Entrevista a una actriz con tablas

Emma Suárez

Sábado, 09 de Junio de 2012

Aunque saltó a la fama gracias al cine, ahora cosecha éxitos en el teatro. Sin embargo, en esta entrevista confiesa que su mejor papel es el de madre y desvela  sus preferencias gastronómicas, dentro de las cuales no falta el vino. Pedro Javier Díaz-Cano

Inquieta, curiosa, intuitiva. Así se define como actriz Emma Suárez (Madrid, 25 de junio de 1964). E igual que muchos colegas de escena, también frágil y sensible, con las emociones a flor de piel. Como mujer, se reconoce coherente y libre; incluso desvela su timidez al entrevistador llegando a ponerse colorada… No obstante, entre sus señas de identidad figura de igual manera la fuerza de carácter. Pero si hay una palabra que marca su trayectoria de actriz y la describe como persona es la pasión que pone en todo lo que hace, incluyendo los proyectos profesionales que afronta bajo las órdenes de directores noveles con talento, a los que apoya sin dudar.

 

Como si llevara a gala la máxima de que el trabajo de actor es un medio de conocimiento del ser humano, a sus 48 años recién cumplidos ha ido adquiriendo aplomo personal y tablas profesionales. Eso le ha conducido hasta un momento especial de su vida, en el cual, como los vinos de las mejores añadas que van ganando en aroma y esperan en la bodega una celebración para ser descorchados, ha aprendido a ser más selectiva y apuesta sobre seguro por obras como Viejos tiempos, del dramaturgo Harold Pinter, todo un premio Nobel de Literatura, que protagoniza junto a Ariadna Gil y José Luis García-Pérez. Hacemos la entrevista en la intimidad del Salón Tirso de Molina del Teatro Español, tan palaciego que la propia Emma confiesa sentirse como la Condesa Diana de Belflor, el personaje de El perro del hortelano que bordó en la película de Pilar Miró, recitando los versos de Lope de Vega.

 

SOBREMESA: ¿Cada personaje hay que “cocinarlo” de una manera diferente: a fuego lento, asado, a la plancha, poco hecho, bien hecho, en su punto...?

EMMA SUÁREZ: Exactamente. Esto de actuar tiene que ver con la alquimia, con la composición, con los elementos característicos que forman parte de un personaje. Luego, cada actor le pone su peculiar aderezo, su íntimo secreto… A la hora de interpretar, los actores nos desnudamos y nos abrimos por dentro; hacemos lugar, espacio, sitio, a un ser imaginario. Y para eso es necesario que le vistamos con nuestras ropas; en este caso, con nuestras emociones. Aportamos nuestros sentimientos de manera generosa y seleccionamos cuáles son los que componen mejor un personaje para que el público entienda cómo es y conseguir expresar lo que el autor quiere decir.

 

S.: En la función de Viejos tiemposes imprescindible que los tres protagonistas estén interconectados. ¿Fue este uno de los retos para interpretarla?

E.S.: Cuando se ve la función, se entiende perfectamente la complicidad entre los tres actores, porque es una obra a tres bandas. Es un triángulo, y creo que no interpretamos un personaje, sino a tres. Lo que cada uno dice depende de lo que escucha; lo que escucha es lo que le hace reaccionar. En la vida también nos pasa un poco lo mismo: reaccionamos a lo que nos provoca y, según cómo lo hace, nuestra reacción se produce de una manera o de otra.

 

S.: ¿Harold Pinter, el autor de la obra, ha sido un descubrimiento?

E.S.: Sin duda. Se trata de un autor que tenía ganas de trabajar y conocer desde hace tiempo, porque tenía la intuición de que me iba a fascinar, que era alguien muy interesante. Y realmente es alguien que, con pocas palabras, puede resultar tan infinito como tú quieras profundizar. Es alguien que conoce muy bien al ser humano, un auténtico conocedor del alma. Y para mí, trabajar textos de autores así, resulta un lujo porque significa que entras en profunda relación con alguien que ha escrito sobre la vida.

 

S.: ¿Se ha conocido mejor a sí misma gracias a ser actriz?

E.S.: Sí, claro. Y a través de los personajes que interpreto, conozco mejor el mundo y también al ser humano. Para interpretar un personaje, es necesario ponerte en el lugar del otro; no juzgarle, sino acercarte, con todo tu sentido común. Es abrirte, escuchar a alguien, tratar de comprender al prójimo, y desde ese acercamiento profundizar en su ser, de tal manera que al final lo que se crea es una simbiosis. En el trabajo de actor hay una labor de investigación, de conocimiento, para poder interpretar a ese otro.

 

S.: En su anterior trabajo en La avería, su personaje de Mademoiselle Simone ejercía de cocinera que preparaba exquisitos manjares.

E.S.: Mademoiselle Simone era una mujer mágica, una maga de la cocina, un personaje que representa lo femenino, la relación de lo femenino con la tierra, y la tierra como alimento del espíritu; la tierra como algo necesario para el hombre, como un nutriente. Y también en cuanto a la protección del hombre, en relación simbólica a la maternidad y a la generosidad de ofrecer un gran banquete. Este personaje era el que a través de la cocina provocaba reacciones o movía los hilos de la jornada gastronómica.

 

S.: Los vinos que se servían eran los mejores de Burdeos, Borgoña, Oporto, etc. ¿Aprendió de vinos y gastronomía haciendo esta función?

