De allende los mares

El vino de la semana: Cristina Pinot Noir 2018

Viernes, 23 de Febrero de 2024

El vino de esta semana tiene su propia historia, en la que las manos que se suceden para escribirla son femeninas. Y para aderezarlo, familia, distancia, viajes, herencia, nostalgia y valor. Ahí es nada. Raquel Pardo

Imaginemos la historia como un cuento de hadas, aunque en esta versión, hay, por decirlo así, dos princesas y el príncipe, que alguno desfiló, puede que no fuera encantador.

 

O sí, pero nunca lo sabremos.

 

Érase una vez, en un lugar no muy lejano, una princesa educada para tener lo que todo cuento de hadas espera de ella: marido noble y buen partido, labores propias de una dama y descendencia que asegure la permanencia de la saga, un heredero fuerte capaz de tomar el mando cuando llegue el momento. Pero la princesa salió rebelde y, en lugar de tirar sus trenzas por el castillo familiar en el Penedès, decidió cruzar el océano y casarse con un plebeyo inesperado. En la familia se hacía vino desde siglos atrás y eso de abandonar el nido fue para su familia, cuando menos, chocante.

 

Pero la heredera siguió su camino y encontró un hogar al otro lado del Atlántico, donde, después de recorrer un nuevo reino, llamado Estados Unidos, decidió instalarse en la costa oeste y empezar a cultivar la tierra. Sus padres, ya acostumbrados a la princesa aventurera, decidieron apoyarla para cumpliera su sueño de ser agricultora, que en esa época era una iniciativa descabellada, porque apenas había mujeres trabajando la tierra. Lo que ocurría es que la princesa quería cuidar de sus propias uvas, una labor que había visto hacer a su padre, su abuelo, y aunque no parecía su destino, allí estaba, frente a ella. Lo vio claro: a su proyecto de viñas y bodega (porque soñaba con hacer vino, como su familia allende los mares) le puso su propio nombre: Marimar.

 

Estaba decidida a no olvidar sus raíces, pero quería volar sola.

 

Y allí, en el Sebastopol californiano, comenzó a plantar pinot noir, sin escuchar a quienes le decían que en las inmediaciones de su castillo particular esa uva no maduraba, y el resultado le salió bien. También plantó chardonnay en un viñedo al que puso el nombre de su padre: Don Miguel. Después, con los años, la nostalgia crecería en Marimar, que quiso también plantar las uvas entre las que había crecido en España: tempranillo, albariño, godello...

 

Su proyecto creció y la princesa sumó otra finca a la que llamó Doña Margarita, comosu madre. Más tarde, ella misma se convertiría en madre, y con el paso de los años, supo que sería su hija la heredera de Marimar Estate. Se ocupó de que la niña estudiara y viajara, aprendiera y volviera a casa para aplicar todo lo que había experimentado fuera. Poco a poco, fue asumiendo que el testigo estaría en buenas manos cuando Cristina, que así se llama la princesa, lo tomara entre ellas.

 

Cristina es también el nombre que le quiso dar a uno de sus mejores tintos, un pinot noir de su viñedo Don Miguel, que para Marimar representa las raíces, el carácter y la conexión con la tierra. Un vino expresivo y complejo, con notas de violeta, fresa, coco, hierbas y pimienta, elegante y sedoso en la boca, maduro y jugoso, amplio, que representa la autenticidad de la aventura que emprendió la princesa.

 

Hoy, es Cristina, una princesa de carácter y largos cabellos rojizos, quien se encarga de seguir con la labor de su madre y cultiva el viñedo de forma ecológica y biodinámica, bajo la atenta e incansable mirada de Marimar que, ahora sí, y cuando ella ha decidido, se dedica a cocinar y llevar una vida más relajada, paseando por el campo junto a sus perros. Y por primera vez en la historia de su familia, una princesa sucede a otra, y los príncipes aquí son, en cierto modo, personajes secundarios de este cuento.

 

Colorín, colorado… Este cuento no se ha acabado, el relato continúa sumando capítulos en los dominios de las princesas Marimar y Cristina…

 

PVP: 60€

 

 

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