Entrevista al director y gourmet
Imanol Uribe

Director, por ejemplo, de "Días contados" y productor de "Secretos del corazón", ahora estrena "Miel de naranjas", un filme sobre la posguerra cuyo título da pie a que nos descubra su faceta de excelente cocinero y gran catador de vinos. Pedro Javier Díaz-Cano
Se define a sí mismo como un contador de historias, porque es lo que realmente le divierte de su vocación. A sus 62 años, Imanol Uribe (nacido en 1950 en San Salvador, El Salvador, adonde emigraron sus padres vizcaínos para fundar una fábrica de zapatos) es uno de los directores españoles de trayectoria más consolidada desde que rodara su primer largometraje, El proceso de Burgos, en 1979, pues a su labor como realizador y guionista hay que sumar su faceta de productor. Si como director ha firmado películas de la talla de El rey pasmado (1991) o Días contados (1994), ganadoras de siete y ocho premios Goya respectivamente, como productor también ha estado detrás de filmes de éxito como Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz.
Llevaba cinco años sin rodar (desde La carta esférica, en 2007), aunque no ha estado de brazos cruzados. De hecho lleva preparando desde hace tres años un biopic sobre el cantautor argentino Facundo Cabral, incluso desde antes de su asesinato el pasado verano, que será su próximo filme. Confiesa que lo que le gusta es la variación de temáticas y ahora le ha tocado en suerte una película sobre la posguerra española, Miel de naranjas, en la que trata de lleno la lucha antifranquista en clave de thriller político. Basada en un guion premiado de Remedios Crespo, está protagonizada por la pareja de jóvenes actores Iban Gárate y Blanca Suárez (La piel que habito), al lado de veteranos como Karra Elejalde y Eduard Fernández. El día de nuestra entrevista, nuestro protagonista ha quedado con el prometedor Iban Gárate para comer una paella.
SOBREMESA: Su última película se titula Miel de naranjas. ¿Es una metáfora relacionada con el sabor agridulce de su final?
IMANOL URIBE: Habría que preguntárselo a la guionista, que fue quien le puso el título a la historia. Es una referencia a un juego simbólico con las naranjas que hace el personaje de Ángela Molina, en el que destila todo su sufrimiento, y también a otro personaje que tiene que ver mucho en la historia, cuyo nombre en clave es Miel. En realidad, trasponiendo eso, es el sabor agridulce que tiene la trama. Es una historia ambientada en los cincuenta, con personajes en un momento muy delicado, todavía con los últimos coletazos de la represión dura después de la Guerra Civil.
S.: Se trata de un thriller político ambientado en la posguerra española. ¿Está de acuerdo con su guionista en que “si no sabemos de dónde venimos, probablemente nunca sepamos quiénes somos”?
I.U.: Analizar nuestro pasado reciente, que parece ser que no está del todo cerrado y revisado, no me parece mal. En cualquier caso, ese no es el motivo principal que me haya marcado en la historia de la película. El motivo principal es que de repente cayó en mis manos un guion que era una buena historia, y ante todo yo soy un contador de historias. Esta era una historia muy atractiva para hacer, muy potente, y trataba sobre temas que me son afines, que me interesan y me gustan.
S.: Se refiere al tema de la posguerra y la lucha antifranquista.
I.U.: Es un tema al que siempre me ha apetecido hincar el diente. Además, aquí había una oportunidad de oro, que era que la acción transcurre en Andalucía y optamos por aprovechar eso para las localizaciones de exteriores y para darle una plástica fuera de lo común en una historia de la posguerra, que suelen ser siempre sombrías, tristes y oscuras. En este caso, plásticamente es una posguerra muy luminosa. El núcleo duro de las localizaciones ha sido Cádiz, en concreto Jerez de la Frontera, aunque también hemos rodado en otros sitios como el Puerto de Santa María, con esa luminosidad que ambas tienen.
S.:El guión se basa en sucesos reales de un Juzgado Militar de Sevilla en 1951, con condenas muy graves, incluida la de muerte, a veces por delitos falsos o sin pruebas. ¿Es un momento ideal para una reflexión sobre la memoria histórica?
I.U.: Yo creo que cualquier momento es bueno, aunque parece mentira que todavía en este país sea un tema conflictivo. Eso es lo que alucina a la gente de fuera, sobre todo a los extranjeros. De repente, que el tema de la memoria histórica con respecto a la Guerra Civil sea todavía un tema tan delicado y tan conflictivo es lo realmente sorprendente. Lo cual quiere decir que se trata de una herida que no está bien cerrada. En este sentido, estas cosas ayudan a ello.
S.: El tema predominante de sus primeras películas (El proceso de Burgos, La fuga de Segovia o La muerte de Mikel) era la situación político-social del País Vasco. ¿Lo sintió como una necesidad en plena Transición democrática?
