Cata para el recuerdo

Bodegas Franco Españolas revisa en una cata magna su siglo XX y presenta el XXI

Martes, 03 de Octubre de 2023

Las bodegas clásicas riojanas guardan en sus cementerios de botellas tesoros cuya dimensión estamos empezando a entender. Pocas regiones del mundo, por no decir ninguna, pueden presumir de un archivo así. Luis Vida. Imágenes: Archivo

El mismo nombre de Franco-Españolas nos remonta a sus orígenes en el casco urbano de Logroño en 1890, en tiempos de la crisis de la filoxera. Su primer propietario, el bordelés Frédéric Anglade Saurat, creó un blanco semidulce -Diamante, entonces rompedor- y un tinto “estilo Borgoña” que mutó décadas después en el Bordón. A lo largo del siglo XX nacieron Excelso, Royal, Viña Soledad…

 

Los actuales propietarios, la familia Eguizábal, adquirieron la bodega en 1984 y han querido festejar su pasado y su presente con una cata conmemorativa el 27 de septiembre de 2023 en el hotel Mandarín Oriental Ritz de Madrid. “Un evento irrepetible, consagrado a la memoria del vino riojano y el recuerdo de las generaciones de viticultores que dieron a luz estos vinos”, según la misma bodega, representada por Borja Eguizábal -propietario y CEO- y el enólogo Rubén Provedo, director técnico, que fue desgranando la historia de unas botellas venerables que aparecieron, en su mayoría, en perfecta forma, y añadiendo unos interesantes comentarios de cata que van entrecomillados a continuación.

 

Los vinos del siglo XX de Bodegas Franco-Españolas

 

La sesión empezó con tres añadas del gran blanco de la casa: Viña Soledad Tête de Cuvée. Un nombre de invocaciones borgoñonas para un varietal de viura de varios pagos, especialmente de parcelas orientadas al norte en la zona del Najerilla, que fermentaba en un tino de madera de 30 000 kg donde permanecía después un año, afinándose, antes de pasar otros tres y medio en barrica. Tanto 1959 como 1978 y 1995 estaban perfectos, con tonos de oro viejo -más profundos en las añadas más antiguas- y la fruta bien presente, con los cítricos dulces delante en un paladar largo que tiene el nervio ácido como eje y un gran carácter de especias: vainilla, azafrán, clavo, cilantro… Del 1959 destacan la sedosidad y un final larguísimo, “con notas especiadas algo picantes y ahumados de madera, cedro y trufa blanca”. Un 1978 “con más seriedad y concentración” mostraba recuerdos almibarados de cabello de ángel y orejones, en una boca más densa y menos tensa que remataba salina y mineral, mientras que el 1995 enseñaba un roble más obvio y nuevo, con tonos de moka y miel de flores en un paladar lleno de nervio, elegante y sedoso con la estructura firme de una añada excepcional.

 

La serie de tintos arrancó con el Excelso Gran Reserva de 1964, la añada mítica del siglo XX. El que entonces era el “top” de la bodega aún sorprende por su afrutado de frambuesa, que abre pronto y se envuelve en especias sobre un fondo terroso, de cuero y floral, “con apuntes minerales de pólvora y mina de lápiz y los ahumados muy presentes”. El paladar, muy largo, mantiene viveza y untuosidad y en el centro de su color teja de capa baja brilla aún el rubí. La serie Bordón -Cosecha Especial 1969 y Reserva 1980- llegó algo más fatigada, pero el Royal de 1975 impresionó por su carácter elegante, especiado y mentolado, aún amable, con volumen, “y esa fruta alicorada de los Gran Reserva que se mantiene, con redondez, equilibrio y orden. Es la sutileza en una copa”. Algo tienen que ver unas garnachas “muy importantes para Franco-Españolas”, según el enólogo, que proceden sobre todo de viñas en las zonas de Tudelilla y Badarán, y una elaboración a la manera clásica con no menos de dos años y medio de afinamiento en tinos de roble y el doble de tiempo en barrica.

 

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Esta devoción por la garnacha -“una de las variedades más difíciles de elaborar, que hay que entender y entender el suelo”- tiene continuidad en su apuesta para el siglo XXI. “Pálpito” un tinto de tirada muy limitada -poco más de 2700 botellas- se elabora a partir de un viñedo en Tudelilla con suelos profundos de cantos de origen glaciar y muestra en su añada inaugural 2021 un estilo que invoca la experiencia previa del director técnico en bodegas del Nuevo Mundo -Chile, Argentina, Sudáfrica, Nueva Zelanda- o en la española Numanthia. Muy frutal, maduro, mineral, exhibe el cacao elegante de las barricas de roble francés y americano en las que permanece catorce meses, a la vez que el carácter intenso, goloso y fresco de las garnachas del Ebro.

 

En el aperitivo y el almuerzo preparados por equipo del chef Quique Dacosta pudimos probar algunas novedades más, así como el Viña Soledad Tête de Cuvée de la fresca añada 2006, que se cató en exclusiva porque no saldrá al mercado. Fue un cierre perfecto para una experiencia inolvidable.

 

 

 

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