Explorando añadas
Finca La Emperatriz examina en una vertical la evolución de su vino top
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Esta cata vertical de Finca La Emperatriz, en blanco y tinto, demuestra la capacidad de envejecimiento y elegancia de unos vinos nacidos en una propiedad histórica. Viñedos viejos en vaso en la Rioja más fría que dan forma a magníficos representantes del clasicismo. Ana B. Gabaldón
Tuvimos la suerte de asistir en octubre a una vertical de Viñedos Hermanos Hernáiz celebrada en Madrid y dirigida por el propio Eduardo Hernáiz, enólogo y propietario de la bodega, junto a su hermano Víctor. La cata comprendía todas las añadas de su marca top Finca La Emperatriz en blanco y tinto, desde la 2016 a la 2019. Enclavada en Baños de Rioja (Rioja Alta), el nombre de Finca La Emperatriz alude al pasado histórico de la propiedad origen de estos vinos, donde Eugenia de Montijo, última Emperatriz de Francia, ya elaboraba vino en el siglo XIX, cuya calidad ya fue reconocida en el concurso de la Exposición Universal de 1878.
“Eugenia de Montijo fue la primera ‘influencer’. Lucía un vestido cada día para ayudar a la industria textil de Francia”, relata Eduardo. “Su esposo, Napoleón III, fue el artífice de la clasificación de Burdeos en Crus que sigue vigente”. Tras el fallecimiento de la Emperatriz sin descendencia, la finca pasó a la Casa de Alba y cesó la actividad vinícola, hasta que en 1996 fue adquirida por la familia Hernáiz. Finca La Emperatriz ha conservado durante dos centurias sus 101 hectáreas de extensión, 32 de las cuales hoy están calificadas como ‘Viñedos Singulares’.
“Estamos en el noroeste de Rioja, en el Valle del Oja, la parte más fría de la región y con menor influencia mediterránea. Tenemos una temperatura similar a Borgoña”. Eduardo remarca que la finca cuenta con las condiciones climáticas perfectas para elaborar los vinos que persiguen, longevos, frescos, finos y elegantes, vinos que necesitan tiempo. “La Sierra de la Demanda actúa de barrera, las nubes suben y cuando baja el aire frío ya no tiene humedad. Aquí vendimiamos los blancos a finales de septiembre y los tintos en octubre, y algunos años en noviembre. El vino de calidad lo hacen las noches frías de octubre”.
Los cuatro primeros años los hermanos Hernáiz se dedicaron a la viticultura, y ya en el 2000 retomaron el proyecto de elaborar, sin grandes pretensiones. Es en 2016 cuando deciden dar un paso más en pro de la alta calidad y configuran la actual gama de vinos, con una primera marca: Finca La Emperatriz, y una segunda: El Jardín de la Emperatriz. Amplían la bodega y vinifican recuperando pautas artesanales como el uso de levaduras autóctonas y fermentación en depósitos de hormigón mezclando variedades. Para la primera marca Finca La Emperatriz se destinan solo viñas viejas en vaso reconocidas como Viñedo Singular, se cosechan a mano y los racimos pasan por mesa de selección.
Finca La Emperatriz Blanco, la cata
La cata comenzó con Finca La Emperatriz Blanco. Se trata de un varietal de viura criado en barrica, al estilo de los clásicos blancos de la región. “La viura es la única uva blanca que cultivamos en la finca. Es una de las primeras parcelas de esta variedad plantada con conciencia de lo que se hacía, porque antes la viura se mezclaba entre los viñedos de tintas”, explica Eduardo Hernáiz.
Este blanco se nutre de viñas de más de 60 años de antigüedad y fermenta al 50% en depósitos de hormigón y en barricas de 225 l; a continuación permanece cuatro meses criándose sobre lías y finalmente realiza una crianza de 8-10 meses en barricas de roble francés (1/3 nuevas, 1/3 de segundo año y 1/3 tercer año) y otro periodo similar de 8-10 meses en depósito de hormigón. La última añada en el mercado, la 2018, tiene una producción de 14 000 botellas, un precio de 35 € (aprox), y unas valoraciones de 93+ puntos Parker, 93 puntos James Suckling y 94 puntos Tim Atkin. Detallamos a continuación las impresiones de cata de las cuatro añadas.
Finca La Emperatriz Blanco 2016 presenta tonos dorados que denotan su edad, pero se encuentra en buena forma. Es el más complejo de todos los blancos debido a su largo reposo en botella. Muestra aromas frutales, cítricos, de hierbas secas y sutiles tostados, y un paladar largo que tiene una buena acidez como eje, gracias a una añada fría como la 2016. En cambio, la 2017 fue una de las añadas más cálidas que se recuerda, y dio una boca más densa y menos tensa (acidez justa), que muestra notas de fruta blanca madura (melocotón). Un vino con más cuerpo, más grado y, por tanto, un poco más de madera, con un final dulzón en el que la barrica tiene mayor presencia. “No es mi favorito”, confiesa Eduardo. “Tiene mayor aporte de madera nueva. En las siguientes añadas, 2017 y 2018, apostamos por reducir la madera nueva y por usar bocoyes”.
