"España es el país del mundo donde mejor se come"
Silvia Marsó
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Adelgaza haciendo funciones como Yerma, de Lorca, que ahora protagoniza en el Teatro María Guerrero de Madrid. Sin embargo, es una entusiasta gastrónoma y una ferviente fan de las cocinas regionales españolas. Pedro Javier Díaz-Cano
Aviso para los lectores de esta entrevista: mejor ‘degustarla’ después de haber almorzado o cenado bien, pues Silvia Marsó (Barcelona, 1964) es una exquisita gourmet y en sus respuestas acerca de gastronomía sale a relucir su gran conocimiento de todas las cocinas regionales de nuestro país. No en balde, se siente privilegiada por haber podido recorrer toda España gracias a giras teatrales, como la que lleva a cabo actualmente con la obra Yerma, de Federico García Lorca, que ahora llega a Madrid para representarse en el Teatro María Guerrero. La que fuera azafata contable, bailarina y hasta cantante en el mítico concurso “Un, dos, tres… responda otra vez”, se ha labrado una fecunda carrera teatral siguiendo al dedillo aquel consejo que le regaló al oído la mismísima Ava Gardner, cuando tuvo la fortuna de coincidir con ella en una superproducción: “Ay, nena, ten paciencia, porque en esta profesión no se llega nunca”. Madre de un chaval de trece años, ella continúa preparándose cada día yendo al gimnasio y con clases de voz, pues su lema es que por muy difíciles que sean los personajes que encarna, cada vez que sale a escena es como pasar un examen. Nuestra cita para la entrevista es en CaixaForum, en el madrileño Paseo del Prado, un frío mediodía de invierno que invita a refugiarse en la cafetería del moderno edificio, construido en lo que antaño fue una central eléctrica.
Sobremesa: Según las notas del director, Miguel Narros, Yerma es una obra esencialmente femenina, un canto y un llanto por la maternidad.
Silvia Marsó: El drama del personaje de Yerma es que su vida no es lo que hubiera tenido que ser. El público va descubriendo cuál era su destino verdadero; su destino era Víctor. Y el público va descubriendo cómo la decisión de un matrimonio de conveniencia con Juan, tomada de una forma prematura cuando era muy joven y premeditada por pura codicia, frustra su camino, que, en aquella época, era ser madre y ser feliz en el matrimonio; no había más futuro para una mujer.
S.: ¿Qué es lo que más le atrajo de esta obra? ¿Qué le llevó a hacerla?
S.M.: A raíz de un encuentro entre Miguel Narros y yo, surgió este título, entre otros. Al final optamos por Yerma porque en toda España hay una generación muy amplia que no la ha visto; la conocen, porque la obra de Lorca se ha estudiado a nivel internacional, pero mucha gente no la ha visto en un escenario. Sobre todo, porque hoy en día, tal y como están las cosas, llevar una función que tiene 25 personajes de gira por España, es una valentía tremenda y un riesgo impresionante. Por lo tanto, tampoco tendrán muchas oportunidades en los próximos años de ver una obra así.
S.: ¿Existe un paralelismo entre el personaje de Yerma y el propio Lorca? ¿Lorca se podría identificar con Yerma por la imposibilidad de concebir hijos?
S.M.: Hay estudiosos que han dicho que la frustración de una persona homosexual al no poder concebir, puede ser una de las motivaciones más profundas que a Lorca le provocó escribir esta obra, pero yo creo que no es así. Pienso que Lorca sabía mirar –con mayúsculas– al ser humano, y principalmente a la mujer, porque no tenía voz ni peso en la sociedad. Pero Yerma es mucho más… es una función tan profunda que no se puede resumir solo argumentando que se trata de una mujer que no puede tener hijos. Eso es algo absurdo. Lorca está hablando de todo lo demás: del destino, del ser humano, de su pertenencia a la naturaleza, al planeta, al orden primigenio; tiene que ver con la religión, con la filosofía y con la biología. La obra es así de compleja.
S.: Este 2013 se cumplen precisamente 30 años de su debut en el concurso “Un, dos, tres… responda otra vez” (TVE), que le dio una popularidad que todavía le dura…
S.M.: Sí. Me abrió muchas puertas, puesto que era un programa de audiencia millonaria cuando en España solo había dos cadenas de televisión. Entonces lo veían todos los españoles con niños, y todos los chavales de esa época ahora tienen entre 35 y 40 años. Por eso cuento con muchos fans de esas edades, pues me escriben en Facebook y noto ese cariño. Pero no era mi objetivo: yo no quería ser presentadora ni azafata, sino que era un paso para seguir con mi carrera de actriz, que había iniciado con catorce años. Y fue muy importante porque me dio a conocer.
S.: Comenzó su carrera de actriz profesional en 1979, con la obra de teatro “Los derechos de la mujer”, de Alfonso Paso. ¿Cómo recuerda esa experiencia con tan solo quince años de edad?
S.M.: Era menor y mis padres tuvieron que firmar el contrato. Y fue mi primera gira teatral. Lo que destaco de esa época es que yo, que no había salido de Cataluña, por primera vez conocí España: Galicia, Asturias, Andalucía, Extremadura… Para mí fue un descubrimiento, un viaje iniciático. Me di cuenta de las diferentes culturas que hay en España, que están mezcladas. Fue algo maravilloso: las gastronomías, las distintas formas de pensar e, incluso, de urbanizar las ciudades, la arquitectura… Fue impresionante.