E.S.: La comida se preparaba durante la propia representación. Cada día se cocinaba en la parte de atrás del escenario; entre cajas teníamos a nuestra regidora cocinando, y yo iba sirviendo los magníficos platos. La comida era de verdad. Había aperitivos, canapés, pescado, pollo, secretos… de todo. Unos manjares regados con los vinos que traía el personaje de Pilet, el tabernero. Ha sido una obra fantástica. Estoy muy orgullosa de haber participado en ese montaje, por el que Blanca Portillo ha recibido el premio Max a la Mejor Dirección. Blanca es una mujer con muchísimo talento, que ha hecho un gran trabajo. La avería ha sido un viaje lleno de experiencias, un viaje lúdico.

 

S.: ¿Cuáles son sus gustos gastronómicos?

E.S.: A mí me encanta comer. Me gusta la vida, y a alguien que le gusta la vida le gustan los placeres de la vida, como un buen vino. Por ejemplo, el otro día estuve cenando en un restaurante que se llama La Repanocha, con un cocinero magnífico que nos atendió maravillosamente hasta el punto de que tenía abierto el restaurante solo para nosotros. Una auténtica repanocha en su sentido más literal. Íntimo, recogido… Me gustan los lugares así. Tienen buenas carnes y pescados, magníficos vinos, y sales de allí feliz.

 

S.: ¿Sus gustos se decantan más por la alta cocina o por la cocina tradicional?

E.S.: Soy una persona que vive en este mundo, y eso significa que voy con prisa. Para mí, tener un rato para ir a comer, es muy importante. Hoy, por ejemplo, voy a ir a cenar al gastrobar Dis Tinto, donde hacen platos peculiares. De repente, te mezclan sabores y a mí me gusta probar sabores diferentes. Me gusta que me sorprendan. Pero como vas con prisa, no siempre tienes tiempo de elegir un lugar así.

 

S.: ¿Cómo celebró su cumpleaños el pasado 25 de junio, lunes, su día de descanso en el teatro?

E.S.: No soy yo muy de celebrar mis cumpleaños, pero una buena cena, una buena comida, sí. También me gusta cocinar. Soy de cocina casera, porque mis hijos es la que prefieren. Pero me gusta comer bien. Esto no significa que haga ascos a platos precocinados ni congelados. Me gusta un buen caldo, un cocidito madrileño… Me relaja mucho cocinar para mi gente y hacerlo con amor.

 

S.: Como actriz puede decirse que se encuentra en una etapa de madurez profesional estupenda. ¿Está destapando el tarro de las esencias?

E.S.: Los actores, como los buenos vinos, ganamos bouquet y somos mejores con los años. Sí que es verdad que siento que estoy en un momento especial de mi vida, en el sentido de que llega un momento en el que uno ya, más o menos, se reconoce cómo es. Lo que no te gusta de ti mismo es difícil cambiarlo, pero al menos ya sabes de qué se trata. El día que te levantas de mal humor o rayado sin ningún motivo, también sabes cómo resolverlo. Se aprenden ciertos trucos para convivir con uno mismo.

 

S.: Tiene un hijo de 19 años y una hija de 7 años. ¿Cómo encarna este papel real de madre?

E.S.: Ese es el personaje con mayor trascendencia de todos. Hay situaciones en las que los demás te consideran importante y otras veces en las que uno se siente así. ¿Sabes cuándo pienso que soy más importante? Cuando mi hija de 7 años viene por la noche y se mete en mi cama buscando el cariño. Me busca y me dice “mamita, mamita”, convirtiéndome en el ser más relevante del mundo, en la persona más necesaria para esa criatura en ese momento preciso. El otro día pasó que se me coló en la cama porque tenía frío e iba buscando el calor. Y yo la abrazaba y sentía como si mis brazos fueran muy fuertes. Me sentí indispensable e insustituible en ese instante. Realmente, esos son los momentos más importantes de la vida.

 

S.: Usted participó en el programa Buscamundos de TVE en un viaje a Kenia, con escala en los campos de refugiados de Somalia. ¿Cómo fue esta experiencia vital?

E.S.: Para mí este viaje ha sido muy determinante. Intento recordar cada día que hay niños que se mueren de hambre, que no tienen cubiertas las necesidades básicas, sin agua ni medicinas… Gente que vive en campos de refugiados y, una vez ha entrado allí, se encuentra con su destino ya escrito; que carece de las oportunidades que tenemos aquí; niños que no saben lo que es un juguete, ni lo necesitan. Y, sin embargo, no lloran… Creo que nosotros hemos creado una sociedad de consumo y una sociedad capitalista que está condenada a autodestruirse, porque nos estamos olvidando de lo más importante, que es la compasión por el otro, la solidaridad.

 

S.: ¿Ha sido un viaje con un antes y un después a nivel personal?

E.S.: Sí, me interesan más estos viajes humanos que otro tipo de viajes. Nunca podré olvidar mi estancia en un orfanato en Kenia, donde conocí a Mamá Tunza, una mujer analfabeta que un día salió a tirar la basura y se encontró con un niño en un contenedor. Lo recogió, y a partir de ese momento la gente se acercaba y le decía “me he encontrado con este niño”, “hay un niño abandonado no sé dónde...”.  Ella tenía ya cuatro hijos, y fue recogiendo niños hasta el punto de que ya tiene ciento cincuenta… un ángel, un ángel de verdad. Para mí, el encuentro con esta mujer ha sido un gran regalo en mi vida, por el hecho de conocer a alguien con un corazón tan inmenso.

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