Bodega emblemática de Toro
Numanthia y las viñas prefiloxéricas: espíritu de resistencia
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Viñedos no injertados que están entre los más antiguos del mundo. Es el patrimonio que Bodega Numanthia custodia y moldea para presentar al mundo una nueva dimensión de Toro, más elegante y fresca. Ana B. Gabaldón
“No se entiende que con un clima tan seco se consiga tanta calidad, y ello se debe a las parcelas antiguas y tan resilientes”. Son palabras de Lucas Löwi, director general de Bodega Numanthia. “Es el milagro de Toro”, añade. Conversamos a pie de viña mientras las manos de cuatro vendimiadores recogen la minúscula producción de Juan Garretas, parcela de menos de 0,5 hectáreas y 160 años de antigüedad. Mientras, Alejandro Vicente, gerente de viñedos, nos señala cómo las hojas de una de sus cepas robustas y prefiloxéricas protegen los racimos del sol: “Hay que evitar las sobremaduraciones. La clave es lograr una maduración fenólica muy buena sin que falte acidez”. Es septiembre y el sol cae a plomo en estas tierras de clima continental extremo.
Con sede en Valdefinjas, en el corazón de la D.O. Toro, Bodega Numanthia (1998) saltó al estrellato mundial al lograr los 100 puntos Parker para Termanthia 2004. Pocos meses después, en 2008, el gigante del lujo Louis Vuitton- Moët Hennessy adquirió la bodega, y hasta ahora sigue siendo la única bodega en España del grupo francés.
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Una tierra acostumbrada a resistir
Con Lucas Löwi al timón desde 2015, Numanthia emprendió una serie de cambios que tienen que ver con un estilo más fresco y elegante en los vinos. “Al poco de aterrizar en Numanthia conocí a un viticultor histórico de la región llamado Juan Garretas. Su padre plantó esta parcela en el siglo XIX, y para él representaba el patrimonio cultural de la familia. Quiso que quedara en nuestras manos porque consideró que la cuidaríamos tanto como él. Sabía que se quedaba en un gran proyecto, por eso accedió a la venta.”
Toro es una de esas pocas zonas benditas donde el viñedo –en su gran mayoría- está plantado sobre pie franco (sin injertar en un pie americano), con la raíz hundiéndose directamente en la tierra. Son viñas ancianas que resistieron a la devastadora plaga de la filoxera de finales del siglo XIX, ya que el diminuto insecto no pudo expandirse por los suelos arenosos de la zona. Un tesoro y un orgullo. Y otra historia de resistencia que enlaza con el tributo que la bodega rinde a la ciudad de Numancia, mítica por su heroica oposición a los romanos.
De Juan Garretas la bodega recoge solo entre 300 y 500 kg de uva –“lo que daría para llenar una o dos barricas”, aclara Alejandro-. Pero de una calidad tan superior que es una de las parcelas elegidas para participar en el blend de Termanthia, el vino top de la bodega.
“Mantener una parcela así es caro y muy trabajoso. Hay que venir en tractor y perder un día entero para hacer un tratamiento. Solo se entiende si tienes el propósito de preservar un patrimonio único como son estos viñedos centenarios no injertados de tinta de Toro”, argumenta Lucas Löwi. Una misión que lleva a cabo en alianza con los viticultores locales, con las familias que han hecho posible que Toro sea el reducto de uno de los viñedos más viejos del mundo.
Alejandro Vicente explica que estos viñedos en pie franco son resilientes al cambio climático gracias a las raíces. “Son viñas que de forma natural, sin esfuerzo, consiguen una maduración equilibrada. Brindan vinos con un extraordinario balance entre potencia y elegancia y un gran potencial de guarda”, añade.
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Conseguir la mejor materia prima de la región
La bodega trabaja con 150 hectáreas -85 en propiedad-, la mayor parte de ellas son viñas centenarias, y se reparten a lo largo y ancho de toda la D.O., en más de ocho tipos de terruños. “En la zona norte -donde se localizan firmas como Pintia y San Román- los suelos de arcilla aportan estructura; en la zona centro, conseguimos gran expresión frutal; y en la zona sur contamos con los viñedos a mayor altitud, por encima de los 700 m, y por tanto ayudan a logar mayor frescura. De esta diversidad nacen vinos diferentes con personalidades distintas”, expone Lucas Löwi. Es precisamente la combinación de todas estas viñas, cada una con su ADN, la que hace posible la excelencia de sus vinos.
El número de parcelas de Bodega Numanthia supera las 150 porque muchas de ellas no llegan a la hectárea de extensión, y en algunos casos tienen rendimientos inferiores a 1000 kilos por hectárea. Alejandro recorre en incontables ocasiones todas las parcelas para catar las uvas, y decide el momento de vendimia de cada una; siempre a mano y en cajas de 12 kg. “Este año, por primera vez en la historia hemos empezado a vendimiar en agosto, el día 28, y terminaremos a finales de septiembre. Necesitamos un mes para vendimiar porque las parcelas son muy diferentes, con diferentes altitudes, etc”.
En 2015 la bodega comenzó con el cultivo orgánico, y casi todo su viñedo ya tiene la certificación ecológica. “Gracias al clima de Toro podemos aplicar tratamientos orgánicos y mantener la calidad, incluso mejorarla. Si no, no lo haríamos”, matiza Lucas Löwi. “Estas técnicas de cultivo favorecen que las viñas sean más sanas y más resistentes a los cambios climáticos. Cuanto más impactas, más desequilibras”, sentencia Alejandro.
