Ribera con carácter
Dominio Basconcillos, un vino de altura y ecológico con identidad propia
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Un paraje único donde sintiera una total conexión con la naturaleza y pudiese crear un vino diferente. Eso buscó José María Basconcillos a finales de los noventa y lo encontró en el noreste de la D.O. Ribera del Duero. Un paraje solitario a 1000 m de altitud donde se trabaja en ecológico y aspira a obtener la DOP Vino de Pago. Ana B. Gabaldón
José María Basconcillos siempre ha mantenido una estrecha conexión con el campo y la naturaleza. Ligado a los campos de cereales palentinos, su tierra natal, provenía de una familia sin ninguna vinculación con el mundo del vino, pero las amistades que fue entablando con bodegueros le hicieron enamorarse de la vitivinicultura. Y a finales de los noventa decidió emprender su proyecto. El primer paso, encontrar el emplazamiento ideal. Tendría que ser un lugar en el que sintiera una profunda conexión con la naturaleza, con unas características únicas que le permitiesen elaborar un vino diferente. Lo encontró en el conocido como Paraje del Alto del Cura, en Gumiel de Izán (Burgos), la zona noreste de la Ribera del Duero. Un paraje entre montañas, sin bodegas vecinas y a una altitud de 1000 m, que tan solo cuatro años antes no formaba parte de la D.O. Se situó en el centro de la parcela e imaginó cómo serían esas tierras en 20 años, cubiertas por un bonito jardín de viñas.
Hoy, María José y Carmen, hijas de José María, están al mando de Dominio Basconcillos y continúan con el legado de su progenitor; sin duda, un visionario. Por entonces, el año 2000, cultivar viñas a una altura de 1000 m se consideraba algo arriesgado. Sin embargo, en el actual contexto de cambio climático, los vinos de altura cotizan al alza. “Bodegas de Peñafiel vienen aquí porque necesitan esa frescura que aporta la altitud”, señalan desde la bodega.
Dominio Basconcillos nació comprometida con la sostenibilidad, y fue pionera en el cultivo ecológico -desde 2004 ostenta el certificado de vino ecológico-. Las instalaciones bodegueras se levantan en la misma parcela, con los beneficios para el medioambiente que ello supone, como la menor circulación de tractores, al tiempo que facilita el cuidado de las uvas para la mejor elaboración.
No estamos ante una bodega fastuosa pensada para el enoturismo: la familia Basconcillos tiene otras motivaciones. Desea un concepto de bodega pequeña donde desarrollar un trabajo artesano y la atención máxima a cada detalle para conseguir la excelencia. De momento, cuenta con una tirada anual de 150 000 botellas. Aunque planean aumentar la producción en los próximos años, conforme las viñas se hagan mayores y brinden los frutos con la complejidad y profundidad que exigen. “No obstante, siempre nos mantendremos fieles a nuestra producción controlada y limitada”, apunta María José, al frente de la Dirección General de la bodega.
Proyectos de I+D para cuidar los suelos
En colaboración con las universidades de Burgos y Salamanca, la bodega ha desarrollado proyectos de I+D para la mejora de los suelos. “Utilizamos varias técnicas combinadas. Por un lado, está el Biochar, un carbón vegetal que se mantiene intacto durante un largo periodo de tiempo y sirve para crear estructuras en las que se alojan microorganismos. En estas estructuras se produce una gran retención de humedad, así nuestro suelo mejora en longevidad. Además, el viñedo se convierte en un sumidero de carbono. De este modo practicamos una agricultura regenerativa y devolvemos carbono a la atmosfera. Nuestro viñedo se trata como un bosque tropical”, explican Carmen y María José. “También realizamos un importante trabajo de ‘eco esquemas’ en el viñedo a través de la cubierta vegetal, tanto espontánea como sembrada por nosotros. Repoblamos los viñedos con plantas aromáticas. Y durante las tareas de poda, dejamos los restos en las calles para atraer animales y vegetales”.
La finca se ha convertido en un auténtico refugio de biodiversidad. “Creamos unas unidades funcionales de paisaje. Plantamos flores que actúan como fuentes de polen y néctar para los diferentes insectos, y estos realizan tareas de polinización y control biológico natural”.
