"El no sentirse querido es el gran conflicto del ser humano"
Antonio de la Torre
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Es un actor meticuloso que en cada nueva película devora a sus personajes hasta mimetizarse con ellos. Devoto de la cocina tradicional de su tierra malagueña y de los tintos de Rioja, este intérprete todoterreno vive el cine con una pasión sin límite. Pedro Javier Díaz-Cano
Sabedor de que le gusta el fútbol y de que sueña con poder encarnar algún día en el cine o la televisión al mítico Juan Gómez, Juanito, su paisano malagueño que jugó en el Real Madrid, lo primero que le espeto para romper el hielo es que es “el Diego Costa (el delantero más en forma del Atlético de Madrid) del cine español” tras los estrenos de La gran familia española y Caníbal. Al igual que le ha sucedido al ariete colchonero, Antonio de la Torre (Málaga, 1968) ha ganado con los años como los buenos vinos. De hecho, conoce bien el fracaso y trabajó como periodista deportivo en Canal Sur para evitar hacer papeles que no le gustaban. Ahora puede ganar el Goya al mejor actor protagonista por la interpretación de un sastre que asesina y devora a las mujeres que despiertan su apetito sexual en la película Caníbal.
Sería su segundo Goya, tras obtener el de mejor actor de reparto por AzulOscuroCasiNegro en 2006. Profeta en su tierra natal, casado con una funcionaria y padre de una hija de tres años, es un actor ‘caníbal’ que devora todos sus personajes interiorizándolos. Llegó a engordar ¡33 kilos! para su papel en Gordos, superando los 27 kilos que su admirado Robert De Niro ganó para encarnar al boxeador Jake La Motta en Toro salvaje. El actor malagueño ha hecho su primer trabajo en inglés en la superproducción francesa F2014, junto a Gérard Depardieu, en la que encarna al diplomático uruguayo que logró que el primer Mundial de fútbol se celebrara en Uruguay en 1930. El fútbol lo persigue. ¿Interpretará algún día a su idolatrado Juanito?
Sobremesa: En Caníbal, su personaje se alimenta de las mujeres que desea. No es un asunto precisamente fácil…
Antonio de la Torre: Obviamente, es una manera enferma de entender el deseo y el amor. Aunque se titula Caníbal, lo que la película cuenta es que el amor redime al mal. A mí esto me parece una metáfora del mundo. Todo el desafecto, el desamor, la necesidad de que te quieran, el no sentirte querido, es el gran conflicto del ser humano; y en muchos casos, la imposibilidad de recibir ese afecto, de comunicarte con el otro, te lleva a la violencia.
S.: Otra metáfora de la película es la impunidad de los asesinatos cometidos.
A.T.: Absolutamente. Reflexionando sobre eso, la película es también como un signo de los tiempos. La manera en la que el director me indicaba para interpretar mi personaje era que Carlos es un tío normal, “uno de los nuestros”: un sastre reconocido, apreciado en la ciudad… Sus asesinatos se relacionan con la impunidad de las atrocidades humanas, como el holocausto. Esto a mí me lleva a la reflexión, que ya afortunadamente mucha gente se hace, de que quien no revisa la historia está condenado a repetirla.
S.: Usted es un actor expresivo, por lo que en Caníbal el trabajo de contención era un reto interpretativo. ¿Por eso fue al zoo a estudiar la mirada de los leopardos?
A.T.: Sí, me fui andando al zoo desde casa, porque en Madrid vivo cerca, en Batán. Tampoco es que haya construido el personaje a partir de la mirada de los leopardos, porque estaría mintiendo. No se ajustaría a la realidad, pero sí que es cierto que el director me decía: “Antonio, tú eres un poco toro, porque eres una persona con mucha energía, muy expresiva, y yo creo que el personaje sería más un leopardo por la calma”. Y es verdad que yo me iba al zoo y veía al leopardo, y se puede tirar un rato quieto; te mira y por sus ojos parece que está relajado. La impresión que te da el leopardo es que parece un gato, pero sabes que como te metas en su jaula, en un segundo te da un zarpazo y te mata. Eso me resultó interesante y común al personaje.
S.: ¿Utiliza el famoso método Stanislavski de actuación para componer sus personajes?
A.T.: No lo sé. Es que no me gusta mucho pontificar sobre eso. He oído hablar del método Stanislavski, y también de la escuela Lee Strasberg, pero si te digo que hago el método, me siento ridículo.
S.: En Gordos ganó ¡33 kilos! para encarnar a su personaje. ¿Emuló a Robert De Niro, que engordó 27 kilos para interpretar al boxeador de Toro salvaje?
A.T.: Había hecho varias películas seguidas después de pedir la excedencia como periodista de Canal Sur. Cuando veía estas películas, me fijaba y veía gestos míos, por lo que empezaba a darme la sensación de que tenía el peligro de repetirme, de estar haciendo lo mismo. Entonces, cuando Daniel Sánchez Arévalo me ofreció hacer Gordos, pensé: “si engordo, voy a convertirme en otro”. Era como una fantasía: andaré de otra manera, me moveré diferente, tendré otra cara… Hay una cosa en el sueño de actuar que es la fantasía de ser otro, de transformarte en otra persona.
