Nuevos aires, nuevos vinos
Nuevos Domecq en Jerez

Santiago y Tomás León Domecq firman con su apellido familiar un proyecto que no es exactamente nuevo, pero que saca ahora sus vinos viejísimos al público por primera vez. En ediciones muy limitadas, eso si, porque el total de producción de Bodegas León Domecq no pasa de las 30 000 botellas. Sus soleras se abastecen de 14 hectáreas en la Viña “La Compañía”, anexa a la Finca El Majuelo en el Pago Macharnudo, verdadero Grand Cru histórico de Jerez. Luis Vida
El origen de Bodegas León Domecq es el mundo de los almacenistas, esa singularidad jerezana: bodegas que elaboran y crían vinos pero no los sacan directamente al mercado sino que abastecen a las grandes marcas de la zona. Las soleras de Bodegas Vides gozaban de gran prestigio aunque no tuvieron visibilidad hasta que Lustau, pionera en tantas cosas, incluyó su palo cortado en su “Colección Almacenista” de artesanos del vino.
El enólogo responsable es Joaquín Gómez Beser, muy respetado por los vinos “tranquilos” que elabora en Bodegas Miguel Domecq, como el Entrechuelos, y los generosos de la Cooperativa Vinícola de Trebujena, además del proyecto personal con el que firma vinos como Meridiano Perdido a partir de viñas viejas en suelos de albariza.
La presentación de la gama de vinos de León Domecq en Madrid fue en el restaurante Barrio Húmedo del barrio del Retiro y estuvo a cargo del director comercial de la empresa, José Manuel Soto, que haba estado antes en Bodegas Díez Mérito. Las edades de todos los vinos son más que respetables, lo que se deja notar tanto en su complejidad como en su textura refinada. El punto de partida es un fino en rama muy biológico que encajaría de lleno en ese estilo que se dice “fino amontillado”, con 11 años de crianza promedio, seguido por un amontillado con ocho años de crianza bajo velo de flor y 12 de oxidativa y un palo cortado con dos años de biológica y 18 más ya sin velo en las botas. El oloroso es la joya de la corona ya que pasa de los 40 años de vejez y sirve de base para la gama de “cabeceos” -medium, cream- con un PX con dos décadas de historia detrás y más de 400 gramos de azúcar por litro.
La gama se competa con un vermut más seco y balsámico que otros de la escuela jerezana, muy especiado, y por el que ellos describen como “el mejor Vinagre de Jerez Gran Reserva del mundo” y que tiene más de 75 años de solera.
El edificio de la bodega en la calle Justicia, en el Barrio de San Mateo, se reformó de forma integral en 2021 respetando su valor histórico y sus elementos fundacionales . Es una de las últimas bodegas del Jerez de intramuros y donde se estableció el abuelo Tomás, hermano de Pedro Domecq, para dar inicio al negocio de la familia en 1850. En tiempos en los que el Jerez retoma su imagen de vino de culto, una iniciativa que, como esta, saca a la luz unos vinos interesantísimos de gran vejez es muy bienvenida.