A LA PORRA
Allí donde se cruzan los caminos; los caminos del breakfast y del lunch, es decir, el brunch, es donde se debatieron los contrastes, los purismos y hasta algunas aportaciones de los clásicos en un tono más bien subidito. Me dijeron los puristas que la propuesta que les hacía y que yo consideraba ideal para un lunch, más tardío de lo habitual por haber vivido una noche muy intensa, no logró entusiasmar ni a los formalistas del desayuno ni a los del aperitivo. Comer para ver. Sir Cámara
LA PROPUESTA. Los más rápidos rastreadores de argumentos que me pudieran dejar descolocado, se preguntaban si los churros también servían para mi propuesta y que si era así debería mantener una pizca de respeto porque los churros ya tuvieron su protagonismo en Luces de Bohemia…
Hombreee, esto es otra cosa… Yo hablaba de las porras, dije. Esas porras que a veces nos encontramos en la cocina de casa y que le han quedado a los más madrugadores porque no han sido capaces de comérselas... Aunque lo mismo nos puede ocurrir en un bar a esa hora en la que no sabes si pedir un café con leche, chocolate, cerveza o un vermú en compañía de una porra despistada y fuera del protocolo horario...
Las miradas y las primeras expresiones de desaprobación llegaron en cascada. No había expuesto aún mi argumento, que lo vengo utilizando y comiendo desde hace años, pero me hartaron y por fin, elevando yo la voz, como todo aquél que se queda sin argumentos, conseguí poner en el terreno de la realidad mi “invento”.
Más allá de las necesarias porras y el obligado soporte de compañía, necesitamos ajo, aceite, algunos un pellizco de sal, un mortero y una manga pastelera con boquilla pequeñita.
En una sartén, a muy baja temperatura o en el tostador de pan, se ponen las porras para que se atemperen y recuperen su jugosidad. También sirven para este trámite las porras congeladas del “Porradona”, que son muy buenas.
Hecho esto, y con el ajo-aceite ya preparado, se introduce en la manga pastelera y, con un corte diminuto, vamos rellenando los canales internos de las porras. Desde proa primero y después desde popa... El alioli contrasta perfectamente con la masa de las porras, panfrito y salado en definitiva. Espabila el apetito, artículo uno del aperitivo, y puede hacer una muy grata compañía con ese placer indescriptible que es la primera cerveza helada del sábado sobre las 13,30h. También sirve un vermú o un vino fresco berciano de esos que tienen unos tonos pálidos y sonrosados que se traducen en elegantes recuerdos de la piel de la cebolla.
A algunos, no les gustó. El vino sí, la porra inyectada, no ; pero a la mayoría le cambiaron los criterios iniciales cuando de una opinión solitaria surgieron unos coros. Es lógico que no guste a mucha gente, también he oído que no a todo el mundo le gustan los tomates, el chocolate, el jamón o el marisco.
A la porra recurro con estos criterios desde mi primera juventud. En casa gustan. Oye, es cuestión de probarlo. Y si no, pues a la porra.
Por cierto, los churros mojados en alioli o salmorejo, con una viruta de jamón encima… están muy bien. Siempre que esté todo elaborado con la inevitable premisa de hoy día: con muchísimo amor. Pues eso. Ya te digo.
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