Santiago Rivas

Fuego

Sábado, 16 de Diciembre de 2023

Acaba el año y, por tanto, es momento de hacer balance, y en este caso mi objetivo son los contenidos de las ferias de vino. Santiago Rivas

Ferias, eventos, showrooms o cualquier otra forma que pueda adoptar esto de convocar a iniciados, profesionales y, a veces, hasta a civiles para abrir botellas y, ya que están allí, contarles algo relacionado con el sector o con la bebida en sí. La verdad es que cada vez hay más y mejores saraos, de un tiempo a esta parte todos los implicados se están profesionalizando a tal punto que algunas fiestas alcanzan la excelencia.

 

Dentro de las posibles actividades que se dan en estos acontecimientos hay que decir que ha sido un año especialmente bueno en lo concerniente a grandes catas. Cada vez más, las bodegas son conscientes de que para llamar la atención tienen que ir con lo mejor, aunque lo que quieras vender sea lo asequible hay que ir con lo exclusivo.

 

Destacan también aquellos que tiran de botellero histórico, un acierto total –claro está, no todo el mundo puede– por ello animo a todos los elaboradores con esa posibilidad a que se animen, os hace diferenciales. Muy positiva la práctica de desterrar los llamados “genéricos”, esto es, vinos representativos elegidos por el Consejo Regulador de turno que van etiquetados con las señas de la D.O. de tal manera que anonimiza el contenido. Eso está muy bien para actos institucionales o políticos, pero es ridículo y bajonero en acciones de comunicación.

 

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El caso es que cada vez se bebe mejor en estos trances y es de agradecer, tanto por la idea que conlleva como por los costes que ello supone.

 

En lo concerniente a las charlas, debates y similares ya no soy tan positivo: sigue habiendo mucha intervención redundante, aburrida y desfasada.

 

Hablar del terroir, el paisaje embotellado y el suelo está muy bien, por supuesto; también del maridaje, los restaurantes, la historia de los ríos y fenomenal ciertas intervenciones espectáculo con un DJ, o un cantante de ópera, que divulgar más bien divulgan poco, pero son divertidas.

 

El problema es que sigo echando en falta más contenidos sociológicos, estamos presenciando un cambio de paradigma, la aparición de una industria dentro de otra que la está dinamitando (poco a poco, pero demoliendo) y no he asistido a ninguna charla sobre esto. Tampoco he escuchado a nadie hablar de la fenomenología de los vinos de culto o de la gentrificación de botellas.

 

De cómo los comportamientos miméticos están acelerando estos fenómenos o de la irrupción del sumiller estrella como futuro prescriptor clave de nuestro tiempo. He escuchado cero segundos sobre estos temas.

 

Hay que ser autoexigentes y ambiciosos, no podemos desaprovechar ningún marco ni altavoz, hay que abandonar esa idea de que las ponencias es eso que pasa mientras la gente está en otro lado bebiendo.

 

Hay que ofrecer contenidos originales, variados, útiles y reales. Menos lírica y más prosa.

 

Esa es la gran asignatura pendiente de la divulgación en directo para el año que entra.

 

Hace falta más fuego.

 

¡Feliz 2024!  

 

 

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