Crónica

Duero Wine Fest 2024 en cuatro catas magistrales

Jueves, 18 de Abril de 2024

La edición 2024 de Duero Wine Fest, que se celebró los pasados 15 y 16 de abril en Salamanca recorrió a través de sus catas el territorio castellanoleonés y traspasó fronteras en degustaciones que hermanaron vinos portugueses y españoles. Raquel Pardo. Imágenes: Raquel Pardo y cedidas por Duero Wine Fest

Aunque fueron en total seis las catas que se celebraron en el Duero Wine Fest, esta periodista pudo cubrir cuatro de ellas, en las que se vio una gran diversidad de estilos y vinos a este lado de la frontera con Portugal, pero también adentrándose en el país vecino, con el que el Duero comparte más que agua.

 

De damajuanas, tinajas y velos

 

Tras empezar la jornada de catas con un repaso líquido a la historia de Pago de los Capellanes y continuar con otra centrada en los blancos de guarda y los rosados de alta gama de Castilla y León, el congreso continuó con un repaso a los vinos con crianza bajo velo de flor y damajuanas a cargo de la sumiller Laura Rodríguez, al frente, junto a su colega y pareja Diego González, del bar de vinos burgalés Tiempos Líquidos, y del profesor y crítico de vinos, colaborador de Sobremesa Luis Vida, que formaron un tándem fluido y bien avenido en una cata que se adentró en los dorados y los pálidos tradicionales de la región de Rueda, amparados o no por la DO, además de incluir un vino de  la DOP Valles de Benavente y otro de la DOP Cebreros.

 

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La cata comenzó con un vibrante Michika de la elaboradora de Santiuste (Segovia) Esmeralda García, verdejo elaborado en tinaja y con crianza bajo velo en barricas viejas de 125 litros., con mucha frescura y sensación frutal. El siguiente fue Adorado Solera 1967, verdeja elaborada por Menade en La Seca (Valladolid) que combina crianza biológica, es decir, velo, y oxidativa, y se trata de una recreación del sistema usado antiguamente en la región, similar al que se continúa utilizando para elaborar vinos de Jerez o Montilla, las criaderas y soleras, aunque la interpretación que hace Richard Sanz, al frente de Menade, incluye el refresco de esas criaderas con un vino criado durante un año bajo velo de flor. En sensaciones, muchos frutos secos y notas tostadas y también frescura y un agradable volumen, textura suave y amable. El siguiente verdejo, de viñas viejas, lo elabora Vidal Soblechero en La Seca y lleva por nombre Pagos de Villavendimia Oxidativa, es una mezcla de añadas de lo que llaman crianza perpetua, con continuos refrescos, e incorpora una parte de vino criado en estática en bocoyes. Vivo, con notas de frutos secos tostados, de azahar, de piel de cítricos, fluido y con una textura jugosa. Tras él, El Cubeto 113, de Bodegas Otero en Benavente (Zamora) con una larga crianza bajo velo de nueve o 10 años y otros 26 de soleras y criaderas, potente, estructurado, concentrado, con sorprendentes reminiscencias frutales. El vino final, La Sorpresa Toneles del Patio, era una garnacha de Cebreros (Ávila) elaborada por Rubén Díaz que primero se elabora y cría durante un año por separado y se incorpora a una barrica “madre” que se llenó en tres cuartas partes en 2004 y permaneció criándose en oxidativa hasta 2009, fecha en la que Díaz comenzó a hacer sacas y rellenos, un vino singular y agradable, con fruta jugosa y de paso fresco.

 

 

Variedades minoritarias a un lado y a otro de la frontera

 

La última cata del lunes fue un repaso a algunas variedades que comparten genética a ambos lados de la frontera entre España y Portugal, a cargo de la consultora Sara Peñas Lledó, el enólogo al frente de la Estación Enológica de Castilla y León, Alberto Martín Baz y el crítico de vinos portugués Luis Antunes, quien comentó la gran diversidad varietal que atesora el territorio de Arribes de Duero y agradeció Martín Baz y su equipo el esfuerzo por evitar que se pierda ese patrimonio.

 

Curiosamente, explicó Martín Baz, hay variedades que en España están al borde de la extinción pero no sucede lo mismo en Portugal, y viceversa, y puso ejemplos como la rabigato portuguesa, aquí llamada puesta en cruz, que se utiliza mucho en vinos lusos pero apenas quedan cepas viejas en España; y al revés, mientras que aquí hay varias zonas que cultivan y elaboran vinos con graciano, en Portugal apenas hay tinta viuda, como se conoce a la variedad. “La diversidad es lo que nos salva de la extinción”, apostilló Antunes, señalando también lo importante que es, también, preservar la diversidad clonal de una variedad.

 

Los dos primeros vinos que se pusieron sobre la mesa eran fruto de esa investigación de la Estación Enológica para recuperar variedades; el primero, un blanco de tijonera, o verdejo colorado como se la conocía, una uva de pulpa rosada que se ha elaborado en blanco; el vino expresaba notas herbáceas y de fruta de hueso, buena acidez y con estructura, ligeramente cálido. El segundo era un blanco de puesta en cruz, vivaz, frutal, con una atractiva acidez y jugoso en la boca. Le siguió un rabigato portugués de Quinta do Infantado (DOC Douro), cargado de mineralidad y con una atractiva textura afilada y precisa. Después, un tinto de cenicienta, variedad que se incluirá en la lista de variedades autorizadas, un vino vivaz, con notas de fruta silvestre y mucha acidez, con frescura y ligeras notas lácticas. Después le tocó el turno a la bastardo portuguesa, nuestra merenzao, esta elaborada por la bodega Conceito en el Douro, fina y con notas vegetales. Siguió Séries, de Real Companhia Velha, un tinto de cornifesto portugués, que en España tiene su sinonimia en la gajo arroba, sedoso y equilibrado; continuó la cata con Siete Peldaños, un tinto de mandón de 2021 elaborada por Pascual Fernández en Arribes, potente y estructurado; una tinta da barca de Ramos Pinto, variedad autóctona del Douro, que en este vino mostraba futa madura y notas de chocolate, con una textura sedosa y paso largo y agradable. Le tocó después el turno a la bruñal que venía embotellada como Sabaria, y elaborada por Pardal y Punto, un tinto potente, austero, terroso y contundente, con mucha carga mineral y fresco en su conjunto. El colofón a este interesante paseo lo puso el tinto Castas Escondidas de Casa Ferreirinha, también de Douro, jugoso y frutal, amplio y disfrutón, que mostraba la complejidad que se puede llegar a alcanzar mezclando hasta nueve variedades diferentes, tal como es costumbre en la vecina región portuguesa.

