Crónica: Madrid Fusión The Wine Edition 2024
Airenes manchegos, riberas sorianos, un viaje por Portugal y los vinos de La Place: las catas más interesantes de Madrid Fusión The Wine Edition 2024

La edición vinícola del congreso gastronómico mezcló entretenimiento y divulgación en un programa de catas variado, con sumilleres y Masters of Wine como directores de orquesta. Raquel Pardo
Las catas, verticales, horizontales y temáticas, son el centro de las actividades de Madrid Fusión The Wine Edition. A diferencia de su hermano sólido, el congreso vinícola se centra más en las degustaciones que en la vanguardia en asuntos como la vitivinicultura, la sumillería o la distribución, invitando a descubrir vinos desde una perspectiva de consumidor o curioso.
Una de las más interesantes, por lo inédito, fue la que presentó la familia Fernández Rivera, propietaria de la famosa Tinto Pesquera, de su vino blanco Alejairén, elaborado en la bodega El Vínculo, en La Mancha, y con una variedad denostada como la airén. La cata, vertical, consistió nada menos que en un recorrido por la evolución de este vino, procedente del paraje La Golosa, con viñas de más de 90 años y suelos arenosos, desde su primera añada, 2007, hasta la última en el mercado, 2022. Los enólogos de la casa, Rodrigo Pons y Lucía Pascual (tercera generación de la bodega), explicaron que La Golosa está plantada también con cencibel (tempranillo en La Mancha) y que la airén de este terroir se vendimia después que la tinta, con la intención, desde sus comienzos de hacer un vino de guarda. Explicaron también que ha habido un cambio en la elaboración a lo largo de los años, ya que al principio tenía hasta 24 meses de crianza en roble y la añada 22 solo lleva 15 meses, aunque, aclaró Pons, las crianzas no son fijas y se van adaptando a las condiciones del vino y la cosecha.
La cata comenzó con una novedad, Alejairén Tinaja 2022, un vino que luce en el nombre el recipiente en el que se elabora, y que tiene la intención, comentó Pascual, de rememorar la elaboración tradicional manchega en tinajas antiguas. Aquí el vino se mostró muy fresco, con sapidez y notas de hierba seca y fruta fresca, un amargor ligero que daba entidad al conjunto y muy bien definido, con amplitud pero sin pesadez.
Siguió el Alejairén 2022, este ya criado en madera, con notas de palomitas y mantequilla, tostadas y especiadas y recuerdos de fruta carnosa y coco.
La añada 2020 destapaba aromas cítricos, de limón, y herbáceos, con la madera presente pero bien acompañada de volumen y salinidad, además de un cítrico que aporta frescura.
Alejairén 2017 tenía notas de fruta de hueso, ahumados y un equilibrio aromático muy elegante, aunque en boca era más fluido y ligero, fruto, posiblemente, de una vendimia temprana.
El vino de 2013 marcaba una diferencia ya en su color, ligeramente turbio, y en aromas, enseñaba membrillos, flores y una nota de hierba seca muy interesante. En boca era muy fresco, fluido, con fruta fresca y un amargor medido, con mucho equilibrio. El de 2010 mostraba signos de más evolución que el resto y algo de cansancio, pero el 2007, sin embargo, era un despliegue de notas especiadas, ahumadas y fruta blanca sazonada, de boca sabrosa y con una oxidación que armonizaba con su vejez, manteniendo aún viva la acidez. Una agradable sorpresa que rebate la idea de la airén como una blanca sin recorrido.
De sulfitos y riberas segovianas
El sumiller de Etxebarri, Mohamed Benabdallah, dirigió una interesante, aunque poco profunda debido al tiempo, cata de ocho vinos con y sin sulfitos, con la particularidad de que, de dos en dos, eran cuvées iguales, pero una de ellas llevaba sulfuroso añadido y la otra, no. Esto le sirvió de excusa para repasar un poco los tópicos que planean sobre los llamados vinos naturales, y apuntar las posibilidades en la mesa de unos y otros, así como las particularidades de guarda de unos vinos que no llevan la protección del sulfuroso y pueden dar sorpresas a comensales y sumilleres.
Dominio de Atauta, una de las bodegas pioneras en revelar el potencial de la Ribera del Duero soriana, celebró un recorrido por sus parcelas de manos de su director técnico, Jaime Suárez Pardo, que destacó las condiciones de un viñedo en altitud y en una zona límite de cultivo como el valle de Atauta, conservadora de un patrimonio valioso de viña centenaria y prefiloxérica.