Viticultura de precisión
El cuidado artesano para elaborar un vino natural, con los mínimos tratamientos, es el eje del trabajo de la familia, pero la tecnología también forma parte de la ecuación. La incorporación en el viñedo de la teledetección, que recaba información vía satélite, les permite conocer el estado vegetativo y las necesidades hídricas de las viñas de forma pormenorizada. “La añada 2022 ha sido complicada. Hemos sufrido varias olas de calor a pesar de la altura a la que nos encontramos. Pero la teledetección nos ha permitido regar cada planta lo justo, darle exactamente el agua que pedía, y finalmente hemos conseguido uvas de muy buena calidad”, apuntan.
Paraje único
Dominio Basconcillos alberga uno de los viñedos más septentrionales de la Ribera del Duero, y también de los más altos, si no el más. Un paraje con orientación sur, microclima, grandes contrastes térmicos entre el día y la noche y diversidad de suelos (arcillo-calcáreos, grava y arena). Características peculiaridades que han llevado a la familia a solicitar la certificación de vino de pago. Cuenta con 50 hectáreas de viñas en producción que jalonan suaves pendientes y en las que domina la variedad tempranillo. Pero también hay sitio para otras tres variedades: cabernet sauvignon, malbec y merlot.
Las hermanas destacan la magnífica expresión de la cabernet sauvignon en este terruño. “La altitud a casi 1000m implica una mayor exposición a la radiación solar, incluida la radiación UV. Esto nos permite acortar algo su ciclo vegetativo, y conseguir uvas de cabernet con una tersura única. Los hollejos se mantienen intactos hasta el día de la vendimia, conservando todo su potencial aromático y sin perder el nervio que después habrá que domar durante la vinificación y crianza en barrica nueva de roble francés”. Y añaden: “Nuestro cabernet está plantado en una zona estratégica de la finca. Absorbe todo el calor y la luminosidad del sol de la tarde, y esto ayuda al metabolismo de los compuestos piracínicos, eliminando cualquier nota de verdor característica de otros cabernets”.
Proyectan aumentar las viñas de esta variedad en la finca. Y también está en los próximos planes de la bodega plantar touriga nacional, la variedad reina del viñedo luso, una original apuesta. “Curiosamente, hay poca comunicación entre la Ribera del Duero y Oporto, y sin embargo estamos ubicados en el mismo valle del Duero”.
Viña Magna Crianza, el eje central
Ángel Calleja (Palencia, 1983) es el encargado de moldear los vinos en Dominio Basconcillos. Enólogo vocacional que aprendió a hacer vino de la mano de su abuelo materno, con aquellos majuelos centenarios de Valladolid donde convivían uvas blancas y tintas que después entraban juntas al lagar y se pisaban con los pies descalzos. Licenciado en Química, y después en Enología por la Universidad de Valladolid y por el prestigioso Instituto de Ciencias de la Viña y del Vino de Burdeos (Francia). Su inquietud y afán por conocer y profundizar en las elaboraciones de los grandes crus franceses, le llevaron a comenzar su carrera profesional en 2010 en diversos ‘châteaux’ de la región de Saint-Émilion y Pomerol, donde aprendió técnicas vitivinícolas de vanguardia. En Dominio Basconcillos trabaja siguiendo la premisa de máximo cuidado al viñedo y las uvas para obtener vinos de alta expresión.
Viña Magna Crianza, con una tirada de entre 50 000 y 60 000 botellas, es el vino bandera de la firma, y el vino con el que pretende representar más fielmente la personalidad del terruño. De la añada 2019 quedan pocas botellas. Y la añada 2020, con una producción algo menor, salió al mercado las pasadas navidades. En su composición participan las cuatro variedades cultivadas en la finca. Se obtiene de una doble selección de uvas en campo y bodega, cada parcela se elabora por separado con levaduras autóctonas, y envejece 12 meses en barricas de roble francés nuevas y seminuevas (de entre uno y tres años). El resultado es un tinto que combina sutileza, frescura, identidad y complejidad, con una textura sedosa y un final largo.