A LOS POSTRES
Por qué peregrinar a Getafe a probar las tartas de una sevillana de Japón

Tras la pastelería getafeña Monroebakes late la historia de Noelia Tomoshige, una trianera de origen tokiota que conquistó el pasado Madrid Fusión y que atesora una trazabilidad de superación y aprendizaje tardío. Javier Vicente Caballero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Ha sido nadadora profesional, estudió Turismo, despachó en tiendas de lujo del madrileño barrio de Salamanca... y hoy es la repostera de moda. De padres japoneses profesionales del flamenco, nació en Sevilla hace 32 años. Tras formarse en Tokio con una repostera delicada y artesanal y especializarse durante el confinamiento doméstico, abrió Monroebakes, que así se llama su pastelería en Getafe, en el barrio del Bercial donde ahora reside. Ganó el premio a Pastelera Revelación en Madrid Fusión 2023 y ha generado un gran interés tanto su persona como su profesión. ¿Sus especialidades? cheesecake japonés y de té matcha, mille crêpes, tartaleta de pistacho... Todo tiene un origen, una senda de baldosas amarillas llenas de peripecias y obstáculos. Y su trazabilidad resulta de lo más singular. “Mis padres nacieron en Japón, se conocieron en la Universidad de Sofía, en Tokio. Cada uno pertenecía a un club de flamenco: mi padre como guitarrista y mi madre como bailaora. Se presentaron a un concurso que organizaba la Embajada Española en Tokio y lo ganaron. El premio era una beca de estudios en Sevilla para formarse con los mejores del flamenco de la época”, relata Tomoshige.
De la Giralda al Empire State
Se crió en Triana y en el Aljarafe, pero jamás bajó a por churros y no le llamaba lo más mínimo el dulce. Ni tiene recuerdos de obrador ni empachos infantiles por chocolate o natillas. Tuvo querencia por el agua y las piscinas, nadadora profesional hasta su mayoría de edad. Compaginó campeonatos y concentraciones con la Selección Española con el Bachillerato. Se le daban mejor los largos de la piscina que el océano de libros de texto. “A los 18 años dejé la natación y me fui a EEUU, estuve un año entre Boston y Nueva York, para estudiar inglés. Cuando volví, Sevilla se me quedaba pequeña. Hice Derecho pero lo dejé y me mudé a Madrid y empecé la carrera de Turismo quizá por mi carácter digamos internacional, pero lo hizo sin pensarlo mucho. Cuando tienes 20 años no sabes lo que vas a hacer con tu vida. Compaginé la carrera con el retail de lujo durante 10 años, en Prada, Balenciaga, Abercrombie, Hermes, Aristocrazy... Toda la calle Serrano y parte de Ortega y Gasset. En 2020 emprendí el gran cambio, porque mi camino en este mundo de la pastelería empieza a los 30 años. No tenía ninguna curiosidad por esta disciplina, solo que estaba harta de trabajar en una tienda y quería abrir mi propio negocio. Pensé primero en una cafetería, con tartitas y cosas así. Así que en 2019, durante mi viaje anual a Japón, hice un curso corto de dos semanas de repostería japonesa en Fait Beau, en Tokio. La profesora había estudiado en Le Cordon Bleu de Tokio, entonces indagé y vi que podía sacarme ese diploma en nueve meses en Le Cordon Bleu en Madrid”.
De Getafe al cielo
El universo fantástico y delicado de Le Cordon Bleu le deslumbró. Le maravillaron los profesores franceses haciendo alquimia con azúcar, harinas y levaduras. Ella ya tenía bagaje en cocina salada, y durante la pandemia había alimentado su perfil de Instagram con un sinfín de recetas fusión. Cuando pasó la dureza del encierro por el Covid, Noelia retomó el curso con las bases más sólidas y un mayor conocimiento de procesos, con más creatividad. No fueron pocos los clientes que fueron a su casa a recoger tartas take away. Con esfuerzo, ahorros y audacia, se lanzó a montar su propio negocio. Casi todo el entorno le recomendó Madrid y su almendra central. Por público objetivo. Por poder adquisitivo. Por visibilidad. Ella disuadió a todos. Tenía clarísima su hoja de ruta. “Vivo en Getafe desde 2018 y para mí resultaba natural abrir la pastelería cerca de mi casa. Conozco el perfil de público, oferta, demanda, lo que gastan... No tenía asegurado que fuera a funcionar, pero igual pasaría en el centro de Madrid y con un alquiler más caro. Abrir allí sería ilógico, no tendría sentido. Qué necesidad. Conozco bien mi barrio. Abrí el 21 de septiembre de 2021. Cuando salí de Le Cordon Bleu no hice prácticas, no tenía la experiencia ni el conocimiento de cómo llevar una pastelería, un negocio. Eso me daba miedo. Hemos tenido que aprender asuntos de gestión, producción, almacenamiento, cómo se comporta el producto en vitrina, el packaging... Un año de aprendizaje. Mis manos derechas en esto son la repostera Anna Drosky, y mi marido, Zhen. Puse el nombre de MonroeBakes porque desde pequeña me encantaba Marylin Monroe. El logo son flores de sakura, cerezo japonés, que condensan la esencia de Monroebakes”. Por los muros, empastelados de suaves tonos rosáceos, serpentean ramas y flores de cerezo artificial y ornamentan el local de Tomoshige confiriéndole una identidad de calma y placidez. "Busqué en Madrid por mil sitios y nada. Al final lo tuve que pedir a Holanda, a un experto. No te digo lo que costó porque fue un dineral".
Referentes platónicos
Confiesa que su nivel de pastelería ha evolucionado en apenas 400 días. Se apoya en varios muchos referentes, la mayoría asiáticos. Le gusta mucho una pastelera coreana que se llama Garu Haru (legiones de fans por la Red), y también Mori Yoshida, japonés con pastelería en París. "Pero son referentes platónicos, muy lejanos. Más cerca, me quedo con Ricardo Vélez, de Moulin Chocolat. Es como mi yo dentro de unos cuantos años. Me da consejos, es un alivio poder recurrir a él”. Noelia ha cogido vuelo y clientela gracias a soberbios Mille Crepe de tiramisú y de almendra, Cheesecake de té matcha y japoneses, roll cakes de muchas variedades, de Oreo, de manga, el clásico japonés de nata y fresas. Cambia de sabores y de colores, dependiendo de la estación y las festividades. Tiene también una vertiente francesa como delatan sus tartas de fruta de la pasión y mango, las tartaletas de pistacho y avellana, de chocolate y mascarpone... Se alzó como la mejor pastelera del país en el pasado Madrid Fusión gracias a Furusato, una tarta extremadamente cara, porque el ingrediente principal es el sudachi. Este cítrico japonés cuesta más de 50 euros el kilo. "En japonés el nombre significa 'lugar de origen'. Resulta cítrico y amargo, pero el cítrico más cítrico que puedas imaginar. Tiene la apariencia de una lima. También lleva miel de castaño de Jaén, que da la nota dulce, y así era la manera de unir mis dos países. Acabo de hacer una venta limitada y se ha agotado", remacha la hispanojaponesa. Cada detalle cuenta en Furusato. Crujiente de almendra, coullis de oneroso sudachi, cremoso y ganache montada de piel de castaño andaluz, pétalos de flor de cerezo... hasta el molde importa. Se llama samurai silikomart del pastelero japonés Kazuhiro Nakayama.