El primer vino que presentó Suárez fue San Juan, procedente de un proyecto de recuperación de viñas en un valle orientado al sur, con arena y caliza, y un viñedo de 165 años de historia. La añada 2017 fue la que se puso en la copa, que desplegaba aromas de regaliz, Juanola, fruta negra y tostados, con un paladar fluido de taninos potentes pero pulidos y sedosos.
La Roza es otro de sus viñedos, arenoso y con canto rodado, arcilla y caliza, una de las zonas más altas del valle. El vino, añada 17 también, es mucho más concentrado, potente y con más calidez, con muchas notas de fruta negra y azul, pero con una finura de taninos similar.
Llanos del Almendro, una de sus etiquetas más conocidas, es un territorio de suelo arenoso con roca madre calcáreas. De esta parcela solo se embotella una parte que sale con esta marca, la que Suárez y su equipo consideran más identitaria, y el resto va a su vino genérico, Dominio de Atauta. Es complejo y con muchos matices, textura sedosa y firme y con un atractivo volumen.
La Mala, viñedo de apenas 0,7 has y dividido en nueve parcelas, con 70 cms de suelo hasta la roca madre y cuyas cepas dan racimos muy sueltos, da al enólogo para elaborar tres vinos que ensambla después. Es amplio, sazonado y sabroso, con fruta roja y crujiente y notas terrosas y minerales, de una elegante frescura.
El colofón de la cata lo puso una minivertical de tres añadas de otro de sus parcelarios, Valdegatiles, que también se segmenta en diez mini parcelas y se sitúa a una altitud de 930 metros y orientación norte. Para elaborarlo también se hacen tres vinificaciones que se ensamblan al final. Las tres cosechas mostradas, 2000, 2010 y 2019 eran una buena fotografía de la evolución de estilo de estos vinos, posiblemente ligada a los diferentes enólogos que las elaboraron antes que Suárez.
De Portugal a La Place de Bordeaux
Sogrape, casa vinícola familiar portuguesa, hizo un magnífico despliegue de vinos de las distintas zonas donde elabora: Alentejo, Dão, Douro y Porto, de manos de sus enólogos, Madalena Gonçalves, Beatriz Cabral y Diogo Moreira, respectivamente. En total, nueve vinos, repartidos en tres etiquetas de Quinta dos Carvalhais (DOC Dão), dos de Herdade do Peso (DOC Alentejo), tres de Casa Ferreirinha y uno de la histórica Sandeman.
El primero fue un Encruzado 2022 de Quinta dos Carvalhais, sutil y frutal, con buena acidez y frescura, y le siguió una Touriga Nacional 2020, intenso, connotas de moras, flores y tomillo, con una boca vibrante y aún muy potente. Para terminar, un Branco Especia NV, mezcla de añadas y castas como encruzado, gouveio, sémillon y otras, macerado con pieles, complejo y con fruta madura, tostados y notas leves de caramelo y una boca amplia y fina, con un medido volumen y fluidez muy atractiva.
De Alentejo, Parcelas 2019, un vino que embotella la mejor parcela de esa añada, que en esta, combina alicante bouschet y petit verdot, especiado, sazonado, con un tanino firme aún muy presente. Ícone 2018 combina alicante bouschet, touriga nacional y petit verdot y solo sale en añadas excepcionales, muy fino, con notas vegetales que aportan frescura y un conjunto elegante.
Castas escondidas 2019, de Casa Ferreirinha, es un douro de estilo clásico, mezcla de hasta nueve variedades y tiene un perfil sedoso, de fruta roja madura y paladar amplio y jugoso que va desplegando sabores florales y mucha elegancia.
Quinta da Leda 2020 es uno de sus vinos de finca, especiado y con fruta negra, potente en boca, procedente de un suelo con pH alto que ayuda a retener la acidez.
Reserva Especial 2014 fue, quizá y salvando el señorío del Porto de Sandeman, el rey de la cata, una suerte de “hermano” del mítico Barca Velha de la casa, que parte de uvas de la finca de Quinta da Leda y otras de parcelas en más altitud, y envejece siete años en botella. Muy fluido, complejísimo, con una medida opulencia y un tanino muy elegante que hacía querer más.
El final de fiesta, con brindis incluido por parte del Business Developer de Sogrape España, Fernando García- Agulló Guedes (cuarta generación de la familia fundadora), fue un Tawny 20YO, un vino dulce fortificado que procede de viñedos en la zona de Cima Corgo, entre ellos, de Quinta do Seixo, propiedad de Sandeman, y que por su dificultad, se tiene que trabajar completamente a mano. Placentero, con fruta madura, frutos secos, fruta desecada, largo y goloso, de una seductora complejidad.