Finca La Emperatriz Blanco 2018 nace de una cosecha mucho más fresca que la anterior, en la que se logró un equilibrio perfecto entre acidez, fruta y madurez. “Fue una añada difícil, inestable, fría y húmeda. Y además ese año comenzamos a trabajar en ecológico. Llovió mucho en primavera y perdimos el 30% por el mildiu”. La maduración resultó más lenta de lo habitual, aunque las lluvias respetaron una vendimia larga y con suaves temperaturas. “Fue necesaria una selección exhaustiva de racimos, pero estamos muy satisfechos con el resultado”. Un vino con mucha tensión y fruta fresca en primer plano. La acidez alarga el final de boca dejando agradables recuerdos cítricos. “Podemos decir que el 2017 es ancho, y el 2018, largo. Y nosotros queremos volver a los vinos más largos que anchos”. El 2018 fue el favorito de la mayoría de los presentes en la cata.
Finca La Emperatriz Blanco 2019 todavía no ha salido al mercado. Lleva poco tiempo en botella, pero ya deja ver que será muy grande. Como novedad, en la fermentación se emplearon barricas de 500 litros. Es el más vertical, con la acidez marcada pero bien arropada por el alcohol y las notas afrutadas. También es el que presenta un perfil más herbal, con notas de hierbabuena. La cosecha 2019 fue ejemplar con temperaturas medias para la región, y el Consejo Regulador la calificó como Excelente. En agosto un episodio de granizo influyó en la cantidad de uva, se obtuvo un menor rendimiento que permitió racimos menos compactos y con uvas de menor tamaño, condiciones óptimas para la alta calidad. El verano fue seco y soleado, con una maduración inmejorable. Y la vendimia llegó con unas condiciones meteorológicas perfectas. “Para mí, Finca La Emperatriz Blanco 2018 y 2019 son los mejores”, sentencia el enólogo.
Finca La Emperatriz Tinto, a examen
Con su elegancia y finura, Finca La Emperatriz Tinto recupera el clasicismo de los vinos de Rioja Alta. No resulta del ensamblaje tradicional de tempranillo, graciano y mazuelo, sino que se compone de tempranillo (70-76%), garnacha (20-28%) y viura (2-4%). “Tenemos una garnacha muy vieja con muy baja producción que complementa de maravilla a la tempranillo aportando acidez. Además, la tempranillo en esta zona fría puede dar un tanino rústico y la garnacha proporciona un tanino más suave. La primera aporta notas de fruta roja madura, y la segunda, notas de fruta más fresca”.
Se elabora con las viñas más viejas de la finca, de entre 50 y 65 años. Las tres variedades fermentan juntas, a la antigua usanza, en depósitos de hormigón y con levaduras indígenas. Después, fermentación maloláctica en barricas y crianza de 18 meses en barricas nuevas de roble francés (60%) y de roble americano se segundo uso (40%). La última añada en el mercado, la 2018, tiene una producción de 35 200 botellas, un precio que ronda los 35 €, y altas puntuaciones de la crítica: 95 puntos Tim Atkin, 96 puntos Guía Proensa, 93 puntos James Suckling y 94 puntos Parker.
En Finca La Emperatriz Tinto 2016 (añada fría) la fruta es menos madura. Le faltó también un poco de madurez fenólica, y por ello se percibe algo secante. Destacan los recuerdos balsámicos y anisados.
La cálida cosecha 2017 brindó un vino con una boca amplia, sin perder la elegancia, con más madurez de fruta, atractivo carácter goloso y marcados recuerdos de cacao y tostados de la crianza. “En esta añada se nota más el peso de la madera. Desde 2019 usamos un 10% menos de barrica nueva y dedicamos mayores esfuerzos a la selección de barricas”, declara Eduardo. Por su parte, Finca La Emperatriz Tinto 2018 exhibe en nariz recuerdos de fruta madura negra, lácticos, especias y chocolate. En boca se muestra potente, con taninos maduros y ecos especiados y de fruta madura.
Terminamos la cata con el tinto que aún duerme en la bodega a la espera de su lanzamiento: Finca La Emperatriz Tinto 2019 (añada Excelente), en el que se percibe más fruta roja fresca que en los anteriores. Un vino que promete dar muchas alegrías y que tiene como novedad una crianza de tres meses en cemento tras los 18 meses en barrica.