Madura juventud
El vino de la semana: Viña Arana 2016
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El vino de esta semana es un clásico moderno, o un moderno entre los clásicos, o un clásico contemporáneo que cumple 50 años como marca. Modernidades y clasicismos aparte, lo que sí es seguro es que es un gran vino. Y en esta añada está especialmente apetitoso. Raquel Pardo
Viña Arana está de aniversario. Medio siglo, nada menos, cumple esta marca que forma parte de la gama de La Rioja Alta, bodega del Barrio de la Estación de Haro y, desde hace cinco años, configura el triunvirato de grandes reservas de la casa, una circunstancia única en el panorama vinícola riojano, pues no hay ninguna otra que atesore una colección de tres vinos tintos con esta larga crianza.
Viña Arana ha sido el último en subirse a ese pódium, pero eso no le quita ni el más mínimo ápice de su interés. A lo largo de su historia (su primera cosecha fue 1969) este tinto se ha ido ganando el corazón no ya de los consumidores, sino del personal de la bodega, que lo ha bebido en sus reuniones, en sus comidas de vendimia, y se lo ha llevado a casa para celebrar con su gente.
Es un vino, pues, que goza del cariño de los miembros del equipo, que han tenido en él su etiqueta de referencia, mientras otros consumidores se fijaban más en el esplendor del dúo top de la casa, compuesto por los grandes reservas 904 y 890, o se decantaban por su buque insignia, Viña Ardanza (yo misma, ardanzista declarada, he tornado mi atención hacia él y, casi de puntillas, ha ido ganando puntos hasta hacer complicada una hipotética decisión salomónica- menos mal que no hay que hacerla en este caso-). Arana, en silencio, formaba parte del imaginario emocional de un grupo reducido de bebedores que encontraban en él el auténtico vino tradicional de Haro. En cierto modo, les conectaba con sus raíces y ese vínculo es imbatible.
Viña Arana tiene, también, el ingrediente de una trayectoria curiosa, pues en sus comienzos, fue un vino de crianza, y como tal se etiquetó durante sus primeros cinco años, al no existir las categorías superiores de reserva o gran reserva. El 8 de marzo de 1974, una fecha en la que aún no se conmemoraba (se haría a partir de 1977 y en esos días, Franco todavía mandaba en España) el Día Internacional de la Mujer y en el diario ABC la portada la ocupaba la gripe del papa Pablo VI, se registraba oficialmente la marca Viña Arana, nombre también del entonces vicepresidente de la bodega, el empresario, doctor ingeniero industrial y jugador de hockey José María Arana Aizpurúa. Hasta este bautizo con nombre propio, el vino llevaba la etiqueta de 6º año, fecha a partir de la cual se embotellaba (seis años después de la vendimia). Fue cinco años después, en 1979 cuando Viña Arana pudo lucir la etiqueta de Reserva, que lo acompañó añada tras añada hasta que la cosecha de 2012 inauguró su nuevo camino como gran reserva.
Entre medias, Viña Arana ha ido cambiando y evolucionando, sin perder nunca su carácter contemporáneo. En sus primeros años se elaboraba con las uvas que había en el viñedo e incorporaba variedades como la viura o la mazuelo, pero en 1989 se prescindió de ellas para componerse de una mayoría de tempranillo, su columna vertebral, y un 5% de graciano, que el enólogo de La Rioja Alta, Julio Sáenz, considera mucho más apto que la mazuelo para el envejecimiento y la guarda que pretende en el vino, aunque ha tenido añadas en las que la calidad de la uva ha permitido incorporarlo. De hecho, la longevidad del Viña Arana en algunas cosechas fue generando en el equipo la idea de convertirlo en gran reserva y elevar, por decirlo así, su percepción, una metamorfosis que no ha salido nada mal, porque parecía estar esperándolo todo este tiempo. Viña Arana se ha ganado a pulso esa subida en el escalafón de los grandes vinos, a base de mantener un estilo que ha conquistado, primero, a los de su casa y luego a mercados y crítica nacional e internacional.
El caso es que, ahora, es el tercero de los grandes reservas de la bodega y, precisamente, el más cercano a un público que podría ver esta categoría de vinos como algo atrasado o de tiempos pasados. Nada más lejos, porque no es un secreto que a los vinos de clase mundial se les presupone no solo vida en la botella, también evolución, capacidad de acomplejarse e ir ganando en matices. Y, aunque en el fondo, que sea o no gran reserva a un consumidor iniciado puede darle lo mismo si el vino está bueno, en el ADN de los grandes riojas es una etiqueta que mantiene su status de nobleza.
Este 2016 que celebra el cincuentenario de Viña Arana, compuesto de un 95% de tempranillo de Rodezno y un 5% de graciano de Fuenmayor, se elaboró seleccionando lotes para aguantar una crianza de tres años en barrica de roble americano usado y seis trasiegas manuales a la luz de una vela, una tecnología que también es una enseña en La Rioja Alta. Se embotelló en 2020 y ahora ya anda por ahí en las mesas, mostrando una seductora complejidad aromática que va desde el chocolate y el té negro al regaliz, el cacao o las frutas negras. En la boca, complejo y caleidoscópico, amplio, sabroso, carnoso y con un equilibrio que no te lo acabas. Largo, jugoso y con esa frescura que te hace decir: “Es un Viña Arana”.
Como dice la MW Sarah Jane Evans en su felicitación a este vino cumpleañero: ¡Hasta los próximos 50!
PVP: 40,50€