S.: Hay casos de canibalismo conocido como el de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes, que se alimentaron de la carne de los pasajeros fallecidos. ¿Todos podemos ser caníbales en caso de necesidad extrema de supervivencia?
A.T.: Seguramente. La supervivencia puede llegar a ser muy extrema, sí. De todas maneras, en el caso de los Andes no olvidemos que se alimentaban de cuerpos ya muertos. Lo que al parecer no ocurrió nunca es que mataran a alguien para comérselo… ¡Cuidado! Existe un matiz ahí muy importante.
S.: En la secuencia en la que su personaje come la carne humana, junto a una copa de vino, ¿qué pensaba en el momento de rodarla? ¿Cómo lo interiorizó?
A.T.: No te lo quiero decir, pero no pensaba en que estaba comiendo carne humana. Tenía en la cabeza otras cosas, porque si como actor hubiera pensado en eso, se hubiera transmitido otra realidad. Lo que era importante es que tú vieras que para el personaje es algo cotidiano. Yo, Antonio de la Torre, me pongo a pensar que estoy comiendo carne humana, y no sé qué me podría provocar; igual me daban arcadas, no tengo ni idea qué reacción tendría… Nunca hice ese ejercicio porque no era necesario, pues al personaje no le ocurre. Entonces, me dije que para qué tener esa experiencia si no me iba a servir para la película.
S.: ¿Sueña con que su interpretación en Caníbal le pueda dar su primer Premio Goya al Mejor Actor Protagonista?
A.T.: Yo pensé en esta película como “qué bonito hacerla, qué bonito el reto, qué interesante todo lo que pueda aprender”. No tengo ni idea de lo que me va a dar ni de lo que me pueda dejar de dar; ni si va a hundir mi carrera, o la va a lanzar. Cada vez tengo más claro que debo alejarme totalmente de esos pensamientos, olvidarme de ello, y centrarme en hacer mi trabajo. Es muy difícil, pues tengo mi vanidad, pero tal y como está la cosa, para un actor lo más importante es trabajar. Lo que haya de ser, será.
S.: ¿Cree que el cine español goza de reconocimiento y de prestigio internacional?
A.T.: Sin duda, España tiene mucho prestigio como cine de género. Por ejemplo, en Europa se dice “oye, vosotros sí que sabéis hacer cine de terror, con directores como Balagueró”. Pero no es solo esto. Si analizamos todas las nominaciones y Oscars –incluida la sección de cortometrajes– ganados por el cine español en los últimos veinte años (Belle Époque, Mejor Película de Habla no Inglesa en 1993), o los treinta años desde Garci (Volver a empezar, ídem en 1983), estamos en el top de la cinematografía mundial con permiso del cine anglosajón. Con lo cual, somos una de las industrias cinematográficas de más prestigio en el mundo, con actores como Javier Bardem o Penélope Cruz, que han ganado sendos Oscars, o mi paisano Antonio Banderas.
S.: Su último rodaje ha sido la superproducción francesa F2014, rodada en inglés. ¿Se plantea una carrera internacional?
A.T.: Intento no pensarlo mucho, porque no me puedo quedar esperando. Es verdad que tengo un agente en Londres y ellos me consiguieron este proyecto. A mí me encantaría poder hacer más cosas, pero no me voy a ir a vivir a Los Ángeles. Yo vivo en Sevilla, en el barrio de San Luis, y en Batán cuando estoy en Madrid.
S.: En el rodaje de F2014 le regaló una botella de vino Torre Muga (Rioja) a Gérard Depardieu. ¿Le gustó al actor francés, bodeguero de segunda profesión?
A.T.: Sí, sí, es verdad. No sé si le gustó, porque no llegó a probarla conmigo. Todo partió porque estuvimos haciendo juntos la lectura del guion, y él abrió una botella de vino rosado de su bodega y un champán también suyo. Como yo iba y venía de París, una de las veces que vine le compré y le llevé un Torre Muga para que lo catara.
S.: ¿Los vinos de La Rioja son sus predilectos?
A.T.: La verdad es que mi colega y amigo Javier Cámara fue un gran anfitrión y cicerone cuando estuve con él en La Rioja, y todavía tenemos pendiente la visita a más bodegas riojanas. Pero también me gustan los vinos de otras denominaciones, como el blanco seco Botani de mi tierra (D. O. Sierras de Málaga), de la variedad 100% Moscatel de Alejandría.
S.: Siendo profeta en su tierra y habiendo dado el pregón de la última Feria de Málaga, ¿ejerce también de malagueño en sus gustos culinarios?
A.T.: Por supuesto, porque además de los famosos boquerones y de la fritura del pescaíto, hay platos menos conocidos de la cocina tradicional como el gazpachuelo y el ajoblanco malagueño, que son una auténtica delicia. Mi madre hacía un gazpachuelo muy bueno. Pero también me encanta la cocina catalana y la vasca. Cada vez que voy al Festival de San Sebastián me pongo ‘morao’.