A fondo: Bodegas Franco-Españolas

Borja Eguizábal: “Es un orgullo llevar el nombre de Franco- Españolas por el mundo”

Miércoles, 13 de Marzo de 2024

El director general de Bodegas Franco–Españolas recuerda que el vino formó parte de su vida desde niño, cuando se perdía por los rincones de la bodega, la histórica casa riojana que su abuelo –el empresario Marcos Eguizabal– había adquirido en 1984. Luis Vida. Imágenes: Aurora Blanco

“Desde pequeñito mamas esa cultura que siempre ha estado en la familia”, recuerda. Se formó como ingeniero informático y trabajó en ello y en otros sectores durante varios años en los que también participó en distintas labores en la bodega, “unos primeros trabajitos en el almacén o en la distribuidora que teníamos en Madrid con los que fui metiéndome un poco antes de hacer un máster en dirección de empresas y entrar a trabajar con mi padre en 2009”.

 

¿Podríamos decir que Franco–Españolas es la bodega de Logroño?

 

No exactamente, porque en el término municipal hay más bodegas y algunas muy importantes, como Campo Viejo, Ijalba o Murrieta, pero a Franco–Españolas puedes llegar en apenas diez minutos de paseo a pie desde la calle Laurel y el centro de Logroño, cruzando el Puente de Hierro sobre el Ebro. Entonces, no somos la única bodega, pero sí la única histórica y centenaria que queda dentro del casco urbano. Hacemos actividades culturales a las que la población es muy receptiva: teatro, moda, conciertos… Así que todo el mundo conoce la bodega y muchos la tienen como referencia y la recomiendan. Para nosotros, es un orgullo llevar el nombre de Logroño por el mundo con unas marcas centenarias como son Bordón y Diamante, y la gente nos devuelve ese cariño que tenemos por la ciudad.

 

Os preciáis de trabajar siempre con las tres subzonas de la Denominación, sin ceñiros a los terruños cercanos, como parece ser tendencia.

 

Es la filosofía de los clásicos de la Rioja: los vinos, de siempre, se han creado con ensamblajes de distintos viñedos. Nosotros estamos enclavados dentro de lo que se considera Rioja Alta, pero también muy cerca de la Oriental y la Alavesa, en ese nexo de unión. ¿Por qué no coger uvas también de estas zonas? En Rioja hay unas diferencias climáticas notables entre territorios y tratamos de buscar los mejores enclaves, desde nuestro punto de vista, para cada variedad de uva. Para las garnachas, nos enfocamos en la Rioja Oriental, mientras que la mayoría del suministro de nuestros tempranillos nos viene de la Rioja Alta y de la Alavesa. Tenemos poca viña propia; trabajamos principalmente con contratos de larga duración, tanto con cooperativas como con pequeños viticultores, y estamos muy contentos con nuestra base de proveedores, que generalmente son siempre los mismos.

 

¿Os consideráis especialistas en blancos clásicos?

 

¡Por supuesto que sí! Ser especialistas y pioneros en blancos está en nuestro ADN. Bodegas Franco–Españolas ya era una bodega bastante grande para la Rioja de la época cuando se fundó en 1890 y fue todo un atrevimiento hacer un semidulce blanco “estilo Sauternes” en tierra de tintos. Ahora se llama Diamante y es uno de nuestros mayores orgullos. De ahí viene toda la variedad que tenemos de blancos secos y semidulces, tanto jóvenes como de reserva. La primera factura que hemos encontrado data de la añada 1892, cuando se elaboraba en tinos de madera y, tras cortar la fermentación, pasaba a crianza en barricas. Hoy es un vino que se puede encontrar en todos los lineales y tiene una calidad fantástica para el precio al que sale, porque queremos tener un producto popular al que tenga acceso el mayor público posible. Aunque quizá por este carácter popular haya sido –entre comillas– denostado y por eso me gusta llevarlo a las catas con los grandes expertos y prescriptores del mundo del vino. Quiero evitar el cliché de que un vino semidulce no pueda tener las mejores puntuaciones. Hace unos años, decidimos extender la gama. Primero, con un reserva al que recientemente hemos cambiado el formato y que se llamará el Diamante de Graciela, que busca recuperar ese “estilo Sauternes” con el que empezó el fundador de la bodega, Frederick Anglade Saurat. También hemos sacado al mercado una versión que se llama Talla de Diamante, mucho más limitada en volumen y en la que entran diversas variedades de uva, destacando en la parte sensorial el tempranillo blanco.