 

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Ese viaje en zig-zag por ambos lados de “la raya” continuó el martes por la mañana con la primera cata del día, que dirigieron el propietario de Quinta do Infantado y organizador del salón Simplesmente Vinho en Oporto João Roseira y el formador, consultor y miembro de la Academia Internacional del Vino Juancho Asenjo. En total, se cataron seis vinos, tres pares de tintos para mostrar las diferentes expresiones de las variedades y los estilos a uno u otro lado. Empezó abriendo el fuego el tinto de Toro San Román 2020, tempranillo potente con notas marcadas de barrica y fruta en su punto. Del otro lado, Quinta da Pella 1998, un Dão de tinta roriz (como se conoce a la tempranillo en la región lusa) con notas de tierra mojada, fino y mineral, sedoso complejo, un tinto que dio la cara y fue el más viejo de la cata, con bastante diferencia. Siguió un par de vinos de rufete, por España, Phinca Encanto 2019, elaborado por David Sampedro en Arribes del Duero, intenso, elegante, con mucha fruta y cierta calidez, y Casas Altas Rufete 2020, de la zona de Beira Interior, en concreto, de Piñel, conocido como el “grand cru” de la rufete, en palabras de Roseira, debido a que hay mucha viña vieja que aún no se ha arrancado, aunque, apuntó, queda por hacer un estilo más ligero con esta variedad y que muestre más directamente la riqueza del terrorir. Este tinto mostró notas mentolads, potencia y apuntes de finura que se acentuarán con algo más de botella. El tercer par de vinos lo protagonizó la mencía en forma de Versos de Valtuille Villegas 2022, un tinto del paraje berciano con notas florales y fruta fresca y silvestre, y Torre 2022, de Dão, un vino con un toque funky donde había un ligero apunte de carbónico, fruta y apuntes de volátil, no para todos los públicos y que Roseira definió como “anarquista”. Como curiosidad de la cata, los vinos portugueses lucían alrededor de un grado o grado y medio menos en su etiqueta que los españoles, un asunto que gana relevancia en pleno debate del sector por el cambio climático y la preocupación por los altos grados que alcanzan los vinos en zonas cálidas.

 

El colofón: defender a las pequeñas zonas productoras

 

La cata con la que se cerró el congreso estuvo dedicada a la defensa de las pequeñas zonas productoras y denominaciones de origen, y contó con los puntos de vista de los sumilleres Noemí Martínez (Trigo, Valladolid, una Estrella Michelin) y Diego González (Tiempos Líquidos, Burgos) que, moderados por el veterano periodista Javier Pérez Andrés, hablaron de las dificultades que puede tener hablar de zonas muy desconocidas por los clientes y de cómo a veces hay desconexión entre esas regiones y los sumilleres que tienen que venderlas. González animó a sus colegas reivindicando que “no tengamos miedo a abrir botellas” para ofrecerlas y que los clientes disfruten. El primer vino fue un blanco leonés de palomino y doña blanca, Mataperezosa 2021, de Fuentes del Silencio; balsámico, silvestre, con notas herbales y de monte, fresco, con buena acidez y jugoso, procedente de viñedos en el Valle del Jamuz leonés. Siguió el fabuloso blanco Ecléctico sobre lías que elabora El Hato y el Garabato en la DO Arribes con la variedad puesta en cruz, amplio, con mucha fruta, con una seductora textura y un bonito equilibrio gracias a una acidez muy bien medida; siguió el vino de rufete blanco Seisdedos Familia 2021, elaborado en la DOP Sierra de Salamanca, un vino que aún no ha salido al mercado, potente, mineral, con fruta blanca ácida. Siguió el clarete Cénit Field Blend Tradición 2020, de la DO Tierra del Vino de Zamora, mezcla de variedades en viña que gana frescura gracias a sus notas vegetales que se combinan con rojas y toques picantes de pimienta. Arlanza salió a escena en forma del tinto Las Mamblas, vino de pueblo de Covarrubias que elabora en la zona la ribereña Valtravieso y que combina una mayoría de tempranillo con bobal, garnacha, mencía o monastrell, un tinto rico y de textura muy fina y sedosa, estructurado pero con mucha elegancia y fruta en su punto. El punto final lo puso una región desconocida por muchos, incluyendo a profesionales del sector, DOP Valtiendas, que salió a escena con el tinto Evolet que elabora Pago el Almendro, el proyecto vitivinícola del cocinero segoviano Óscar Hernando (Restaurante Maracaibo en la ciudad del acueducto). Elaborado con tempranillo, mostró fruta y estructura, potencia y cierta opulencia, un conjunto amable que dejó buen sabor de boca para acabar esta edición de Duero Wine Fest, cuya siguiente sede, la que acogerá el congreso de 2026, aún no ha sido desvelada.

 

 

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