El colmado de Colonia Picote
Cuando las máquinas comenzaron el derribo de lo que había sido el colmado de Eulogio Garrido, en Colonia Picote, hacía ya más de 15 años del fallecimiento de este, y tal vez treinta de lo que, decían los vecinos, había sido su muerte en vida. César Serrano
Una muerte esta que aconteció cuando su esposa, Algimira Reyes Capote, tras vaciar, cuentan, la cartilla de ahorros, desapareció junto a Nicolás Martínez Abaga, un joven mulato, hijo de una hermosa mujer de Malabo y de un brigada de la Guardia Civil que estuvo destinado en la Guinea española.
Dicen que fue tras la independencia en 1968 cuando el brigada y señora se instalaron en la Colonia Picote, próxima al destino de él en la cercana estación de Atocha. Fue esta circunstancia la que llevó al joven Nicolás a trabajar en el colmado del señor Garrido, que era como todos le conocían en la colonia.
Nicolás Martínez Abaga no tardaría mucho en ganarse la confianza del señor Garrido por su diligencia, su don de gentes y su disposición para el trabajo; también por el cariño que siempre les mostraba a él y a su esposa Algimira Reyes, con la que llevaba veinte años de matrimonio.
Toda esa belleza y elegancia parecían crecer con los años. Del mismo modo, con los años, un deseo cada vez más fuerte de romper las cadenas que sentía que la hacían presa de un desamor día a día con más heridas. Fue este deseo el que la llevó a los brazos del joven Nicolas, 16 años más joven y con una belleza racial que primero la volvió loca con sueños de fuego y besos.
El día del funeral de Eulogio Garrido, don Torcuato Miranda Fortuny, párroco de Nuestra Señora de las Delicias, se apresuró en la homilía a mostrar su satisfacción por “la presencia de tantísimos amigos que, pese a ser un día que parece haber nacido de algún infierno, estén aquí acompañando en el último adiós a un hombre bueno que supo sufrir como un regalo del creador el dolor del abandono...”.
Pasaban poco más de las cinco de la tarde cuando la pala de la poderosa máquina descubrió empotradas en el muro pegado a las vías del ferrocarril y tras una pared de piedra y cal, dos cajas fuertes del color de las antiguas locomotoras.
Fue un momento de desconcierto, de dudas de cómo actuar ante el sorpresivo descubrimiento. El encargado de la obra, tras limpiarse con el antebrazo los befos del último sorbo de un gazpacho de poleo, que más se parecía a un caldo recién salido del fuego, exclamó con voz rotunda: “Esto lo tiene que ver algún ingeniero de los Ferrocarriles”.
Días después, y en presencia del ingeniero, se pudieron abrir las dos cajas. Un “¡Dios mío!” del ingeniero. Ante él, un cuerpo momificado por el tiempo. Enseguida, la policía, la apertura de la otra caja fuerte, otro cadáver, el forense, el juez y un conocido periodista de El Caso que titularía: “Aparecen los cuerpos sin vida de los amantes del colmado de Colonia Picote”.
Gazpacho de poleo
Ingredientes
Poleo fresco
huevos cocidos
dos dientes de ajo sin el corazón
pan del día anterior
aceite
vinagre
sal
Preparación
Majar en un mortero el ajo, el poleo y las yemas de huevo junto a la sal y el pan; a continuación, añadir el aceite con generosidad y majar hasta conseguir una masa homogénea y fina. Es el momento del agua y el vinagre. Ligar todo y poner a enfriar.
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