Ocasión excepcional
Salón de los vinos del tiempo, primera muestra de añadas antiguas y vinos añejos

El pasado lunes Madrid acogió el primer salón que se celebra en el país centrado en las añadas antiguas, una rareza a la que acudieron trece bodegas para mostrar la capacidad de guarda de sus vinos y sorprender, con ellos, a los profesionales que allí se citaron. Raquel Pardo
En un entorno vinícola donde la novedad y la última añada a la venta es lo que prima, el salón “Los vinos del tiempo” que se celebró el lunes en la sede del COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid) rompía esquemas, al apostar por los vinos con un mínimo de diez años de vejez. Por primera vez se celebraba una exhibición (destinada al público profesional) en la que 13 bodegas desempolvaron viejas botellas, guardadas como joyas en el silencio y la oscuridad de las cavas, para darlas a probar a los asistentes, en su mayoría, sumilleres y compradores profesionales.
En la convocatoria, toda una declaración de principios, se hablaba de “acabar de una vez por todas con la dictadura de la juventud a la que ha estado sometido el mundo del vino que impuso la apreciación de los bebedizos bisoños por encima de aquellos nobles elixires criados con paciencia en los rincones más oscuros de las bodegas”. Y con esto en mente, la muestra convocó a productores de diferentes procedencias (aunque predominaron las zonas por excelencia de los grandes vinos de guarda españoles, Rioja y Jerez) para descorchar algunas de esas escasas botellas que guardaron con la intención de descorchar, años, décadas después, y comprobar cómo las había tratado el tiempo.
En el salón, momentos irrepetibles como una vertical de Pazo de Señorans Selección de Añada, desde el año 2010 (francamente espectacular, voluminoso y complejo) hasta el 2005, que dejó vinos grandes e inesperados como el 2007, una añada difícil en Rias Baixas que, sin embargo, años después daba una cara llena de mineralidad y carácter atlántico. O la posibilidad de catar hasta tres vinos de Rioja de la extraordinaria cosecha de 1964, considerada de las mejores de su historia: Excelso Gran Reserva, un fabuloso tinto de Franco Españolas, amplio y sabroso; Monte Real Gran Reserva, complejo y con una magnífica vivacidad, elaborado con maceración carbónica y a base de tempranillo, graciano y mazuelo; y Marqués de Riscal Gran Reserva, un tinto lleno de aromas especiados, terrosos (hongos, petricor) y silvestres, atractivo y equilibradísimo.
También hubo hueco para bodegas que apuestan por los vinos de larga guarda y como tales los sacan al mercado, como la gama de tintos y blancos de Vinícola Real, que mostró tres blancos con la etiqueta 200 Monges Gran Reserva Blanco Selección Especial de las añadas 2007, 2010 y 2011, especialmente brillante el primero, fresco y mineral. También contaban con tintos de la misma gama de las añadas 1998, 1999 y 2001, todos con una factura impecable, sin aristas y con una bella redondez.
Entre las riojanas se encontraba también CVNE, que llevó tres Imperial Gran Reserva de las añadas 1990, 1996 y 1998 con una impresionante juventud pese a los años que ya pesaban sobre ellos; Izadi, con su blanco de la añada 2011, viura y malvasía envueltas en roble que ya mostraba una agradable evolución y notas ligeras de hidrocarburo; y un tinto de 2001, Izadi Selección, poderoso y con fruta negra, mineral y definido. Montecillo descorchó grandes reservas tintos de Rioja de los años 1981, 1994 y 2001, un trío donde el primero atesoraba una larga crianza de 48 meses en roble e incorporaba garnacha en el corte basado en la tempranillo y con una pequeña proporción de mazuelo; se mostró vibrante y en muy buen momento de consumo. El 94 se elaboró con tempranillo y mazuelo en una mezcla vivaz y elegante y el 2001, combinando tempranillo y graciano en un tinto con fruta negra y notas especiadas y tostadas de la madera.
La vejez en Ribera, Conca de Barberà o Priorat
No son muchas las zonas españolas que hayan trabajado el camino de los vinos de larga guarda y menos aún las bodegas que han guardado vinos para testar su evolución en botella, pero entre las presentes del salón que no eran riojas se encontraba Protos, una de las pioneras en Ribera del Duero, que llevó dos tintos gran reserva, 1999 y 2001, en muy buen estado de forma, con fluidez de paso, buena estructura y presencia de taninos.
Familia Torres acudió con varias enseñas emblemáticas de la casa: Waltraud 2012 (DO Penedès), riesling con muy buena evolución, notas de hidrocarburo y buena acidez; Milmanda 2012 (DO Conca de Barberà), chardonnay de corte borgoñón que en esa añada tuvo una crianza en barrica de 12 meses; Gran Coronas 1989 (DO Penedès), una etiqueta que se convertiría en el icónico Mas la Plana, cabernet penedesenca pionera que en esta añada conservaba toques de pimienta, balsámicos y una interesante fluidez en el paladar; y Grans Muralles 2004, (DO Conca de Barberà), tinto que recoge variedades tradicionales catalanas y que en esta cosecha ya incorpora garró pero no querol, la última uva en sumarse a su coupage. Elegante, con mucha fruta negra y roja y notas de monte, con una textura fluida y equilibrada.
También del Penedès y parte de Familia Torres acudió Jean Leon con dos añadas de Vinya Le Havre, con base de cabernet sauvignon la de 1999, que en la de 2004 incorpora cabernet franc, tintos concentrados y de estructura musculosa.
Desde la comarca de Montsant, Mas Martinet concurrió con el goloso y frutal Partida Bellvisos Magnum 2002 y el más serio y cálido Clos Martinet 2000, ambos de la DOQ Priorat. Con DO Montsant, Dido Blanc 2013 y Venus 2003, blanco de macabeo, garnacha y cartoixa el primero y cariñena y syrah el segundo, goloso, amplio y vibrante en la boca.
El tiempo no pasa en Jerez
Las bodegas jerezanas Osborne, González Byass y Williams & Humbert se citaron también en este salón que muestra cómo el paso del tiempo hace crecer a estos singulares vinos: amontillados, palos cortados o PX dulces con décadas de vejez y soleras centenarias se pudieron degustar en una cata prácticamente irrepetible. Joyas como el Cuatro Palmas de Tío Pepe (González Byass), un amontillado complejísimo y seductor, el oloroso Sibarita de Osborne, procedente de una de las soleras más antiguas de Jerez, fundada en 1792, con notas de caramelo y toffee y textura polvorienta y seca, un vino para iniciados; el Solera PAP, de la misma bodega, un jerez de culto, palo cortado que suma un 8% de Pedro Ximénez dulce y resulta cremoso, complejo y opulento; la colección de generosos de añada de Williams & Humbert, de la que se abrieron botellas de Fino Alboreá 2012, fresco y amable; Amontillado 2001, que fue el primer amontillado de añada del Marco y se embotelló en 2021; o las etiquetas clásicas como Canasta 20, un VOS de palomino y PX denso y sabroso; y As You Like IT, medium VORS, complejo, profundo, amable y largo.
Las impresiones de los asistentes se resumen en destacar la originalidad de la cita por la oportunidad, única, de catar algunos vinos de los que apenas quedan botellas, y desde la organización se destacó la vocación de repetir la convocatoria y mantener el carácter exclusivo de un salón, sin duda, singular.