero y consolidando su entrega al universo vitivinícola. Galimberti habla de él comentando que “en todo lo que hacía había rigor y competencia, honradez, entusiasmo y generosidad. Hombre de horizontes amplios, era un apasionado por la música”, y añade “el mundo del vino ha perdido mucho” con su inesperada muerte.

 

De la misma opinión es el actual secretario general del Consejo Regulador de Ribera del Duero, Alfonso J. Sánchez, quien considera a Zaccagnini un buen amigo y un mentor “ejemplar”, y califica de “imborrable” el recuerdo que deja el bodeguero y una “pérdida irreparable” para el vino de la región “por lo que supuso su gestión con métodos actuales implantados ya en el 92”, pero, añade, también “por su personalidad, su carisma, su creatividad, su humildad y su generosidad”. A su llegada al Consejo Regulador, el exingeniero implantó cambios que elevaron la estructura profesional del organismo, poniendo en marcha el departamento de comunicación y promoción y llevando a cabo las primeras acciones promocionales del Consejo Regulador en el extranjero. Sánchez recuerda especialmente la del año 92 en el Reino Unido, en la que se contó con la participación de la soprano Montserrat Caballé.

 

Y es que la música fue, junto al vino, la gran pasión de Zaccagnini. Intérprete frustrado, aunque concienzudo (llegó a aprender hasta tres instrumentos, aunque no terminó de titularse en ninguno de ellos), la música y el vino confluían para él en muchos aspectos, principalmente, en la armonía. Pero hablaba de interpretación de la añada, de complejidad… términos que podía usar indistintamente para cualquiera de las dos disciplinas.

 

Consideraba al vino un modo de vida y en Ribera se encontraba a gusto porque veía una comunidad donde “todos somos amigos”. Amistad larga trabó con la familia García, con la que cofundó Aalto, y su hijo, Michael, enólogo titulado, se formó junto a Mariano García tras haber viajado a distintos países vinícolas para conocer otros estilos y lenguajes del vino.

 

Para Zaccagnini, el vino era técnica, pero tenía una parte intuitiva y creativa, una búsqueda de la perfección que, por otro lado, era inalcanzable y permitía al elaborador seguir persiguiéndola durante toda su vida.

 

Tras fundar Aalto, marcó un antes y un después en la consideración de la verdejo como una variedad de grandes vinos al poner en marcha Ossian, junto al viticultor Ismael Gozalo, en 2005, un proyecto del que vendió su parte en 2013 a la familia Ruiz, propietaria de Pago de Carraovejas. De él, dice Pedro Ruiz que recuerda la compraventa de la bodega y, desde entonces, entablaron una buena relación: "Siempre me pareció un hombre culto, apasionado del vino y con una gran capacidad para la venta". Lo califica de conocedor de mercados internacionales y como un hombre de gustos refinados para la música clásica, la gastronomía y los grandes vinos. Despierto, con una conversación amable, comenta el CEO de Alma Carraovejas que "aún no me creo que ya no esté; permanecerá paara siempre en nuestro recuerdo y su legado tendrá la continuidad que Javier deseaba en la persona de su hijo Michael".

 

La cima de su carrera, su obra maestra, llegaría en 2007 con las primeras elaboraciones de Sei Solo, junto a su hijo Michael, un proyecto en el que buscaba finura y elegancia sobre la potencia y estructura habitual de los vinos de la Ribera del Duero partiendo de distintos viñedos en el entorno de La Horra, cuyos frutos calificaba de “auténticos miura”. Sería la añada 2011, aquella en la que Zaccagnini se acercaba al vino que tenía en la cabeza, la que saldría a la luz, dos años más tarde.

 

Quienes lo conocieron hablan de él como un hombre culto, feminista, progresista, con una mente creativa y de cierto carácter renacentista. E inquieto, una cualidad que le llevó a no querer conformarse y buscar nuevos proyectos que su prematura muerte ha dejado en el tintero. Bach dijo en alguna ocasión que era fácil tocar cualquier instrumento musical: todo lo que había que hacer, aseguraba el alemán, era “tocar la tecla correcta, en el momento adecuado y la música se reproducirá sola”. Si se traslada esa enseñanza al vino, es posible que Javier Zaccagnini hubiera sido de la misma opinión que el maestro: él tocó la tecla correcta en el momento preciso, no sin antes haberla ensayado y escuchado hasta la extenuación.

 

 

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