S.: Como buena conocedora de España, ¿cuál o cuáles son sus cocinas regionales preferidas?
S.M.: Los actores de teatro que hacemos giras somos unos privilegiados, porque podemos visitar las ciudades y luego comer bien en los restaurantes estupendos en todas partes. La que más me gusta es la cocina del norte, como la de La Rioja, porque profesan un gran amor a las verduras. Me gustan mucho las verduras como plato, bien cocinadas y elaboradas: los espárragos, las alcachofas, cómo tratan los pimientos… Me gusta también el País Vasco, por el pescado, como las cocochas… He tenido la suerte –por ser actriz, me imagino– de ser invitada a peñas gastronómicas en Donosti, a las que las mujeres no tienen acceso habitualmente, pero hacen excepciones cuando va una compañía de teatro, porque, claro, no van a llevar a los actores y a las actrices no…
S.: ¿La trataron a cuerpo de reina, al tratarse de peñas gastronómicas masculinas?
S.M.: Sí, como te digo algunas veces hacen excepciones… Y he probado las maravillas que cocinan los hombres en estas peñas. También, me gusta mucho Galicia, no por el marisco, que no me atrae demasiado, pero sí me gustan mucho los potajes gallegos, como el típico pote, y las ensaladas con lechugas gallegas, que no encuentro en ningún sitio. Y luego me encanta también la cocina catalana, la de interior y la de costa, como la escalibada o los platos que mezclan las verduras con los frutos del mar. Y Valencia, claro, por los arroces.
S.: ¿Es de las que gusta de hacer distintos maridajes de vinos según el plato?
S.M.: No suelo beber alcohol, solo agua. Alguna vez tomo albariño, que me gusta mucho. Me gustan los vinos suaves, como El Gran Pescador catalán, que lo hay en rosado también. Pero prefiero el vino blanco. Aunque yo no lo consuma mucho, sí me ha gustado la experiencia de ver cómo en el extranjero, sobre todo en Sudamérica, cada vez se consume más vino español.
S.: ¿Lo dice por su estancia del pasado verano en Colombia, donde rodó la película “Mi pasión por David”, dirigida por el director colombiano Iván Zuluaga?
S.M.: Sí, efectivamente. Me encantó, porque en Bogotá, donde no suelen tomar vino, ahora están proliferando las enotecas a las que la gente joven va a catar. Y es maravilloso verlas llenas a rebosar. Solamente te hablo de Bogotá, no sé si en las demás ciudades de otros países ocurre lo mismo. Y por supuesto, solo consumen vinos españoles: allí no hablan de vino italiano ni francés. Eso me sorprendió mucho.
S.: ¿Le gusta cocinar? ¿Qué platos son su especialidad?
S.M.: Sí, mucho. La fabada asturiana me sale increíble, modestia aparte. Siempre que voy a Asturias, compro la morcilla, el chorizo y las fabes envasadas al vacío para hacerla en casa, porque a mi hijo le gusta mucho. También me encantan las fabes con almejas y el queso de cabrales, que me parece de una artesanía y un saber hacer increíbles. Estuve en las cuevas donde los hacen y es impresionante. Es un alimento que no se puede perder.
S.: Por cierto, también ha participado en la serie “Gran Hotel” (Antena 3). ¿Ha sido un trabajo más de tipo ‘alimenticio’, como decía Luis Buñuel de algunas películas?
S.M.: No, en este caso no. Trabajar en “Gran Hotel” fue una experiencia preciosa. Hay un reparto extraordinario y los guiones estaban muy cuidados. La ambientación es exquisita, está logradísima, y también tiene mucha audiencia; además, se trata de telespectadores que prefieren ver series acerca de una determinada realidad social donde están expuestas dos clases sociales: la parte de los trabajadores de un gran hotel, y el sector de los clientes ricos y los propietarios. Es muy interesante y está hecha con mucho rigor.
S.: Según una reciente encuesta de TripAdvisor, el 54% de los españoles opina que somos el país del mundo en el que mejor se come. ¿Está de acuerdo?
S.M.: Toda España tiene tanto que ofrecer que no me extraña que superemos al resto de los países. Yo lo vivo en esta gira de Yerma que estoy haciendo. Lo más importante es que se proteja la diversidad gastronómica que hay en nuestro país. Que no se dejen de hacer platos de cuchara, los pucheros de la abuela, por falta de tiempo o por la incorporación de la mujer a la vida laboral y los comedores escolares, porque esos platos, aparte de alimentar y proporcionar oligoelementos, vitaminas, proteínas y energía de una forma contundente, pertenecen a nuestra historia.
S.: Por eso usted predica con el ejemplo, ¿no?
S.M.: Sí. Por eso yo cocino fabada asturiana, caldo gallego y nuestras lentejas de toda la vida, que son exquisitas. Y el cocido madrileño, que siempre que viene una compañía de teatro de Barcelona que yo conozca, se lo hago y les encanta. Me compré una olla grande de once raciones para cuando vienen amigos míos de compañías de Barcelona a hacer teatro en Madrid. Me gusta mucho ser una buena anfitriona, y mostrarles lo mejor de Madrid.