Una de las catas más esperadas de la edición de este año fue la que se centró en los vinos de La Place de Bordeaux, un mercado virtual de vino francés que pasa por ser el más prestigioso del mundo, y que recientemente se ha abierto a varias etiquetas españolas, todas ellas presentes en las mesas de los asistentes y presentadas por sus elaboradores: Telmo Rodríguez (Remelluri, DOCa Rioja), Marcos Yllera (Vivaltus, DO Ribera del Duero), Paco Hurtado de Amézaga (Marqués de Riscal, DOCa Rioja), Víctor Urrutia (CVNE, DOCa Rioja), Benjamín Romeo (Contador, DOCa Rioja), Fernando Rodríguez (Algueira, DO Ribeira Sacra) y Willy Pérez y Ramiro Ibáñez (De la Riva, Marco de Jerez). Los vinos, Yjar, Vivaltus, Tapias, Real de Asúa Carromaza, Alma de Contador, Dalio y San Cayetano hablaron por sí solos, mientras en el escenario, la Master of Wine Almudena Alberca explicó el funcionamiento de este mercado y fue dando paso a los protagonistas para que hablaran de su experiencia en este Marketplace de complejo entramado. Rodríguez apuntó que se inspiró en el llamado Médoc Alavés, en la figura del Duque de Híjar y de Manuel Quintano, que importó desde Burdeos la elaboración de vinos que ha marcado el estilo de Rioja. “Los grandes vinos son productos psicológicos” comentó, aunque recordó que Rioja ha sido tradicionalmente un proveedor de vinos baratos para el mercado inglés, y al llegar los vinos españoles a La Place, ese idioma cambió: “Se ha abierto una puerta y no hay que estropearla”, apuntó.
Marcos Yllera se expandió contando la historia del nacimiento de la bodega Vivaltus y la llegada de Jean Claude Berrouet, enólogo conocido por haber elaborado el mítico Pétrus, una circunstancia que les abrió las puertas de La Place hace tres años, aunque reconoce que no han tocado el precio, mientras que Yjar sí ha ido subiendo.
Paco Hurtado de Amézaga recordó la vinculación profunda de Marqués de Riscal con Burdeos y la idea de recuperar un viñedo histórico situado en las terrazas del Ebro, con caliza a un nivel profundo en el suelo, con el que elaboran Tapias, el tinto que, asegura, se vendió en su aparición en La Place en cinco horas.
La visión más mercantilista de la tarde la aportó Víctor Urrutia, quien afirmó que el vino que han vendido por primera vez en el Marketplace bordelés, Real de Asúa Carromaza, se elaboró como parcelario (procede de una sola viña situada en Villalba de Rioja, pero tradicionalmente ha sido un tinto de mezcla, ya que la marca Real de Asúa ya existía) y con una visión comercial, que en su caso, comparte comercialización con négociants dentro y fuera de La Place.
Benjamín Romeo valoró en positivo el que haya varios vinos españoles en este exclusivo mercado y apuntó que “hace unos años hubiera sido imposible vender un vino español en este espacio”. Añadió que quiso dar a su vino, Alma, un toque bordelés a base de mezclar uvas de distintas fincas, y reflejar, en cierto modo, el alma de San Vicente de la Sonsierra, donde elabora y tiene sus propiedades. Como curiosidad, dijo que la mayor parte se ha vendido en España, algo que le hacía sentir orgulloso, aunque, añadió, “hay que consolidar esa presencia”.
Con una evidente alegría, Fernando Rodríguez expresó que “yo no tengo historia”, por lo que entrar en la Place, de manos de Telmo Rodríguez, fue para él como estar en el cielo, junto a grandes nombres como Chanel (la marca de moda es propietaria de bodegas de Burdeos como Château Canon o Rauzan-Ségla), y que quiso hacer “un canto a Galicia, como Julio Iglesias” con un vino, Dalio, que combina mencía de una parcela “que es una ruina” por su situación, rendimientos y orientación, y otras variedades “más frescas” de diferentes ubicaciones.
Willy Pérez y Ramiro Ibáñez hablaron de su proyecto conjunto de redescubrir la identidad del marco de Jerez con De La Riva, y explicaron que San Cayetano, el vino de pasto de La Place y único blanco español hasta el momento en la red de comercio bordelesa, busca mostrar la personalidad del pago de Macharnudo, “porque así entendemos cómo era Jerez”, buscando mantener, también, esa parte frutal y de albariza propia del pago.