Santiago Rivas

El Sonido Vino

Sábado, 28 de Enero de 2023

Una de las múltiples comparaciones en las que salimos perdiendo, con respecto a la gastronomía sólida, es esa relativa a la descompensada capacidad mediática entre un sector y otro. Santiago Rivas

Se nos suele tildar de poco espabilados dado que el mundo del vino no tiene ni concursos, ni realities, ni programas de televisión y solo en el campo documental podemos competir por calidad que no por cantidad. Encima, si cada vez que me han soltado la estupidez esa de “aquí os falta un Karlos Arguiñano del vino” me dieran un euro, ya tendría para toda la gama de Romanée Conti (incluyendo el Montrachet). Esta acusación, de falta de ideas o de ausencia de un personaje mediático vinero, a veces nos lleva a reaccionar desde el victimismo de una manera poco reflexiva.

 

Nuestro mejor argumento suele ser que, al ser el vino una bebida alcohólica, las limitaciones legales para su divulgación televisiva generan una competencia desleal insalvable en relación con un programa de croquetas.

 

Siendo cierta, esta idea no explica, ni mucho menos, nuestra desventaja, y más teniendo en cuenta que el modelo televisivo enosegregacionista se reproduce en plataformas de consumo bajo demanda cuya aludida reglamentación se la trae al pairo. Si no hace falta una WineStar, ni una enmienda legislativa, entonces ¿Qué necesitamos?

 

Lo voy a explicar desde mi experiencia. Vuelve mi aclamado empirismo escéptico.

 

[Img #21482]Actualmente ando enredando para conseguir ese Santo Grial que es vender un formato audiovisual a una plataforma, o televisión, y me he topado con la dura realidad, consistente en que no se me ocurre nada original; y ya no original: no se me ocure nada ni siquiera mínimamente atractivo y que sea coherente a la vez. Si en el mundo de la cocina se han parido numerosos formatos, en el del vino solo se me ocurre el modelo “Echanove”. El modelo “Echanove” es aquel en el que te plantas en una bodega, te la enseñan, la saqueas, dices que todo muy rico y a pensar en la siguiente razia.

 

De hecho, con matices insustanciales, este es el único tipo de programa de vino que he visto que existe. Nosotros no podemos cocinar un vino, no podemos crearlo en lo que dura un programa.

 

Por otra parte, ver catar un vino es bastante menos emocionante que alucinar con un “león come gamba”; no hay ingredientes que comprar ni variantes que realizar: el vino es un producto acabado. Esto sin dejar de mencionar que enseñar el proceso de elaboración de un vino es, objetivamente, también menos divertido que el de enseñarte a hacer una rica hamburguesa.

 

Por buscar un ejemplo musical: si un cocinero o divulgador gastronómico puede hacer de músico y de DJ, nosotros solo podemos hacer de lo segundo.

 

Tampoco es un asunto menor; de hecho ya hay locales que, no sé si de una manera consciente, se han dado cuenta de esto y están haciendo auténticas sesiones, con sumilleres y variantes como invitados, para que un día en concreto pinchen (descorchen) música (vinos) de su elección.

 

Podemos hacer girar (beber) discos (vinos), no crearlos.

 

Traigo a colación ese momento de la peli de culto “24 Hour Party People” de Michael Winterbottom en la que se verbaliza un cambio de paradigma.

 

“¿Ves? Están aplaudiendo al DJ. No la música, no el músico, no el creador, sino el medio. Eso es todo. El nacimiento de la cultura rave. La beatificación del latido. La era de la danza. Este es el momento en el que incluso el hombre blanco comienza a bailar. Bienvenido a Manchester.”

 

La analogía es total.

 

Si hubo un sonido Manchester o Valencia, nos toca encontrar nuestro sonido generacional del vino.

 

Ahí hay algo.

 


 

Foto de Zac Bromell en Unsplash

 

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.