Lazos ancestrales
El Pacto, el proyecto de Vintae que se vuelca en los vinos del pueblo
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Suscrito por el grupo Vintae, El Pacto es un proyecto radical que cristaliza en un répoquer de vinos que suponen la otra Rioja, la de los vinos de pueblo y origen, la de la frescura y la verticalidad que confiere el Alto Najerilla. Javier Vicente Caballero. Imágenes: Archivo
Hay otra Rioja. Lejos de grandes volúmenes y estruendo. Lejos de macroeconomías y big data. Cerca de los que forjaron esta tierra. Cerca de lo pequeño, de lo esencial, de cada finca y cada viña vieja. Forjado por el inquieto Grupo Vintae (con su CEO Richi Arambarri a la cabeza y Raúl Acha como enólogo y director técnico y enólogo) Viñedos El Pacto nació para prestigiar y arrojar luz sobre tan colosal como minúsculo patrimonio en el Valle del Alto Najerilla. A los pies de la Sierra de la Demanda, con los pueblos de Cárdenas y Badarán como ejes (también Baños de Ebro, Villabuena de Álava o Navaridas), este regreso a la dimensión humana se traduce en una viticultura de biodiversidad y pausa que ya cristaliza en cinco vinos: el tinto El Pacto de la Sonsierra y el blanco El Pacto del Alto Najerilla; El Pacto de Cárdenas ‘Ojo Gallo’; y dos tintos de Viñedo Singular, Valdechuecas (Cárdenas) y Riojanda (Navaridas). Nacido en 2009, El Pacto es un trato tácito y noble, entendido como la visibilización de aquellos forjadores de Rioja, hoy algo opacados dentro de una zona de impacto universal. “Este proyecto de El Pacto nace de la madurez de Vintae. Pretende volver al perfil de vinos históricos, donde cada pueblo tenía su estilo. Con la industrialización de Rioja eso se había perdido. Estamos en la tierra donde nació mi padre, así que también supone un homenaje a la raíz”, explica Arambarri a pie de cepas.
Terrenos frescos y bien ventilados, bendecidos irónicamente por el maldito cambio climático que propicia aquí una óptima maduración de la uva, la garnacha reina en esta zona desconcentrada, de parcelas y minifundio. “Estas viñas nos tienen el corazón cogido. Jugamos con la altitud con el límite de la frescura con viñedos por encima de los 600 y 700 metros. Muchas miniparcelas tienen más de 80 años y andan por debajo de la media hectárea”, razona Raúl Acha, que relata que su propio padre, Jesús Acha, trabajó estas laderas y literalmente murió en la viña. A él se consagra el Senda de Haro, un blanco donde predomina la viura y que apareja malvasía y garnacha blanca. Se lleva media crianza en fudre de 600 litros y la otra media en tinajas de barro. Vertical, ácido, voluminoso, mineral... Expresa de cine este terroir de 1912 con sustrato rocoso de arenisca, con la presencia del Cantábrico en boca gracias al cierzo que insufla norte. Aún no ha salido a la venta (será el sexto vino de El Pacto), pero atesora el “estilo hippie de Raúl”, comenta entre sonrisas Richi Arambarri. El Pacto de la Sonsierra, vino germen del proyecto, procede de 27 parcelas diferentes, todas con viña ecológica y plantada hace siete décadas. Los suelos son arcilloso-calcáreos con componente rocoso y se encuentran en zonas altas y muy bien aireadas. La variedad que predomina es la tempranillo, aunque también lleva pequeñas proporciones de graciano, mazuelo y uvas blancas. Entre olivos, almendros, nogales e higueras se ubican las viñas de Valdechuecas. Hasta diez variedades aquí y allá, con cultivo orgánico que sabe a riqueza y variedad. “La parte más moderna de Valdechuecas, de 1918, la plantó mi abuelo con veintitantos años”, comenta Raúl Acha, quien relata que la propiedad era de su abuela materna, Anastasia Terreros, y que su abuelo excavó en la parte alta de la finca una cueva para protegerse de la lluvia y del calor del verano. Prácticamente en llano, con suelos a una altitud de 530 metros, Riojanda lleva por nombre un vino de una edición muy limitada, de la que tan en 2019 solo se elaboraron 700 botellas y 30 magnums. Tempranillo en su mayoría, a la que sumar graciano y mazuelo, conforman la anatomía de este biodinámico que convive con clones y variedades blancas erráticas en lo que en Vintae han bautizado como “Arca de Noé vitivinícola”.
Un soñador sin miedo
Logroñés del 84, Richi Arambarri agarró el timón de Vintae con solo 24 años. Una calculada audacia, una narrativa fundamentada y la calidad de las elaboraciones han marcado el paso y la evolución de sus bodegas y sus respectivas creaciones. En grado académico, Arambarri estudió Administración y Dirección de empresas en ESADE y continuó sus estudios en EEUU en la University of Texas y la University of California, Berkeley. Inconformista y transgresor, amante de la buena gente trabajadora y conversadora, su grupo vende hoy a más de 40 países. Los viñedos singulares del Alto Najerilla tributan y tejen lazos hoy con sus ancestros.