Antigua novedad

El vino de la semana: Breñal 2022

Viernes, 29 de Marzo de 2024

El vino de esta semana es un innovador blanco malagueño del que se podría decir que rompe un techo de cristal, diríamos, “varietal”, al incorporar la garnacha blanca como uva principal de su coupage. Pero hay mucho más tras esta elaboración de Cortijo Los Aguilares. Raquel Pardo

El Museo Picasso de Málaga es el más visitado de Andalucía, y el año pasado, fecha de su XX aniversario, recibió a casi 780 000 visitantes, ansiosos de contemplar las más de 140 obras del pintor malagueño. Pero esos veinte años son solo la punta del iceberg de esta pinacoteca, cuya idea de acoger las pinturas y esculturas de Picasso se remonta a los años cincuenta, momento en el que el artista lo plantea al entonces delegado provincial de Bellas Artes de Málaga, Juan Temboury, investigador que tenía amistad con el secretario del pintor, Jaime Sabartés, y se empeñó en que se reconociera su obra en su ciudad natal, según relata el historiador Carlos Sarriá Fernández.

 

Ese primer paso no avanzó, en parte, porque las autoridades lo impidieron, y en parte porque Sabartés tenía a Barcelona en el foco como ciudad en la que se recibirían las obras del pintor. 

 

La cosa quedó ahí y pasaron muchos años hasta que a primeros de los 90 la nuera de Picasso, Christine Ruiz- Picasso, retoma la idea de que las pinturas y esculturas y demás piezas picassianas se pudieran contemplar en Málaga. Y fue en 2003 cuando el museo abrió finalmente sus puertas, cincuenta años después de concebirse la idea primigenia, en el Palacio de los Condes de Buenavista de la Victoria, un edificio que también tiene una larga historia, pues se construyó en 1530.

 

El Museo fue hace unas semanas el lugar escogido por Bibi García, enóloga y directora de la bodega rondeña Cortijo Los Aguilares, para presentar su primer blanco, Breñal 2022. 

 

 

Pero que la añada no lleve a engaño, ya que hablamos aquí de una, por llamarlo así, “vieja novedad”; y es que este vino, como el museo donde se descorchó por primera vez en público, tiene también una trayectoria, no de cincuenta, pero sí de casi quince años, y que vea la luz es fruto de diversos avatares, algunos dulces, algunos agrios, que hicieron emocionarse a García cuando lo presentó ante su audiencia. 

 

Y es que la idea de hacer un blanco le rondaba ya al propietario de la bodega, José Antonio Itarte, desde hace más de una década. Itarte le comentó a Bibi que quería hacer un gran vino blanco, con la misma vocación de excelencia que pretendía en el resto de referencias de la bodega. García, amante de los retos, se tomó la idea en serio, pese a que su experiencia, marcada por una larga estancia en el Priorat (concretamente, elaborando vinos en Vall Llach), era más de tintos. Itarte, ella y el equipo se pusieron manos a la obra, probando vinos y planteando dónde plantar variedades blancas en la finca, una propiedad que casi llega a las 800 hectáreas y donde hay una vegetación casi alpina, con pinsapos, pinar, encinas y multitud de hierbas aromáticas. 

 

Cuando Bibi pasó, de camino hacia otra parte de la finca, por una de sus zonas más altas, sintió una energía especial y pensó que, de ser apto el suelo, aquella podría ser la futura viña del blanco, un blanco que ella ya había imaginado que haría con garnacha, variedad que conocía del Priorat y que, consideraba, daría al vino la identidad mediterránea que buscaba. Hasta entonces, el lugar elegido era la parcela El Calero, llamada así porque albergó espacios donde se preparaba la cal, por lo que sus suelos, calizos, parecían apropiados.

 

Pero cuando convocaron a los mayores expertos en suelos del mundo del vino, Claude y Lydia Bourguignon, y Bibi les llevó hasta aquella parte alta donde había sentido la corazonada, comprobó que a ellos les pasaba lo mismo con ese entorno que desprendía aromas a tomillo, camomila o romero y repleto de pequeñas colinas e irregularidades. Allí, en Pelele, como se llama la parcela, sería donde empezara el proyecto, para el que adquirieron derechos de plantación en 2011. 

 

Pero los estudios de suelos dieron resultados poco halagüeños que complicaban la plantación de las variedades blancas (sin embargo, se plantaron cepas de tinto), hasta que, en uno de los laterales de la finca, lindando con el territorio de otro propietario, encontraron una zona caliza donde empezar a plantar, primero, en su propiedad y después, en la hectárea que permutaron con el vecino, con la misma composición de suelos. 

 

A esta dificultad se sumó la de avanzar en el reconocimiento e incorporación de la garnacha blanca a la lista de variedades del consejo regulador de la DO Sierras de Málaga y de la Junta de Andalucía, a la que pertenecen todos los vinos de Cortijo Los Aguilares (incluyendo, claro, su reconocido Pinot Noir, uno de los tintos que más éxitos les ha cosechado entre profesionales y aficionados). 

 

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La garnacha blanca finalmente se pudo plantar en esa hectárea recién permutada, injertada en el campo (Bibi plantó primero el pie mientras regularizaba la garnacha en las instituciones), y esperar otros tres años hasta que se admitió y la planta dio sus frutos. Junto a ella se plantó viognier y la local vijiriega, traída desde el banco de variedades de la Junta de Andalucía. En 2017 se elaboraron las primeras 100 botellas del futuro Breñal, que se quedaron en la bodega y se descorcharon por el equipo y la familia. En 2018 la plantación se amplió y Bibi ha seguido elaborando añadas y observando el potencial de crianza: “tenía cierto miedo escénico”, cuenta esta experimentada sevillana, que en 2020 sufrió la pérdida de su jefe, impulsor del proyecto, que no ha podido ver la salida oficial de Breñal al mercado. 

 

La de 2022 es, pues, la cosecha en la que se ha decidido lanzar este blanco cuya base es la garnacha blanca, pero que danza en una perfecta armonía con la viognier y la vijiriega, elaboradas, parte en barrica, parte en inoxidable y con unos nueve meses de botella. Breñal 2022 es una paleta de colores con los que Bibi crea un vino al que no se le acaba la conversación, repleto de aromas de monte, balsámicos, silvestres y herbales, con frutas blancas y crujientes, de acidez definida en la boca y un paso preciso, como delineado con fino trazo y redondez armónica, de frescura mineral. 

 

Decía Picasso que “todo lo que puedas imaginar es real” y que “la acción es la clave fundamental para todo éxito”, y este vino es, en cierto modo, esa materialización de lo que, durante años, ha estado en la imaginación del equipo de Cortijo de los Aguilares cuando pensaba en un gran vino blanco mediterráneo.

 

PVP: consultar en bodega

 

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