I.U.: Fue un producto de distintas circunstancias. Recién acabada la carrera en la Escuela Oficial de Cine, mi primer largometraje fue El proceso de Burgos y eso me llevó a conocer la situación en Euskadi. Yo soy vasco por mis raíces familiares, pero nunca había vivido allí. Entonces, eso fue una manera de empaparme bien de la realidad de Euskadi. En aquel momento el tema de la violencia de ETA era antifranquista. El panorama era más complejo de lo que después fue cuando ya era una cuestión de terrorismo puro y duro. Eso me llevo a hacer ese tipo de películas.
S.: "Días contados" ha sido el filme que más premios le ha dado, incluido el Goya a la Mejor Película y al Mejor Director en 1994.
I.U.: Sí. En esa película coincidieron muchos elementos. La gente no sabe que para que una película salga bien hay un factor determinante que es la suerte. Los directores somos como brujos que convocamos una serie de elementos y de espíritus: seleccionamos a los actores, luego hacemos las localizaciones, elegimos un guion, convocamos un equipo técnico y luego ahí tiene que surgir una magia. Es como cuando un cocinero ha de preparar una nueva carta-menú en su restaurante: tiene que elegir los alimentos de temporada, los ingredientes, los proveedores, quizá nuevos ayudantes.... Dirigir una película se parece en cierta forma a ser el chef de un restaurante de cocina creativa.
S.: Aunque usted nació en El Salvador, no sé si se siente más guipuzcoano por sus raíces familiares, o más madrileño por adopción y lugar de residencia.
I.U.: Tuve una etapa gloriosa de 1980 a 1986, en la que viví en Donostia. Era un momento estupendo, el de la Transición y las nuevas ilusiones. Fue cuando empecé a hacer cine y las películas me salieron seguidas. Fueron los mejores años de mi vida y siempre lo asocio con Donostia. Si me siento de algún lado es de allí, a pesar de lo que pueda decir mi madre, que no lo puede entender porque toda mi familia es vizcaína: mi madre es de Bilbao y mi padre es de Guernica. Hasta el punto de que incluso me hice de la Real Sociedad, que es la gran traición familiar.
S.: En este sentido, ¿le gustan más las alubias de Tolosa o el cocido madrileño?
I.U.: Me gustan más las alubias de Tolosa, aunque también me gusta el cocido madrileño hasta el punto de que lo hago, y lo hago muy rico. Me gusta mucho cocinar. Soy muy bueno en algunos platos. No tengo muchas especialidades, pero entre ellas está el cocido madrileño. Otro puede ser las cocochas en salsa verde o el bacalao al pilpil. A la hora de practicar la cocina, hago platos de distintos sitios. Y a la hora de comer, también. Pero si me das a elegir entre el cocido madrileño y las cocochas de merluza, me quedo con las cocochas.
S.: ¿Las cocochas de merluza son su manjar preferido?
I.U.: Es uno de ellos. Tengo varios. También me gusta mucho la carne, como un buen chuletón de buey. Prefiero los platos poco elaborados. En este sentido, soy más partidario de la cocina tradicional. Hombre, a nadie le amarga un dulce y la nueva cocina vasca es un estilo que puede llegar a agradarme. Pero donde haya un buen besugo, un buen chuletón o unas buenas cocochas, que se quite lo demás.
S.: ¿Y qué gastronomía de otros países le gusta?
I.U.: Me gusta mucho la comida oriental. Voy a menudo a restaurantes japoneses y coreanos. No solo por los sushi y nigiris, sino por la variedad de platos que tienen.
S.: Y para el maridaje, un buen vino, ¿no?
I.U.: Sí, comiendo solo bebo vino. Cato bastante y soy muy fan de los blancos de Rueda, así como del tinto de Ribera del Duero y del Rioja. Me gusta variar. A veces bebo Ribera y otras veces Rioja, aunque a mediodía prefiero vino blanco.
S.: Supongo que el chacolí guipuzcoano será uno de sus preferidos.
I.U.: Sí, por supuesto. También bebo el chacolí de mi tierra.
S: ¿Prefiere vinos monovarietales como el de uva verdejo de Rueda? ¿Tiene otras variedades preferidas para los tintos, como por ejemplo la uva tempranillo?
I.U.: En el blanco, el verdejo. En los tintos me gustan todos y de todas partes. En mi última estancia en Buenos Aires he descubierto que en Argentina hay un vino estupendo. Los conocía de antes, pero me ha sorprendido la gran variedad que tienen ahora.
S.: No me resisto a preguntarle por su relación con la actriz María Barranco, con la que convivió hasta 2004. Formaron una pareja bien avenida aun procediendo de lugares muy diferentes: usted del norte y ella, una genuina malagueña del sur.
I.U.: Probablemente fue por eso, porque los polos opuestos se atraen. Formamos una pareja que duró mucho; estuvimos juntos a lo largo de casi veinte años, y todavía hoy mantenemos un contacto muy fluido. Tenemos una hija en común y, obviamente, qué menos que mantener una buena relación.