El vino de la semana
Insurrecte 2022
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Uno de los grandes desafíos, quizá más amenazante aún que el cambio climático, es el relevo generacional en el campo, en el viñedo. Se abandonan pueblos y los jóvenes se van lejos para no volver, ahuyentados por las generaciones anteriores, que les animan a prosperar en otro sitio. Raquel Pardo
Afortunadamente, hay quien no solo termina volviendo, sino que una vez de regreso, se pone manos a la obra y construye un proyecto de vida completamente nuevo, partiendo de esa tierra que tantos pesares dio a sus antecesores.
No somos pocos quienes, siendo de pueblo, recordamos a padres, madres o abuelas decirnos que en el pueblo no hay futuro, que es mejor salir de allí y buscarse la vida en otro sitio, estudiar una carrera para “colocarse” y vivir mejor de lo que viven ellos.
Y si hay quien decide largarse sin mirar atrás, también existen quienes, inconformistas y poco amigos de que otros les digan el camino que han de seguir, optan por descubrirlo por sí mismos, incluso habiéndose contagiado de esa pesadumbre que a veces sobrevuela entre los agricultores y en algunas zonas rurales, con no pocos fundamentos. El hecho es, también, que el viñedo resulta una actividad muy poco rentable, que puede llevar al viticultor a tirar por la calle del medio y, o bien arrancar un patrimonio vitícola valioso que pocos a su alrededor están dispuestos a pagar justamente, o practicar una viticultura de supervivencia y vender a precios que no solo no superan, sino que pueden llegar a estar por debajo de los costes de producción.
Por eso tiene valor, emocional, social y, si nos ponemos, antropológico, que viticultores y enólogos con mundo y estudios a sus espaldas vuelvan a sus raíces para construir algo de valor desde los cimientos, con respeto por las enseñanzas del pasado, sí, pero con ideas que den viabilidad a su actividad cara al futuro. Óscar Mestre, cuarta generación de bodegueros y viticultores de Xaló, en Alicante, encarna muy bien ese espíritu. Y por eso es el protagonista del vino de la semana, él y su actitud ante la vitivinicultura: inquieto, descubridor, rescatador de variedades como la trepadell, que revisita uvas como la giró o la moscatel, tan arraigadas en la Marina Alta, pero a veces tan olvidadas, y les da nuevos bríos. Para hacerse una idea del ímpetu de su proyecto, conviene recordar el nombre del primer vino que elaboró en la bodega familiar, dedicada a elaborar mistelas y vermuts tradicionales: Renaix la Passió.
De eso, de passió, es de lo que tratan los vinos de este entusiasta y joven elaborador que se compró sus primeros depósitos por Wallapop (tal como afirma en una entrevista con 5Barricas). E Insurrecte es ese pasito más hacia la percepción más elevada, y más cualitativa, de una variedad que muchos miran de reojo como la moscatel de Alejandría. Mestre se vale de ella para fermentarla y criarla en tinaja de barro crudo en un guiño al pasado que conoce porque lo ha mamado de sus padres y abuelos. Lo elabora en contacto con pieles y el vino llega a desarrollar un ligero velo de flor.
En el campo, que también trabaja él mismo, acompañado de su beagle, Giró, una viticultura que preserva un territorio de carácter mediterráneo, marcado por los suelos calcáreos, la altitud y la cercanía con el mar.
En la copa, un vino de aromas delicados y elegantes, seductor, que en la boca es definido y largo, jugoso y con notas salinas. Un vino que, como indica su nombre, se rebela contra esa autoridad que afirma que los moscateles son aburridos y agotadores.
Que viva la insurrección líquida.
PVP: 20,50€









