Estilo propio
Pago de Otazu Chardonnay con Crianza 2020, el oro líquido de Otazu

Otazu presentó la segunda añada de su blanco de alta gama en un almuerzo en Madrid. Pago de Otazu Chardonnay con crianza 2020 pone de manifiesto el buen acomodo que encuentra la variedad en esta finca navarra con denominación de origen propia y un clima de influencia atlántica que se traduce en vinos con mucha frescura. Ana B. Gabaldón. Imágenes: Archivo y Sonia Senosiain
Bodega Otazu estrena la añada 2020 de su monovarietal de chardonnay criado en barrica, etiquetado como D.O.P. Pago de Otazu, pues es una de la veintena de bodegas españolas que hace gala de una denominación de origen propia. “La chardonnay necesita frío para madurar lentamente, y aquí tenemos un clima de marcada influencia atlántica, con unas temperaturas moderadas en verano, entre los 20 y 28 grados”, explicó el director general de la bodega, Guillermo Penso, a los presentes durante el almuerzo de presentación en el Hotel Ritz 5* de Madrid.
Otazu es la bodega con D.O.P. Pago situada más al norte de España, ubicada a ocho kilómetros de Pamplona y 60 kilómetros del mar Cantábrico, enmarcada por las sierras del Perdón y Sarbil, y el río Arga. La bodega se ubica en una finca histórica, cuya actividad vitivinícola data del siglo XII, y su portfolio se divide en dos: los vinos comercializados como D.O. Navarra y los que salen al mercado como D.O.P. Pago de Otazu. “El objetivo es usar todas las uvas de la propiedad para elaborar vinos con el sello D.O.P. Pago, y descartar la gama de chateo”, confiesa Guillermo. Para ello están desarrollando una importante labor de reestructuración del viñedo, estudios y análisis de suelos. “Ahora tenemos 110 hectáreas de viñas, y queremos quedarnos solo con 60”.
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La gama top
Pago de Otazu Chardonnay con crianza 2020 nace de una selección de uvas de chardonnay de la finca, vendimiadas manualmente en cajas de 12 kilos. Se fermenta en barricas de roble francés de distintos bosques a una temperatura de 16° C. Después realiza una crianza en barricas de roble francés durante seis meses, con ‘bâtonnage’ semanal de las lías. Entre sus principales peculiaridades, una nariz intensa dominada por aromas florales y de fruta fresca, cítricos y sutiles especiados; untuosidad en boca, elegancia, equilibrio, y una viva acidez que alarga el paso de boca. “Debido a su elaboración con fermentación y crianza en roble, es el vino más técnico de la gama, se aprecia más la mano del enólogo”, señala.
Pago de Otazu Chardonnay con Crianza 2020 tiene una tirada de 6000 botellas, y la etiqueta representa a una de las famosas esculturas del artista Xavier Mascaró, el Guardián I, expuesta a la entrada de la bodega. De momento, esta añada ya ha recibido 93 puntos del crítico estadounidense James Suckling. La anterior cosecha, la 2019, fue galardonada con la medalla de oro en el International Challenge Competition 2020 de la revista Gilbert & Gaillard.
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Bajo la misma etiqueta, Pago de Otazu, la bodega produce 14 000 botellas de un monovarietal de cabernet sauvignon añada 2020. Un vino que crecerá en botella, de capa alta, aromas intensos y paso de boca fresco. “Este vino lo estamos tomando demasiado pronto”, confiesa Guillermo. “Es una consecuencia de crecer más que la producción, que ya está vendida. Queremos aumentarla y dejar que los vinos reposen y maduren más tiempo en botella”.
Cerró la cata la marca top Altar 2013 (DOP Pago de Otazu), otro 100% cabernet, con una crianza de 18 meses en barrica de roble francés Allier, seguida de un tiempo mínimo de 60 meses en botella. Un tinto que despliega aromas de frutos silvestres negros y rojos, sutiles notas especiadas, de trufa, de cedro y de hoja de tabaco. Elegante y sedoso en boca, equilibrado y envolvente. “Nuestros vinos de pago tienen vocación de guarda, buscan complejidad y reflejar terruño”. Y añade: “Los vinos que me gustan, y quiero hacer, son estructurados, potentes, con potencial para evolucionar; vinos que logren representar la singularidad del pago, expresivos y varietales”.
Sobre Otazu
Cuando en 1989 el padre de Guillermo, arraigado en Navarra, compró esta histórica finca, los cultivos de remolacha habían sustituido a las viñas. Poco tardó en sentir que debía rescatar el vínculo que esta propiedad tuvo durante siglos con el vino. En los primeros años noventa replantó 92 hectáreas de viñedo, procedió a la reforma de la antigua bodega (1840) -que hoy alberga la sede y un museo del vino- y se construyó la nueva bodega, terminada en 1998.
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En el viñedo dominan las variedades foráneas: chardonnay para blancos; y cabernet sauvignon, merlot, pinot noir y cabernet franc para tintos, aunque también cultivan la tempranillo y la uva rescatada berués. Enrique Basarte es el director técnico de la bodega, que además cuenta con la asesoría de Michel Rolland, uno de los enólogos más influyentes del mundo.
La diversidad de suelos, clima de influencia atlántica y la baja producción de las viñas (3300 kg/ha) son las claves de este terruño. “En la finca tenemos 22 tipos de suelo y cinco clones de cada variedad, todo esto nos da muchísimas posibilidades para jugar”, apunta Guillermo. “Por otro lado, el clima dota a nuestras uvas de una excelente acidez que permite producir vinos frescos y con larga capacidad de envejecimiento”. La maduración de la uva en Bodega Otazu se produce aproximadamente 15 días más tarde que en el resto de Navarra. Otra singularidad reseñable de Otazu es su alianza con el arte. Guillermo Penso (1982, Caracas, Venezuela) es también el director de la Fundación Otazu, que en 2020 recibió el Premio A al Coleccionismo, otorgado por la feria ARCO, por su labor en la conservación y difusión del arte contemporáneo.






