Reivindicación justa y necesaria

“Y a la viña también”, una mirada certera y sencilla a las mujeres viticultoras

Martes, 31 de Enero de 2023

El pasado 19 de enero, el showroom de Península Vinicultores en Madrid acogió un pase de Y a la viña también, el corto documental de Irene Guede que refleja cómo han vivido y viven el campo las mujeres viñadoras del pueblo navarro de San Martín de Unx. Raquel Pardo

Iba para ingeniera agrónoma, pero el cine se cruzó en su camino, aunque no consiguió enamorarla tanto como el vino, y el viñedo, lo llevan haciendo desde hace unos años. Es este, quizá, un curioso giro del destino, en el que el cine la aparta del campo y son la viña y el vino quienes vuelven a ponerle los pies en la tierra; esta vez, a través del cine y el storytelling. Irene Guede, “La Chica de la Garnacha”, es una mujer de cámaras tomar que ha decidido poner el foco en las mujeres viñadoras en su reciente documental “Y a la viña también”, que ya se está estrenando en foros vinícolas españoles y pronto se verá en streaming.

 

El pasado 19 de enero, Guede viajó a Madrid para asistir a un pase privado de este corto a iniciativa del enólogo Tao Platón, de Península Vinicultores. En la película, varias generaciones de mujeres viñadoras van desfilando ante el objetivo para contar su experiencia, cómo vivían el campo entonces y cómo lo trabajan ahora en un pueblo, San Martín de Unx, conocido por la actividad de sus cooperativas vinícolas, en las que colaboraban hombres y mujeres, aunque estas últimas, siempre en un discreto segundo plano.

 

Y a la viña también se rodó en junio de 2021, todavía tiempo de mascarillas, y tras ella está la asociación de mujeres Garnatxa y el Ayuntamiento de San Martín de Unx, quienes quisieron producir la película para visibilizar a las mujeres rurales del municipio. Un paso necesario, ya que, según afirma Irene Guede, al buscar documentación para el rodaje, no aparecen datos sobre ellas en los registros. Hasta los 80, no existen documentos oficiales sobre su labor en el campo.

 

[Img #21517]“La mujer, pues doble; si ibas a la viña, pues las dos cosas”, se escucha en off en uno de los comentarios de las protagonistas. Amparo Muruzábal se acuerda de cómo iba todo el mundo a vendimiar, incluso los niños, que esos días faltaban al colegio, porque “la vendimia era como sagrada”. María Luisa Marco cuenta que, al casarse con su marido, viticultor, tuvo que irse a San Martín de Unx y dedicarse a la bodega y la viña, lo mismo que Isabel Valencia, agricultora por decisión propia, que recuerda cómo adelantó en una ocasión a un tractorista que, al ver que era una mujer, se cogió un monumental cabreo. Leticia Bueno es ingeniera agrónoma en una bodega local y ya de niña iba con su padre a descargar uva de la vendimia en la cooperativa. María y Yoana Abete heredan ahora la tradición vitivinícola de su padre y la continúan en la bodega que lleva su nombre, Máximo Abete. María Pilar Zapata no se olvida de que a las mujeres no se les encargaba podar, pero sí recoger los sarmientos, porque no tenían tanta fuerza como un hombre para coger las tijeras. Josefina se lamenta de no haber podido estudiar porque en su época ni se planteaba y, sin embargo, ella sí ha animado a sus hijos a cursar estudios para poder dedicarse a otra cosa que no fuera el campo. Estos son solo algunos de los testimonios que ponen de manifiesto cómo la viticultura ha sido una labor compartida en la que los hombres han sido quienes se han alzado con el protagonismo mientras ellas han mantenido el anonimato, hasta el punto de que no se las dejaba ni cotizar en la Seguridad Social o se les ponían trabas para profesionalizar su labor.

 

[Img #21518]La directora, quien presenta también un podcast sobre el mundo vitivinícola llamado La Filoxera y ya ha tenido el reconocimiento internacional en Oenovideo por su fabuloso corto documental Las Podas Olvidadas (2018), recuerda que ellas mismas no entendían muy bien eso de darles protagonismo: “No se reconocían a sí mismas como trabajadoras del campo”, comenta. De hecho, el título de la película es una especie de apostilla que alguna repite cuando se le pregunta a qué se dedicaban: a la casa, a los niños, a la familia… ah, y a la viña también, como si esto último, el sarmentar, el colaborar en la elaboración, el vendimiar, fueran algo, para ellas, que se daba por sentado que hacían, cuando la misma tarea, para sus esposos labradores, era claramente su profesión, su modo de vida. Por el documental van pasando mujeres de distintas edades que viven en el pueblo y que han sido esposas, madres o hijas y nietas de viñadores, que van contando su experiencia y cómo recuerdan, a veces emocionadas, esos momentos. Guede las retrata desde el respeto y la admiración y aprovecha para poner sobre la mesa otros asuntos, como el abandono rural, la educación de las nuevas generaciones de mujeres, la libertad que puede proporcionar trabajar en el campo (especialmente cuando la pandemia y el confinamiento están aún tan cercanos), la maternidad como el motor para continuar en el pueblo o el poco reconocimiento que se da a la colaboración de la mujer en las tareas del campo y, de paso, el poco valor que se otorga a las labores agrícolas. La directora comenta que, en ocasiones, ha percibido en sus testimonios esa sensación de que la mujer se siente una recién llegada, en este caso, al mundo del vino, cuando en realidad llevan el mismo tiempo, o casi, que los hombres: “Tenemos el mismo bagaje, para nada partimos de cero, y esto me ha reafirmado en mi convicción de que seguimos necesitando la igualdad, la necesitamos ya”. Añade que “tomamos ahora estas reflexiones de «necesito tiempo para mí» como algo moderno cuando hablamos de maternidad, pero la realidad es que no hemos avanzado tanto, nuestras madres y abuelas también lo necesitaban, porque estaban cuidando todo el rato, incluso, de las viñas”.

 

“Nos cuesta mucho más dar ese paso adelante, sentirnos que destacamos, por cultura o educación”, comenta Abete en la película, algo que refrenda Guede, quien considera que “hemos sido educadas para no destacar y el protagonismo no es lo nuestro, mientras que sí parece algo más instalado en el hombre, incluso, siendo mediocres”.

 

Por eso Y a la viña también, cuya banda sonora es una jota tradicional reinterpretada por la cantante Lya Lux, comienza con una dedicatoria a las “catatas”, gentilicio de San Martín de Unx, que reza: “A las que fueron. Por su esfuerzo, dedicación y entrega. A las que son. Por su lucha, valentía y compromiso. A las que serán, por que vuelen alto y libres”.

 

La directora confirma que posiblemente en marzo Y a la viña también se podrá ver por el público general en streaming desde una web propia, como ocurre con Las podas olvidadas. El documental ha ido proyectándose en festivales como Most o el Ciclo de Cine y Mujer Rural y foros sobre igualdad, donde ha generado siempre un coloquio posterior sobre los asuntos que se pueden ver en la pantalla. Y es que a la viña también… le hace falta igualdad y reconocimiento a la labor profesional de la mujer.

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.