La primera selección de racimos en campo se completa con otra doble selección en bodega: los racimos pasan por una mesa donde los operarios descartan a mano. Y después, tras la despalilladora, las bayas van a una máquina óptica que desecha aquellas con sobremaduración (presentan un tono grisáceo y menor tamaño). “Hemos tenido hasta un 20% de descarte, que es mucho. Pero para nosotros es muy importante evitar la uva sobremadura porque el perfil de vinos que buscamos se aleja mucho de esos tintos pesados, faltos de acidez y con notas de fruta pasificada”, describe Jesús Jiménez, el director técnico.
Cambios en el manejo del viñedo y la elaboración
La estricta trazabilidad que les permite vendimiar y elaborar por separado fue uno de los cambios impulsados por Löwi. También otros como el adelanto de la vendimia, la realización de prefermentaciones en frío y las extracciones más suaves. Todas son prácticas encaminadas a conseguir vinos no tan estructurados, taninos más suaves y mayor frescura. “La maceración se prolonga unos 20 días; antes duraba un mes”, observa Jesús.
También apostó por dejar reposar las botellas en bodega durante más tiempo antes de lanzar los vinos al mercado. De hecho, ahora se estrena Numanthia 2018, y en breve, Termanthia 2016, cinco y siete años después de la cosecha, respectivamente. Así, la bodega teje una nueva visión de Toro. Y demuestra, de paso, que el estilo histórico de la zona –vinos muy estructurados y de alto grado-, además de estar relacionado con las condiciones naturales, tiene mucho que ver con la cultura y la tradición del pasado.
La magia del blend
Son 30 las parcelas con potencial para participar en el blend de Termanthia. “Pero de estas, escogemos solo las cuatro o cinco mejores cada año”, informa el director técnico. Así se gesta el vino más exclusivo de la bodega, un ensamblaje de pocas parcelas, cada una elaborada por separado. “Las familias locales ya habían identificado estas viñas como las mejores, y con ellas producían vinos para consumo propio. Así que somos custodios de unas viñas ya elegidas por su calidad. Lo único que tenemos que hacer es no fastidiarlas”, comenta con humor Alejandro.
Las parcelas que no entran en el blend de Termanthia se destinan a Numanthia, en cuyo ‘coupage’ participan unas 100 parcelas de entre 50 y 100 años de antigüedad, elaboradas por lotes (más de 30 elaboraciones diferentes). “Son unos ensamblajes dinámicos en los que las viñas elegidas para surtir uno u otro vino pueden cambiar, aunque tenemos un histórico”, explica Jesús Jiménez.
Termanthia realiza la fermentación maloláctica en barrica, así como los mejores lotes de Numanthia; el resto, en depósitos de acero inoxidable.
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Nuevas añadas de Numanthia y Termanthia
La bodega tiene una producción este año de unas 242 000 botellas: 12 000 de Termanthia, 90 000 de Numanthia y 140 000 de Termes, su etiqueta de entrada de gama. Un tercio de este volumen se quedará en España. Numanthia 2018 acaba de salir al mercado; y en breve lo hará la nueva añada su hermano mayor: Termanthia 2016.
Numanthia 2018. Las más de 100 parcelas que conforman el ensamblaje del vino insignia de la bodega lo convierten en un fiel reflejo de las viñas viejas de Toro. Su añada anterior (la 2017) fue incluida entre los 100 mejores vinos del mundo por Wine Spectator. Ahora estrena añada 2018, año en el que la uva presentó unas perfectas condiciones sanitarias, pero con algo de pasificación, lo que implicó un trabajo mayor de selección. Tiene una crianza de 18 meses en barricas de roble francés, 60% en barrica nueva y 40% de segundo uso. En abril de 2020 se realizó el ensamblaje final y en mayo el embotellado. Desde entonces ha permanecido afinándose en bodega. En nariz despliega notas de frutillos rojos, cacao, monte bajo y especias dulces. En boca es un vino amplio y goloso, con tanino elegante y recuerdos de frutillos rojos y negros y sutiles especiados, con mucho nervio y un final largo y complejo.
Termanthia 2016. El vino icónico y top de la bodega reúne en su nueva añada potencia, elegancia y frescura. Ofrece una amplísima paleta de complejidad aromática y gustativa, destacando las notas de fruta negra y monte bajo, y un final muy largo con recuerdos balsámicos que le aporta frescura.
Desde el año pasado, Termanthia tiene una versión todavía más exclusiva: Termanthia Ipse. Se trata de un blend de diferentes cosechas que ha recibido 100 puntos de James Suckling, uno de los críticos vinícolas más prestigiosos del mundo. “Desde 2015 hemos guardado parte de cada cosecha en damajuanas de 34/52 litros. Y combinamos tres añadas distintas en este vino atemporal, con un producción limitadísima, del que ya estamos preparando una segunda edición”, revela el director de la bodega.
Convertir a Numanthia en una bodega icónica mundial es el objetivo de Lucas Löwi. También imagina un futuro con solo dos referencias –“Numanthia, en el entorno de 100 €, y Termanthia, a 400 €”- y una distribución muy selectiva. De momento, en el mercado nacional ya se han asociado a 100 restaurantes, a los que denominan ‘los Numanthinos’, y en el internacional esperan llegar a 500.


