A 4 manos: Oscar Molina y Andreu Genestra hermanan las cocinas de Ibiza y Mallorca en una experiencia única en el restaurante La Gaia

Ibiza Gran Hotel

Por una parte tenemos la sensibilidad, la tranquilidad y la delicadeza de Óscar Molina. Con dos soles Repsol y una estrella Michelin, este joven chef -anfitrión de la velada desde La Gaia- ha sido uno de los responsables en la creación de la alta cocina ibicenca. En la isla pitiusa, de proyectos ostentosos y eterno glamour, Molina ha iniciado el camino de la cercanía y el territorio, de la gente y los proveedores amigos  “aunque el discurso ya está muy masificado y esta base, para mí, debería ser porque sí y punto, sin dudas” nos explica el cocinero. Catalán adoptado por la isla blanca, resalta la generosidad de esta tierra y se siente en deuda. Esto ha servido de revulsivo para devolver lo mucho que le da. “Es una isla que recibe a mucha gente y hubo un abuso de ella y sus recursos. Es necesario agradecer a la comunidad lo mucho que tiene de verdad, reivindicar su cultura, la convivencia entre payeses y hippies perfecta que fue un referente mundial. Intento por ello poner en valor todas las grandes cosas que posee Ibiza, con todo el respeto para los grandes cocineros que trabajan el recetario tradicional con mucho acierto”. “En Ibiza se ha vendido ocio y playas pero no nos paramos a pensar que hay mucho más. Existe espacio y mercado para todo ” nos cuenta. 

En el otro lado de los fogones y para crear este Cuatro Manos, Andreu Genestra, mallorquín que, con juventud y sonrisa, está dando mucho que hablar con su inquieta trayectoria y su cocina transgresora y potente. A su versión más informal de Palma (Aromata) y de producto en Capdepera, traslada su gastronómico con estrella a Llucmajor, en el hotel Zoetry, donde desarrolla su versión más creativa. Mucho territorio y cierta dosis de locura para aportar la cara más canalla a la noche.

Dúo isleño

El cuatro manos es una propuesta para ofrecer dos caras del sabor del Mediterráneo.

El menú comienza con un recibimiento donde nos sirven una suculenta croqueta de langosta. Y en una barra de pase, Óscar nos ofrece otros tres aperitivos que realiza frente al comensal, uno de ellos que significa una verdadera reivindicación de la posidonia y su cuidado.

Ya en la mesa una ostra con jalapeño dando un toque picante a la leche de tigre y la tradicional ensalada de peix sec de Formentera con chiorella y nieve de tomate. 

Nada que envidiar a los guisantes de lágrima con este producto pero local, guisado con gamba roja, butifarra y la hierbabuena. Nuevamente territorio y proveedores cercanos.

La anguila se presenta en un coulant con mojo original y divertido que precede a los dos platos de Andreu, los ñoquis de molleja y atún, con mucha potencia y cierto toque rabioso, y la suavidad inusitada de una raza autóctona, la ternera mallorquina, que por fin empieza a utilizarse para carnes. En los postres nos homenajean con una chirimía con avellana y cítrico y un dulce de chocolate con espuma de maní. Las infusiones y cafés vinieron con un capítulo de mignardises de los que no se debe prescindir con un flao ibicenco, un financiero de café y avellana y una nube de maracuyá entre otros sabores.