 

En tiempos, antes de la Denominación de Origen, los vinos se trabajaban como “estilos”. ¿Queda algo de eso en la Rioja del siglo XXI?

 

Es verdad que antiguamente Cognac, Champagne, Borgoña o Burdeos se usaban como estilos genéricos, no como orígenes, y que nosotros empezamos con ese blanco “estilo Sauternes” que luego fue Diamante y con un tinto “estilo Borgoña” que luego cambió a Bordón. Los vinos clásicos actuales de Rioja son fieles al estilo de los sus inicios, que procede principalmente del terruño. Al final, la uva es la que es y los procesos son los que son, aunque en el pasado había una cierta predilección por vinos con más madera mientras que los de hoy pueden tener menos intensidad de barrica y más fruta y color, pero siempre dentro de la fidelidad a lo que es un clásico de Rioja. No puedes cambiar tu identidad como bodega.

 

Vosotros tenéis una gran colección de botellas antiguas y hacéis catas. ¿Qué sabemos de aquellos vinos del principio? ¿Qué otras cosas han cambiado?

 

Podemos tener, tranquilamente, unas 15 000 o 20 000 botellas. Las más antiguas datan de 1898, aunque las más viejas con etiqueta son de los años 50. Creo que son vinos distintos a los de hoy porque antiguamente se buscaba una mayor guarda y, entonces, se usaba mucho añadir en los tintos un porcentaje de uva blanca, por lo que tenían una acidez más marcada. Creo que en viticultura y el tratamiento de los suelos hemos mejorado, pero es verdad que pienso que los vinos que se hacen hoy en día no aguantarán tanto tiempo en botella como los que se hacían en el pasado, cuando había mucha influencia francesa. En Francia es muy común que te vendan vinos que tengas que guardar durante un tiempo, pero eso en España ya no es tan normal. Ahora se busca al elaborar que el momento óptimo de consumo esté más cercano.

 

¿Cómo enfoca una bodega del siglo XIX el XXI?

 

Es un reto. Somos una bodega clásica histórica de la Rioja y lo queremos seguir siendo. Los consumidores cambian, el mundo del vino también y tienes que adaptarte para seguir siendo fiel a tu historia y a tu legado. Porqué “clásico” no significa “viejo”, sino que significa que algo tiene un pedigrí, que tiene un pasado y ese pasado tiene un valor que va a poner en cada botella que salga por la puerta. Estar en un sitio emblemático de Logroño nos ayuda mucho porque una de las principales actividades de la gente que viene a La Rioja es visitar una bodega. Le damos mucha importancia al enoturismo, que es algo que empecé a desarrollar con mi primo cuando comencé, y hoy en día debemos ser la bodega más visitada de La Rioja. Cada año vienen más de 60 000 personas a hacer una visita y a disfrutar de nuestras actividades culturales. Y seguimos invirtiendo en infraestructuras: el año pasado, inauguramos una pequeña instalación de microvinificación en acero de 5000 litros para trabajar diferentes parcelas y variedades de uva por separado. Tenemos nuestra línea de vinos que vamos mejorando de año en año, buscando consumir menos recursos y mejorar la eficiencia de los procesos. También vamos desarrollando nuevos productos, como el tinto Pálpito o la continuación de la línea Graciela, haciendo cosas nuevas con la mirada en el pasado y el objetivo puesto en el futuro.

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.