Albariza emocional
El vino de la semana: Caserío de Miraflores Alta 2022

La serie “Pablo Escobar, el patrón del mal” comenzaba con la frase: “Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”. Quien sí la conoce, y en lugar de repetirla, la divulga en forma líquida es Ramiro Ibáñez, quizá, uno de los mayores genios del vino con el que tenemos la suerte de compartir época. Raquel Pardo
La frase que encabeza la serie sobre el narco es, en realidad, obra del filósofo de origen español Jorge “George” Santayana, catedrático de la Universidad de Harvard y candidato al Pulitzer (no lo ganó por no estar nacionalizado estadounidense) y al Premio Nobel de Literatura. Si su obra puede no sonar familiar a quienes no tengan afición por la filosofía, esta célebre sentencia le sonará a cualquiera, precisamente, por el enorme sentido que cobra en una sociedad que consume información efímera y pasajera.
Si nos movemos al mundo del vino, que para eso es esta columna, lo de conocer la historia para no repetirla, o en muchos casos, para volverla a traer al presente se está dando hoy más que nunca entre productores de toda España. Pero cabe preguntarse hasta dónde llega este conocimiento y cuánto hay ahí de aprovechar la ocasión de cargarse de sentido donde realmente no se encuentra, y empezar a abusar de conceptos como ancestral, tinajas, artesanal o tradicional sin realmente saber qué ocurría en esos años a los que se alude, ya sean décadas o siglos atrás.
Pero cuando este conocimiento sí es real y sí es fruto de una incansable investigación, unida a una curiosidad apasionada y un talento inagotable (o al menos, inagotado), lo de rescatar esa historia y recrearla, sin repetirla (para no caer en esos mismos errores que llevaron al caos o la desaparición, en este caso, de vinos históricos, de pagos de alto valor y de bodegas que sucumbieron a un progreso sin futuro) cobra un sentido profundo. Y ese sentido se lo ha encontrado Ramiro Ibáñez al vino histórico del Marco de Jerez, donde investiga, averigua, piensa y elabora reconectando un hilo invisible con el pasado y aprovechando su conocimiento presente. Ibáñez no es un hombre, para nada, del pretérito; sus vinos son de una actualidad casi dolorosa, porque ponen de manifiesto lo mucho que Jerez dejó atrás y que ahora hay que volver a encontrar, a veces, en ruinas. Santayana era un filósofo que hizo fácil el acceso al conocimiento, era un escritor elegante y prolífico, y es muy posible que se hubiera llevado bien con nuestro hombre de Sanlúcar de Barrameda.
Seguramente, compartiendo un vino como Caserío de Miraflores Alta, donde Ramiro Ibáñez toma la materia prima, palomino, de un viñedo histórico con el que tiene una vinculación emocional, y que fue el origen de la legendaria manzanilla Barbiana de Rodríguez- La Cave, cuyas soleras son hoy propiedad de Delgado Zuleta. Pero lo que hace el sanluqueño aquí no es una manzanilla, es extraer la esencia de ese territorio de albariza y convertirlo en un vino de pasto transparente que fermenta en bota y tiene aromas de pólvora y una textura pulida, definida, donde manda la sensación mineral y la sapidez, ambas abrigadas por un conjunto de precisa elegancia.
Caserío forma parte de una colección, Miraflores Alta, que muestra en tres vinos la diversidad del pago sanluqueño bajo el prisma de Ibáñez, que hace beber historia porque la conoce, pero no nos condena a repetirla aunque, si lo hiciera, como condenados nos haría inmensamente felices.
George Santayana escribió en uno de sus poemas
“La tierra devuelvo cuanto me dio la tierra/ Todo al surco, nada para la tumba. /Extinguidos la llama y el vigilante espíritu / cuanto antes la visión, ya no alcanza la mirada. / Solo dejo el sonido de unas cuantas palabras, / cuyos ecos burlones vagamente resuenan. / Yo he cantado a los cielos: "Mi exilio me hizo libre" / y de uno a otro mundo, por todos me llevó. / Respetuosas las Furias y benignos los Hados, / paseé por los firmes claustros del intelecto. / Cualquier tiempo mi tiempo, cualquier lugar mi sitio / mi rostro no vio envidias, esperanza o temor. / Fuera cual fuera el viento hice mía la antigua / verdad, y maduré mi amistad en el vino / mientras cielos risueños extendían con sus alas / briznas de luz y llanto por las cosas mortales. / A la tenue armonía del prado con la nube, / del cuerpo con el alma, mi culto consagré. / ¡Que la forma, la música y el aire en que alentamos / colmen con su belleza mi imperfecta plegaria!"
Salud, George.
PVP de la colección Miraflores Alta: 98€ aproximadamente.