Mayte Lapresta

Así éramos, así somos: Sobremesa cumple sus primeros 40 años

Sábado, 06 de Abril de 2024

En 1984 yo estaba en plena revolución hor-monal. Así que poco recuerdo de los hábitos de consumo gastronómico de la época. Mi padre nos llevaba a Lhardy a comer cocido, a Casa Labra a tapear bacalao y a Botín por el cochinillo. Mayte Lapresta

Viña Ardanza o incluso Rioja Alta 904 si la celebración lo merecía. Eso ocurría una vez al mes, el resto de experiencias gourmet se basaban en el aperitivo después de misa –a veces con boquerones en vinagre y otras con aceitunas manzanilla– y la paella playera de chiringuito con suelo de arena y chapas de Mirinda en verano, con ese fastuoso helado en copa que llegaba iluminado por bengalas. Yo era una española más que daba los primeros pasos hacia la globalización: tras adaptarme al mundo de la pizza y la pasta con facilidad contemplaba ojiplática la apertura del chino en el barrio y su cocina exótica. Hablamos de una época lejana en colores desvaídos como unos jeans lavados a la piedra donde sonaba Peret y triunfaba El Equipo A.

 

Porque 40 años son muchos años. Y aunque en los primeros 20 el tiempo corría despacio, el resto han pasado veloces e intensos. Y si no, basta abrir por cualquier página los primeros números de Sobremesa para observar que hablamos de la prehistoria. De ese mundo sin digitalizar. Gafapastas con patillas y pantalones campana todavía sobrevivían resistiéndose a dar paso a las hombreras y los cardados. Zalacaín era la excelencia y el refinamiento donde ministros y empresarios con traje y corbata de nudo Windsor llenaban mesas de espeso humo de puro dando paso a las damas solo para acompañarlos en esa cena de festivo. Rioja era un todopoderoso y omnipresente dios y Ribera del Duero una zona inexplorada que arrancaba motores. Los vinos extremeños se llamaban de pitarra y los de Cataluña, Torres. La cocina vasca enseñaba al mundo las virtudes de este país avergonzado y Ferran apuntaba maneras, pero nadie lo sabía todavía, quizás ni él mismo. Como bonita anécdota Adrià entró en elBulli un mes después de la fundación de esta ilustre revista, en marzo de 1984. Porque en esos tiempos duros e incomunicados, Massimo Galimberti decidió que ser comerciante de vino no era suficiente tarea noble y entendió que sin cultura no hay consumo. Así nace Sobremesa. Una rareza que solo era posible en un mundo como aquel, ávido de nuevas sensaciones, de cambios incipientes, de expectativas y sueños. Con Manuel Vázquez Montalbán firmando, Rafael Chirbes dirigiendo, Pepe Peñín catando y Schommer fotografiando. Ciertamente no era una apuesta modesta. Y han pasado horas, días, meses, años, lustros. Y aquí estamos. Con las plumas de Vilabella, Luis Cepeda, Ballesteros, Amaya Cervera, Almudena Alberca... Con la redacción inteligente en busca de un periodismo literario de Javier Caballero, Saúl Cepeda, Luis Vida, Raquel Pardo o incluso la mía. Con ilustraciones encargadas ex profeso para cada columna de opinión a diferentes artistas y la dirección fotográfica del premiado Álvaro Fernández Prieto. Haciendo cada reportaje cierto, viajando y probando, viviendo para contar, catando y conociendo al creador para juzgar con criterio. Con la virtualidad precisa y necesaria, las redes sociales enredando todo y lo cibernético al día. Pero también con la belleza inmortal e inexorable de lo físico, lo táctil, lo permanente. Ese papel impreso que huele a tinta y juega bajo nuestros dedos para mostrar que 40 largos años... son solo el principio.

 

 

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